domingo, 5 de noviembre de 2023

Sentido de pertenencia

 


El sentido de pertenencia, según Andrea entiende, es lo que da seguridad, lo que convierte a los humanos en alguien distinto de los otros seres que pueblan este mundo. Es la razón la que hace al hombre plantearse y ser consciente de tales cuestiones.

En su corto o largo, pequeño o grande, simple o complejo raciocinio, sabe que le gusta vincularse. Le gusta pertenecer a alguien, a algún lugar, a algún rincón, a algún país, a algún círculo. Se siente bien cuando los demás piensan que forma parte de ellos, que les pertenece de alguna manera.

La libertad, según ella entiende, consiste en ser uno mismo junto con los otros. La libertad es complicidad, armonía, sustancia, raíz. Por eso a Andrea le gusta, quiere y necesita pertenecer, saber que es necesaria, que para alguien es esencial su presencia. Eso no la lastra ni le provoca sensación de agobio. Todo lo contrario, tener esa certeza le da una base desde donde proyectarse y alcanzar cotas que de otro modo serían impensables.

Lo demás le suena a apártate que me estorbas. A preconizo tu libertad porque necesito la mía. A quiero estar contigo cuando me interese, no cuando nos interese a los dos.

Le suena a quiero hacer lo que a mí me dé la gana cuando yo quiera. Tú me sirves para lo que me sirves y el resto, lo que tu necesites, quieras o apetezcas, no me importa.

“Libre te quiero, ni mía, ni de nadie, ni tuya siquiera” le canta susurrando en el oído Claudio como argumento para defender su punto de vista en una de esas interminables charlas de madrugada, donde contrastan ideas y pareceres.

Es una buena manera de intentar camuflar el egoísmo-egocentrismo. A Andrea eso no le vale. Simplemente esa no pertenencia la haría infeliz.

Como ella lo entiende, no ser suya, ni de nadie, es una condena a la más absoluta de las soledades. ¿Qué seríamos si ni siquiera, al menos, fuéramos de nosotros?

La libertad, al menos para ella, no está reñida con el sentido de pertenencia. A Andrea le gusta pertenecer. Pertenecer a alguien, a algún rincón, a algún círculo, a algún país, a algún lugar. Sin ese sentido de pertenencia su vida no tiene sentido.

La libertad, querido mío – le murmura al oído- es otra cosa. Al menos, para mí. Mañana seguimos, hoy se ha hecho muy tarde.

Después de un adiós estremecido por el inicio de un bostezo, desliza el dedo sobre el icono del teléfono en rojo y el silencio invade la estancia.

 


jueves, 5 de octubre de 2023

El pasajero

 


El hombre apostado en la acera alza el brazo. Le observo y ejecuto un giro de ciento ochenta grados. Las ruedas chirrían. Suenan un par de claxon. Protestan por mi brusca maniobra. ¡A mí qué me importa! Me digo. Cada uno a lo suyo. Paro a la altura del individuo. Sube apresurado. Abrigo gris. Sombrero encasquetado hasta las cejas.

—A Corazón de Jesús, 222. Necesito llegar lo antes posible— casi grita. Saca un pañuelo y se seca el sudor.

—¿Quiere que ponga el aire más fuerte?

—No, no hace falta, usted conduzca.

Detengo la mirada en sus rasgos. El tipo comienza a emitir una especie de silbido que le entrecorta la respiración.

—¿Cuánto tardaremos?

El GPS me marca veinte minutos.

—Demasiado tiempo. Acelere. ¡Necesito llegar ya!

Vuelvo a escrutar su rostro. —¿Usted ha vivido siempre en esta ciudad?

 —Siempre, pero... eso ¿a qué viene? Deje de mirarme y céntrese en conducir.

El pasajero ha caído en una especie de sopor y su cabeza se bambolea con cada movimiento del coche. Estudio sus rasgos. Cada vez estoy más seguro. Es él. Sin duda. ¡Ya te tengo cabrón! Freno bruscamente. El pasajero despierta del letargo que le ha alejado de la realidad.

—Oiga ¿qué hace? —masculla entrecortado—. Este no es el camino ¿No me escucha? Necesito llegar al hospital, me estoy asfixiando.

El pasajero comienza a golpear el cristal de protección sin dejar de resollar.

¡Tengo que llegar al hospital! ¿No me oye? ¡Por Dios! ¡Escúcheme!

Paladeo su desesperación, semejante a la mía cuando reconocí el cadáver de mi hijo en la morgue. Me recreo en los sonidos, cada vez más débiles, que emite su garganta. Mis gemidos rebotan aun por las paredes de mi casa a pesar de los años transcurridos. Miro sus ojos desorbitados. Quiero que su agonía se prolongue. Apenas respira. No debiste abandonar a mi hijo después de atropellarlo ¡Maldito seas!

         Paro el coche. Bajo y abro su puerta.

         ¿Por qué? Dice.

         Percibo cómo se derrumba. Se arrastra al exterior con dificultad. Boquea como un pez moribundo.

         —¿Por qué? — Un estertor prolongado estrangula su garganta.

         Yo contemplo su larga agonía, me solazo en ella como en el mejor espectáculo del mundo…

         Una sonrisa acude a mi boca y me quedo allí, de brazos cruzados, acariciado por el tibio sol de la mañana.



martes, 5 de septiembre de 2023

La sonrisa vertical



En más de una ocasión he escuchado decir a algunos hombres, sin pizca de rubor ni turbación en la voz, haciendo gala de un machismo vergonzoso nutrido en las pandillas de barrio, que una mujer se pinta los labios como una clara alusión a sus órganos sexuales.

De ahí, argumentan, el nombre de una famosilla colección de libros. Una colección hecha por  hombres y mujeres desde una  mirada machista, acordé con la época de apertura que junto con grandes avances en muchos sectores trajo el llamado destape.

Literatura, cine y revistas abundaron en temas e imágenes hasta entonces prohibidas, haciendo gala de un exhibicionismo (cuantos más centímetros de piel femenina mostraran mayor era su éxito) en muchas ocasiones exento de calidad que no siempre aportaba apertura de mente, más bien fomentaba desde quioscos, celuloide y páginas impresas la mercantilización del cuerpo de la mujer y de nuevo, la mirada obscena del hombre. 

Una mirada que tantas veces se ha posado sobre mi cuerpo sin que yo la buscará, todo lo contrario, huía de la ropa ceñida que pudiera resaltar la belleza adolescente que comenzaba a repuntar. Más tarde las hormonas alborotaron los pulsos y la llamada de la vida y del amor transformó mi forma de vestir, de peinarme, de mirar. Este cambio aumentó exponencialmente el cerco de acosadores.

No importaba que ellos no me interesaran un ápice, excepto para ponerme a salvo de sus ataques verbales y físicos, cuando no de su contemplación lasciva de labios bulbosos y ojos vacunos y extraviados.

Ese tipo de hombre nunca va a entender que una adolescente desconoce que despierta pensamientos y deseos turbios con su presencia limpia, mezcla del proyecto de mujer que será un día y de la pequeña que hasta ayer jugaba con sus muñecas.

Ese tipo de hombre nunca va a entender que ellos no son el ombligo del mundo. Que no todo gira a su alrededor y que las jovencitas que tan apetecibles les parecen, tienen otros objetivos muy alejados del de llamar la atención de los babosos que lo único que les provocan es temor o desprecio.

Existen otros hombres, doy fe de ello, que entienden el alma femenina sin menoscabo de su hombría. Que perciben lo que una mujer es, más allá de su cuerpo. Que no recorren las calles extendiendo sus ojos como telescopios invasivos.

Esos otros hombres respetan, quieren y admiran a una madre valiente, a una compañera cómplice, a una buena amiga, a una hermana solidaria, a una hija capaz y cercana…

Las admiran, quieren y respetan tanto en el terreno profesional como en el personal. Hombres en el más amplio sentido de la palabra. Seres racionales que piensan con algo más que lo que tienen en la entrepierna.

Hombres que escriben, cantan y aman lo que de mejor hay en ellas. Hombres que admiran su papel a través de la Historia. Hombres que separan la condición femenina de lo que cada uno aportamos como seres humanos a la evolución del mundo.

Hombres que no encuentran en una boca pintada una referencia al sexo. Tan distintos a los depredadores que manchan con su mirada sucia el libre transcurrir de las mujeres.

Tras una boca pintada se esconde en muchas ocasiones la inseguridad, la tristeza, el desánimo, o a través de ella emerge la ilusión, las ganas, la alegría…

Una pincelada de color cuyo propósito es hacernos sentir mejor. No hay más. Para conseguirlo, nos pintamos esa sonrisa de carmín.



  

sábado, 5 de agosto de 2023

Laberintos

 

Quizás sea difícil entender desde las diferentes edades la postura de los otros.

Tal vez todas las generaciones han juzgado a los padres y aunque los hijos les reconozcan valores y derechos en el mejor de los casos no dejan de anteponer su criterio, acertado o no, a éstos.

¿Cómo transmitir lo que sigue sintiendo el cerebro-corazón del supuesto anciano, calificado así por las cifras que atestiguan sus documentos oficiales?

Donde los demás ven arrugas y senectud, existe un alma a la que le cuesta refrenar los impulsos vitales.  En su interior se ve como el joven-adolescente que fue y que trata de descubrir, cada día, una motivación para saltar desde el lecho solitario y echarse a la calle con todas las ganas de que sea capaz, para exprimir al presente borrascoso.

Este mundo no deja de ser un laberinto en todas las edades. Una encrucijada permanente. Todo ser humano pretende encontrar la felicidad, cada uno a su manera.  Nadie vive la vida del otro. Se confunden, aciertan y yerran por caminos desconocidos procurando no perder el rumbo.

Quizás la petición de entendimiento, hoy, sea, que les deis cancha para que sean ellos los que decidan.  Los que separen ilusiones de realidad. Los sueños del mundo prosaico. Los que tiren p'alante, una vez más, sin mirar atrás.

Estad seguros de que saben escoger el buen camino El que les conviene. Aunque la cuesta sea empinada aún tienen capacidades para alcanzar a su ritmo y tiempo, el objetivo que se han fijado.

Cada etapa es una oportunidad para crecer y aprender. Cada uno de nosotros decidimos el con quién, el cómo, el dónde, y el cuándo.

Son muchos los años de rodaje, de experiencias y como alguien dijo: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo". Siempre que no se haya hecho el camino en vano. Añado yo.


miércoles, 5 de julio de 2023

La pregunta

 


Él le preguntó: ¿Tú quieres que estemos todo el tiempo juntos?

Ella echó a rodar la imaginación, contempló la posibilidad y, no dijo nada.

Él le dijo: Estás tardando mucho en contestar. Es una pregunta trampa: No podemos estar todo el tiempo juntos.

Ella contestó: Claro.

Algo parecido al silencio sobrevoló la habitación. Ellos continuaron con la tarea en la cual estaban inmersos.

Ella pensó en los amantes enamorados que nunca se separan: vidas paralelas que dejan transcurrir serenas, uno al lado del otro.

Él dejó a un lado el libro que estaba leyendo; le habló de realidades prosaicas y lo evidente se hizo obvio.

Él había dicho: Qué desperdicio el tiempo en que pudiendo estar no estamos.

Ella pensó, una vez más, en lo incoherentes que son algunos seres humanos.

Después dejó de pensar y se limitó a vivir.

 


lunes, 5 de junio de 2023

Estrenando primaveras

 


Como dos pajarillos posados en una rama, dos muchachos sentados en el banco de piedra gris, acercan sus bocas en un beso que apenas si roza los labios. Después se despegan y dejan el gesto en el aire. Ella, melena castaña que se mueve según gira la cabeza. Él moreno de pelo y ojos directos que miran de frente. Los dos se acercan y depositan un nuevo beso, liviano, frágil.

El cielo encapotado enmarca la imagen del inicio del amor en la ya cercana primavera. La que sienten al tocarse, cuando el pulso se acelera y el presente es un torrente de ternuras. Comienzo de su historia en la mañana quieta.

El autobús arranca y mi cabeza almacena esta viñeta. Bella estampa en la calle madrileña. Es la hora en que los adolescentes tempranos salen de la escuela. Su refugio, el banco solitario, donde, aislados de todo, estrenan emociones nuevas.




viernes, 5 de mayo de 2023

Casilda

 

Casilda tenía un alma blanca. Una rara avis habitando este planeta. Eso le había costado más de un disgusto que a lo largo de su vida había sabido aquilatar.

Al principio le resultó arduo porque buscaba una reciprocidad en los otros. Más tarde supo, que manteniéndose alejada de las persona cuyos mundos rolaban por otros espacios, encontraba su equilibrio.

Un camino que le podría parecer simple a aquel que no entiende de auténtica independencia.

Una actitud vital que la había llevado a separarse de ideologías, manuales y dictaduras del pensamiento, fueren de la índole que fueran.

Ajena a los mensajes que manipulaban cada uno de los sectores de la sociedad, volcaba todos sus esfuerzos en vivir en paz consigo y con el mundo en derredor.

Esto no quiere decir que no supiera defender sus derechos y exigir lo que era de justicia cuando lo creía necesario.

Al fin y al cabo, pensaba, pertenecía a este mundo, por poco que le gustara, y mientras que permaneciera en él, estaba dispuesta a suavizar en lo posible su tránsito y el de las personas que la rodeaban.

En su personal percepción de la vida creía, que, si cada uno de los habitantes del planeta hiciera por mejorar su círculo más cercano, el mundo sería mucho mejor. Sin necesidad de grandes movimientos. Contando únicamente con la buena voluntad de cada individuo.

Una filosofía de vida que mantuvo hasta el final de sus días. Los que la conocieron bien, la admiraron. Los que coincidieron con ella en un trecho del camino, agradecieron su compañía. Los que compartieron con ella retazos de vida, aún añoran la calidez de sus abrazos.

Esos que, decenas de años después de su partida, siguen honrando su memoria y su legado. Enseñanzas que impartió sin violencia. Sin imposiciones. Sin adoctrinar. Enseñanzas que perduran en el corazón de aquellos que la amaron y tuvieron la suerte de formar parte de su vida.




miércoles, 5 de abril de 2023

El hombre en la ventana

 


Érase una vez un hombre que observaba la vida desde una ventana.

Tales cosas, veía, a través del cristal que se mantenía prisionero de un espacio circunscrito a un escaso metro cuadrado, a pesar de la amplitud externa que se abría, ancha y larga, ofreciéndole mil posibilidades.

En sus manos un pequeño artilugio le conectaba con el mundo. Ese mundo que se le escapaba entre las manos y que él buscaba en la letra impresa donde encontraba, a través de la opinión de otros, una verdad sesgada.

Fundamentada en esas opiniones, elaboraba complicadas teorías donde construía sus exactitudes irrefutables.

Absorto en el pequeño visor de cristal líquido ignoraba el paso del tiempo, las personas reales, las oportunidades que surgían y desaparecían en su cielo cómo estrellas fugaces.

Cualquier vivencia propia era enmascarada por las fantasías que poblaban su cerebro.  Algunas personas se acercaron a él con la esperanza de encontrar su mirada perdida. En vano.

En el mundo que él se zambullía cada vez eran menos los que buscaban la independencia y más los que sucumbían al poder irrefutable del reflector omnipresente noche y día.

Adicciones que acaban con la comunicación. Sean cuales sean. Provengan de donde provengan. Alcohol. Tabaco. Drogas. Redes sociales… Caminos sin vuelta atrás. Tiempo irrecuperable. Vacíos que nadie llena. Aislamiento. Soledad que busca paliativos a la comunicación personal.

Esa madrugada, primera de un nuevo año, sucesión de otras muchas, Raquel, huérfana de contacto humano, se debatía en mil conjeturas tratando de encontrar la razón de la sinrazón mientras contemplaba, en la misma habitación donde estaba ella, al hombre en la ventana, circunscrito a un metro cuadrado y a la realidad encajonada en su pequeña pantalla.

Detrás de él, a lo lejos, algunos fuegos artificiales pintaban de color, a retazos, el negro de la noche.

 


domingo, 5 de marzo de 2023

La fiesta

 

Hacía tiempo que no se había sentido tan maravillosa como ese treinta y uno de diciembre. Vestida de rojo, zapatos de tacón, medias brillantes... como su mirada al ponerse la liga. Ah! La liga a juego con la ropa interior que había comprado a última hora a punto de que la tienda echara el cierre.

- Has llegado por los pelos, estamos cerrando- le dijo la dependienta que interrumpió la maniobra y la dejó pasar.

- uf! no sabes lo que te lo agradezco.

Eloísa se fue directa al estante y cogió el sujetador rojo y el tanga que había elegido en el catálogo publicitario.

Cuando llegó a su casa sacó la ropa interior de la bolsa y la dejó junto al vestido, la liga, las medias de red y el colgante con los pendientes aun por estrenar.

Tres horas después, allí estaba, la sonrisa desteñida y el rímel enturbiando la mirada.

De golpe lo que se anunciaba como una noche feliz se había convertido en una bazofia. Las conversaciones se hicieron densas, casi agrias. El ambiente festivo trocó sus galas por ásperas palabras y disputas sin sentido. 

Nunca se había sentido tan sola un treinta y uno de diciembre. Ella sabía de sobra que el sentimiento de soledad nace dentro de cada uno. Aunque a veces los demás contribuían, con muchas ganas, para estropearle las cosas.

El que nada espera nada le falta. Eloísa cometió la torpeza de crear expectativas en torno a una noche perfecta.

Según iba transcurriendo el tiempo se iba sintiendo cada vez más a disgusto. Con los comensales, con su acompañante, con los estúpidos comentarios que hacía la estúpida señora que la miraba con ojos de besugo. Y, sobre todo, con ella misma.

Cuando vio su imagen reflejada en el cristal sintió vergüenza. Qué criatura más patética se dijo. La rabia se apoderó de su entendimiento. Temblando cogió el cuchillo con el que acababan de trinchar el pavo y comenzó a lanzar estocadas a todos los que estaban sentados a la mesa.

Los gritos de sorpresa y dolor enardecían su instinto de venganza.

- Es lo que os merecéis. Lo tenéis bien ganado por estropear mi noche. Vosotros sois los patéticos, no yo. Reíros ahora si podéis.

La sangre que manaba de los cortes profundos empapó el mantel. El cuchillo subía una y otra vez en el aire para caer con redobladas fuerzas sobre los indefensos convidados.

Eloísa contempló su obra y dejó escapar una carcajada. El líquido bermejo había teñido su piel que se confundía con el rojo del vestido.

Se miró en el espejo satisfecha. Esta vez no se sintió en absoluto patética. La noche había resultado excitante. Tan excitante como ella esperaba.

 


domingo, 5 de febrero de 2023

Renacer

 


La muerte extiende sus huestes en avanzada circular. Cerca territorios conocidos.  Contamina. Hiere. Anula. Cada voz conocida se transforma en mensajera de malas noticias. El mundo personal que me rodea es dolor, vidas frustradas, vejez. Caen los amigos en sucesión, abatidos como las fichas de un dominó. Del bosque antes poblado y espeso desaparecen robustas especies centenarias. Nadie escapa al avance del tiempo y a la evolución natural: Principio, desarrollo y fin.  

En este paisaje desolador de anticipados futuros negros, surge el milagro. Un canto a la vida llama a mi puerta. Canto de sirena. Borrachera de los sentidos.  Júbilo y estreno. Renacimiento en plenitud. Emociones y dichas nuevas. Es difícil no dejarse arrastrar por la ola que llega y revuelve, agita y despierta sensaciones dormidas en el alma. El cuerpo hecho campana multiplica en gozo la buena noticia y canta y se alegra. Ríe y vibra. Se regocija. Es la fuerza vital que atropella y dibuja soles irisados en el paisaje presentido del invierno que se acerca.

Hoy, todavía otoño, el milagro del amor retoña con sabia nueva y extiende al aire nuevas ramas que la cabeza atropellan. ¡Bienvenido sea!



jueves, 5 de enero de 2023

El valor de lo ajeno



Muchas veces me he preguntado por qué al ser humano le apetece lo que no tiene. Tantas como lo he observado en diversas personas, distintas situaciones y por diversos motivos.

Lo conocido por muy bello que pueda ser pasa a ser parte de su rutina diaria. Puede ser uno de los paisajes más hermosos del mundo, un cuerpo turgente, un rostro querido, el calor de una caricia, una comida sabrosa... Todos ellos cuando se sienten como una pertenencia dejan de despertar la ilusión o las ganas. Dejan de atraer las miradas.

De ahí, mi particular cruzada. Cada día me levanto con ganas de descubrir el rayo de luz que tamiza mi ventana, la piel caliente que abraza mis horas, las voces queridas que comparten complicidades, el sonido del agua, la música que acaricia y despierta mis sentidos...

Buceo en mi cerebro y le apremio a potenciar la ilusión, el entusiasmo: ¡Sed fuertes! Desterrad lo que con el paso de los años pretende marchitar el valor de lo que está a nuestro alcance.

El ahora no es una posesión de por vida, no es un valor permanente.

Tantos y tan singulares momentos desperdiciados por la constante necesidad de codiciar lo ajeno depreciando lo propio; me hacen tomar conciencia y propiciar mi mirada infantil, la capacidad de asombro.

La ilusión con la que escucho una canción una y otra vez para descubrir un matiz diferente o recrearme en su bien conocida melodía.

El embeleso con el que miro a la persona amada: hago mío cada uno de sus gestos.

La pasión derrochada con las personas queridas que transitan conmigo una parte del camino.

La capacidad de ser, estar y, sobre todas las cosas apreciar cada segundo de mi existencia.

Quizá sea mucho pedir y el ser humano esté condenado a no estimar lo que tiene y a desear lo que no está a su alcance.

Yo confío en conservar la ingenuidad, junto al asombro y las ganas de seguir aprendiendo para valorar lo que tengo, sin anhelar lo ajeno, y que en esta noche mágica se hagan realidad mis sueños.

 


lunes, 5 de diciembre de 2022

Anarquía

 


Cuando una persona vive sola tiende a volverse anárquica. No porque sea desordenada. Ni nadie especial. Ni nadie diferente. Es probable que relaje la disciplina. Eso que todos los médicos, psicólogos y enaltecedores de saludables pautas físicas y mentales recomiendan para mantener el equilibrio tanto en cuerpo como en espíritu. Dicen: «Hay que cumplir un plan preestablecido». Delimitar la hora en que te despiertas, a la que te acuestas y un horario para cada una de las comidas. Y, de esta manera, constreñir el proceso de nuestro tiempo; enmarcarlo de acuerdo a las pautas de producción y consumo de la sociedad actual.

¿Acaso los animales en libertad se marcan un horario? ¿O sencillamente están regidos por la luz solar? El hombre, en el intento de controlarlo todo, no sólo ha pervertido sus propios ritmos circadianos sino también los de los animales cautivos, ya sea en granjas de explotación o en régimen de mascota para su propio disfrute y consumo.

Sabemos que los primitivos homínidos regían su tiempo y sus espacios por la luz solar, igual que los animales. Es decir, cuando despuntaba el alba se ponían en marcha y se dedicaban a buscar alimentos, defenderse de los peligros que les acecharan, procurarse protección de las inclemencias y de los enemigos naturales hasta que el ocaso los llevaba de nuevo a buscar cobijo en su refugio.

¿Qué es lo que rige la conducta de los seres que habitamos este planeta? Desde que los humanos nos hicimos sedentarios cambió el concepto de sociedad y se estableció un sistema en el que nos organizan desde el nacimiento. Someternos a una organización impuesta no supone renunciar a la libertad.

Cada uno de nosotros escogemos, dentro de nuestras posibilidades si rendirnos o batallar. Si proyectarnos como enanos o como gigantes. Hay uno o muchos momentos, donde la decisión depende exclusivamente de nosotros. ¡Ay de aquel que piense que son los demás los que le hacen adoptar uno u otro comportamiento! Culpar al mundo y a sus circunstancias de lo que nos pasa, es la forma más fácil de escapar de nuestra propia responsabilidad por lo que nos acontece en el día a día.

Son muchas las reflexiones que podríamos hacer sobre este asunto. Yo simplemente me remito a mi experiencia personal. Creo que siempre he sido díscola en mis pensamientos y conductas sin exculparme, sin embargo, al achacar a otros las decisiones que he tomado en mi trayectoria vital.

La libertad de acción, después de años sometida a la tiranía de un horario laboral, me permite ejercer, ahora, esa desobediencia sin trabas. Levantarme cuando me viene en gana. Dormir cuando tengo sueño. Comer cuando tengo hambre. Bailar cuando suena la música. Respirar a pleno pulmón o recluirme en mi cueva de ermitaño cálida y confortable cuando el cuerpo lo demanda o la mente necesita reposo.

Es la gran libertad que muchos no toleran, no saben o no pueden disfrutar.

No todos los seres humanos tienen la capacidad de estar en su propia compañía. Es cierto que es muy diferente la soledad buscada a la soledad impuesta. Pero ¿Quién nos impone que tomemos un camino u otro?  El libre albedrío, ese tan difícil de manejar, nos hace capitanes de nuestro propio barco, conductores de nuestras vidas y guionistas de nuestra propia película.

 

 

sábado, 5 de noviembre de 2022

El descorche de la vida

 


Hablaban en clave. Sabían. Conocían por sus experiencias compartidas lo que cada uno añadía a la situación.

Después de la pandemia, Clarisa había florecido con esa lucidez que aportaba su nombre. Aunque nadie, ni siquiera los padrinos de su bautizo tuvieron la clarividencia de adivinar.

Algo superior a sus deseos se apoderó de ella y trasmuto su espíritu en una paleta de colores. Verdes y rosas se mezclaron con los anaranjados fugitivos de la tarde. Espléndidos amaneceres y noche negras cuajadas de promesas mezclaron sus realidades más allá de las conveniencias.

El diálogo surgió fluido. Dos almas que se entienden. Dos intelectos inquietos y cómplices. Generosos y amigos.

A Pascual le sorprende, a pesar de que ella se lo expresa con palabras diáfanas, su latir, su florecer, su explosión cálida y sensual. Espectador-esponja absorbe cada una de las vivencias que Clarisa le cuenta. A través de ella su cuerpo respira. Su mente amplifica su espectro. Sus vivencias se agrandan tomando un giro desconocido. El que ella marca sin pretenderlo y que él sigue con sus cinco sentidos remedando lo que no es capaz de crear.

 El entendimiento es tácito.

    -Soy consciente de que cada uno de nosotros vivimos nuestras propias circunstancias –le dice Clarisa- A todo lo fundamental, a todos los momentos decisivos nos enfrentamos solos. Desde el nacimiento a la muerte. En las grandes decisiones estamos solos. Y solos decidimos, en función de no sé qué aconteceres, tomar una ruta u otra. Tenemos una vida, no renuncio a coger con ambas manos lo que me brinda el destino.

    -¡Haces bien! A mí me tienes asombrado. Desde el corte existencial que nos cercenó a todos la sonrisa, el contacto, el abrazo, la cercanía, tú has respirado con una energía que me desborda, me traspasa y hago mía. Yo soy incapaz de crearla. No me tienta lo desconocido. A través de ti me enriquezco. Tus vivencias son las mías. Entiendo el camino por el que te mueves y me hago cómplice tuyo. Atrapa lo que la vida te ofrece. ¡Vive! ¡Disfruta! ¡No renuncies a nada!

No sé si este diálogo se producía en una confluencia de tiempos y pareceres por ambas partes. Sí sé que Clarisa sintió alivio. Ella había sido franca y abierta en lo que su alma y cuerpo sentían. En su no renuncia a lo que le brindaba la vida. En su seguir la senda que le marca la existencia temporal y transitoria por donde nos desplazamos todos. En saborear el momento.

Clarisa percibió en la sabiduría del hombre, que le hablaba con otro lenguaje, la conformidad, la aquiescencia, la permisividad. Él está en un punto distinto del viaje y aprueba que ella no se pare y siga. La diferencia de años y de proyecto vital, marcan el contraste.

Compañeros y camaradas en algunas etapas pasadas, no pueden compartir la intrepidez del momento, el vértigo constante, el inusitado volcán que trepida en las entrañas y desarbola la vida de Clarisa. Incuestionables señales que resuenan en lo más hondo del alma como una sensación física que corta el aire. Llamada ancestral que sólo tiene una respuesta.

La conversación fluida como desde hace mucho tiempo, descubre la complicidad. Pascual sabe y consiente. Clarisa estrena la vida.

 

 


miércoles, 5 de octubre de 2022

La añoranza es cosa de dos

 



Carmen se enfundó los botines negros, con cordones, de tacón alto. Los mismos que un día lejano la llevaron hasta él. Pasos cortos y ligeros cruzaron la distancia que separaba sus mundos.

El sueño se hizo realidad. La princesa del cuento bailó en el gran salón de columnas con el desconocido.

La máscara. El disfraz. Las palabras ardientes vertidas en el oído. Su mano depositada en la de él como una paloma blanca. Los brazos abarcando su cuerpo en la noche insondable.

Despertar de los sentidos. El temblor. La pasión. El encuentro. La  embestida. Corriente alterna y discontinua que electrizó cada pulgada de su piel.

Se buscaron los labios que añoraban los besos. Se encontraron las bocas, y en el aire palpitó el deseo ocupando veredas de sangre.


2

Los bosques rasgaron el paisaje que adivinaba a través de los cristales. En una sucesión de imágenes volátiles, el tren la llevó a la ciudad de provincias enfundada en sus vaqueros. Él la aguardaba en el andén.

Descendió del vagón temblorosa. Expectante. Él era lo desconocido. La incertidumbre. El reto. Su gran aventura.

A nadie como a él ha amado. Nadie como él trastocó su mundo poniéndolo del revés.

Él era el reclamo y ella la tórtola que acudía al encuentro con los ojos cerrados. Atravesando la meseta de punta a punta, montada en sus botas negras, de tacón alto. Carroza de Cenicienta que al dar las doce volvieron a ser calabazas.

                                                                                          3

El sueño duró lo que duran los sueños. El amor vivió lo que vive el amor. Una historia más de muerte por desidia. Acabado el sueño, se marchitó la flor.

Hoy en su habitación, huérfanos de caminos, los botines se han abierto en tentadora ofrenda y han atrapado sus pies, que envueltos en su calor, la han acompañado a entonar una canción.

Canción que no es suficiente para acallar su voz. La añoranza, está segura, hoy, es cosa de dos.

 

 

lunes, 5 de septiembre de 2022

Café de París

 

 

Hace juego la sonrisa con la impoluta chaqueta y el pelo blanco, que bordea en cuidado corte su cabeza para que no destape el resto de la frente, bronceada como el rostro y las manos, que desliza displicentes acariciando el teclado.

La voz timbrada y cálida, se acopla a las canciones conocidas. A través de su garganta aparece un asomo de Elvis mezclado con un toque de Roy Orbison y otro poquito de Engelbert Humperdinck.

Modula con extremo celo cada nota, dejándola caer lánguida sobre la señora de la pulsera azul y la dentadura perfecta, que le mira encandilada con un gesto de adoración. Él, por cortesía, le dedica apenas unos segundos de atención mientras busca con la mirada “jovencitas de cuarenta” que alegren su lozano corazón aventurero.

Su sueño fue vivir de la música y aquí está, ahora, con sus más de setenta colmados, encubiertos por los afeites que sabe aplicar con arte y que acompaña de impecables ademanes.

El otrora conquistador noctámbulo permanece escondido, agazapado, en algún pequeño entresijo del cantante del Café de París.



viernes, 5 de agosto de 2022

De repente el vacío

 



A las voces de los niños les sucede el silencio que amortaja las horas. Se descompone la medida del tiempo que vuelve a ralentizar sus pasos de minutos contados. 

Es difícil sustraerse al sentimiento de pérdida, breve, temporal, anecdótica. El cerebro recompone su estructura de lógica comprensión y la tristeza se convierte en risa compañera y amiga. 

Retienen las neuronas el recuerdo de los espacios y tiempos compartidos. El alma se alegra y echa a volar al son de su risa contagiosa y al compás de sus juegos. Dulces horas que le cambia el paso a la vida en un sortilegio de danza en el infinito.


martes, 5 de julio de 2022

El encuentro

 


La calentura le duró tres días. Durante esas setenta y dos horas fue como un hornillo de filamento rojizo que alternaba la intensidad de la lumbre que ardía en su cuerpo sin llegar a apagarse. Un desasosiego extraño se había apoderado de sus entrañas, de su espíritu, de su cerebro y de su alma. Ese conjunto que a veces se disgrega en varios entes independientes y que otras, como había sido el caso, se habían juntado en su manera de percibir las sensaciones que le provocaron el encuentro con Fabio.

Por esas fechas parece que había una conjunción de planetas en el cielo. Gabriela no supo a ciencia cierta si esa alineación de fuerzas cósmicas fue la causante, o fue el destino el que guio sus pasos. No era ella muy de creer en esos asuntos, el caso es que la sensación permanece enredada en el acontecer que marca su impronta cada día. 

Desde aquella colisión desconcertante, en que por azares insospechados, sus caminos se fueron acercando hasta converger en la senda común que enriquece sus mundos, Gabriela y Fabio han pasado meses de urgencias y premuras, de cortes y desfiladeros, de lucha y gozo, de alejamientos y cercanías, de finales y comienzos.

Apuestan el todo por el todo en una historia rocambolesca que alimenta su alma y reta al cerebro. Sin expectativas ni metas, circunscriben su amor al momento. Vuelco de sentimientos y realidades subjetivas que nutren, en un reto constante, la conexión y el entendimiento que se ha establecido entre ellos.

     - Caminante, se hace camino al andar – dice Fabio muy consciente de que la vida es lo que es. Que hay que dejarla estar, y de que para nada sirve darle muchas vueltas.

     - Lo que tenga que ser será - añade Gabriela.

Conscientes los dos del juego que se traen entre manos, disfrutan y celebran el hecho extraordinario de haberse encontrado. La vida, es lo que tiene, de vez en cuando, sorprende para bien.

 


domingo, 5 de junio de 2022

Un retrato poco ejemplar



En los tragos largos que ha ido dando a la botella, Antonio encuentra, una vez más, el placer que le producen los vapores del alcohol. Una satisfacción buscada a conciencia. 

Una satisfacción que no encuentra con nada. Cuando el alcohol penetra en su sangre el cerebro bulle, las ideas se aclaran y la perspectiva del mundo cambia.

El ánimo exaltado agita su imaginación y desata su verborrea, ya de por sí proclive y generosa.

"Me siento bien" - Se dice a sí mismo - "Tampoco he bebido tanto".

Después del café pide un segundo whisky para seguir la conversación distendida con el amigo que no ve desde hace meses. Casi siete.

Antonio no necesita excusas para beber. Aunque siempre busca alguna que lo justifique. Le gusta. Así de simple. Lleva bebiendo desde su juventud. Y como dice a todo aquel que le quiera oír: “Yo soy así. Y eso no va a cambiar”

Unas veces bebe como un acto social. Sus héroes del celuloide lo hacían y él los imita.

Las películas de su época estaban llenas de protagonistas que exaltaban su hombría a través del cigarrillo pegado a los labios, las broncas a puñetazos y las borracheras compartidas con el amigo leal, que sellaban el compromiso hasta la muerte.

Otras veces lo ha hecho hasta caerse, en soledad, para curar las heridas. Heridas que no sanan por mucho alcohol que les eche.

La mayoría de las veces, bebe porque sí. Porque forma parte de sus hábitos y costumbres. Su carta de presentación al que no le conoce, nadie dirá que no le advirtió, es: “Estoy mayor, tengo disfunción eréctil y soy alcohólico”

El que se acerca a él tendría que saber que no es una ironía. Aunque en ese momento, sus modales impecables, su conversación inteligente y su mirada profunda lleve a pensar que es un juego, es la pura verdad.

El día de después es otra cosa. Con los años su cuerpo aguanta menos. Alcanza el umbral de la borrachera muy rápido y en cambio superar la resaca le lleva muchas horas. A veces, días enteros. La lengua espesa se pega al paladar, el cuerpo no responde y al cerebro embotado le cuesta pensar.

En esos momentos, a veces, le entra "la murria" como él la llama. Cosa que no le preocupa. Compañera vieja de fatigas sabe cómo amansarla. Mitiga sus efectos metiéndose en la cama todo el tiempo que considera necesario, bebiendo mucha agua y fumando un poco menos.

Cuando recupera su normalidad se incorpora de nuevo al mundo, donde, en un breve o largo periodo, dependiendo de los efectos que le haya causado su última cogorza, vuelve a repetir el esquema.

Al fin y al cabo, como Antonio dice, la vida es breve y nadie sabe cuál es su último día. ¿Por qué tendría que dejar de hacer lo que le gusta?

Exultante por la vivencia que acaba de compartir con su amigo y tras despedirse efusivamente con la promesa de repetir el encuentro, enfila con pasos bamboleantes la acera mientras escucha y observa, dentro de su nebulosa, cualquier persona o situación que le propicie la ocasión de intervenir, dándole así la oportunidad de continuar su inagotable cháchara.

La caída se desencadena como una consecuencia lógica, enfrascado en su monólogo interior no ve la diferencia de altura en la acera, tropieza y cae estrepitosamente.

Rodeado de la gente que ha acudido en su ayuda, mira desde el suelo el corro de caras recortadas sobre el cielo azul y piensa, una vez más.

 -Uno de estos días, definitivamente, tengo que dejar de beber.

 

  

viernes, 6 de mayo de 2022

Aunque no lo parezca

 

A Consuelo siempre le ha costado vivir. Desde que fue consciente de que el alma duele más que el silencio. Desde que supo de la pérdida. Del desarraigo. Del sufrimiento. Desde que fue consciente de que el mundo aúlla como un perro en la oscuridad. Le costó vivir. Aprendió a hacerlo. Y emprendió caminos surcando mares de sueños. No se engañó entonces ni lo hace ahora.

Conoce lo que sucede a su alrededor, y a pesar de ello, remonta y alza el vuelo. Dibuja sonrisas. Presta atención a lo pequeño. Arma de coraje los días. Tiembla de amor en los encuentros. Susurra al oído del que sufre. Alimenta el tiempo del placer. Espolea sus extremidades para que obedezcan. Las empuja a que se muevan y bailen la danza desordenada de las horas. 

Siempre le ha costado vivir. Poner en pie el día y conseguir que camine. Ejercicio que practica a diario con gran empeño. A cambio encuentra pequeñas grandes victorias que compensan su esfuerzo.

Siempre le ha costado vivir. A pesar de ello es la mejor vividora que conoce. Acepta el devenir de los hechos. Se apoya en su entramado particular para exprimir cada momento, forjando sendas, en el bosque ancestral donde germina el futuro.

En esas está. Cumplidora de su mayor precepto. Ser consecuente. Trenza retazos de realidad con entramados de quimeras. Con la firme decisión de ser fiel a sí misma y apurar los años que le quedan.

Sin perder de vista las circunstancias que sacuden el mundo, una vez más, enarbola la sonrisa por bandera y pone en pie, el día que comienza.


 

martes, 5 de abril de 2022

Señas de identidad

 


Desde su más tierna infancia Ramón ha escapado de las asociaciones. Cuando todos los niños del patio se reunían formando cuadrillas, él se perdía en su ensoñación particular prendido de cualquier circunstancia que llamara su atención.

Podía ser la caída de una hoja que entretenía la mirada, el vuelo de un pájaro, las caprichosas formas de las nubes, o el estallido luminoso que atravesaba una rama en la perpendicular de un rayo de sol.

Su mayor seña de identidad era la independencia. Independencia de modas, slogans, grupúsculos y corrientes de cualquier clase o manera.

Bajo su punto de vista, limitarse excluyendo al resto, era disminuir su mundo. Ceñirse a un solo arquetipo de música, a una forma de vestir o a una exclusiva forma de percibir la realidad, le hacía sentirse empobrecido. A él no le interesaban las agrupaciones que pretendían controlar el pensamiento y hacerlo común y unitario. Ramón iba más allá, buscando en el encuentro con los otros una respuesta, una motivación, algo que le hiciera crecer y proyectar su esencia en múltiples y diversas facetas, sin importarle qué persona se lo pudiera ofrecer, ni su condición. Lo único que le interesaba eran los conceptos, la imaginación, la inteligencia desbordada en proyectos y sueños.

Demasiadas veces habían querido constreñir su libertad. En la escuela, marcándole conceptos irrefutables. En el gusto musical cuando había que decantarse por un estilo, compositor o época obviando al resto. Con la indumentaria que marcaba tendencias y que había que adoptar para ser aceptado por la sociedad. En la literatura, donde había que escoger entre un autor u otro, una generación u otra, una procedencia social o un círculo correligionario. No digamos ya en el deporte, en la política o en la religión, donde pertenecer a uno u otro clan era casi cuestión de supervivencia emocional y física a veces.

Bajo su punto de vista de todo se puede aprender, tanto de lo bueno como de lo malo. De ahí que Ramón extraiga lo mejor de cada uno. Siempre hay sorpresas escondidas en cada movimiento cultural, generacional o filosófico, por muy dispares o negativos que parezcan. A Ramón, le emociona descubrir individualidades dentro de la marea de seguidores de cualquier culto, conveniente al poder, que utiliza en su servicio a las personas gregarias seguidoras de lemas y consignas.

Nada hay blanco o negro y Ramón huye de los extremos. Disfruta la gama de grises que cualquier situación le puede ofrecer. Le ocurre igual con las personas, los países, las comidas. En todos ellos encuentra diferencias y estímulos que le aportan un disfrute, una complicidad, una pasión. De ahí su dificultad para vivir en un mundo en el cual son imprescindibles las etiquetas. De ahí su huida de grupos e imposiciones. De ahí su búsqueda de la libertad de criterio. De ahí su tranquilidad de espíritu, insobornable y feliz, que campa a sus anchas, como un lobo solitario por la estepa.



sábado, 5 de marzo de 2022

La ley del embudo

 


Las grandes diferencias no las marcan distancias geográficas, ni valles insondables, ni tan siquiera, los saltos generacionales.

Las diferencias se implantan cuando algo muy esencial en el componente de cada individuo chirría ante una situación que para el otro puede ser, incluso, dramática, por la indiferencia del supuesto amigo, cómplice, amante, compañero...

Un auténtico problema de encaje puede comenzar por algo que a primera vista parece trivial. Anecdótico. En realidad, es la punta del iceberg que asoma para advertir a navegantes desprevenidos de la profundidad del escollo, a veces insalvable.

Puede ser un "por ahí no sigas" espetado bruscamente en referencia a un veto sobre lo que se puede hablar o no.

Sin caer en el fanatismo-despotismo-intransigencia, es difícil cerrar el paso al contraste de pareceres. Al intercambio de ideas. Por muy diferentes que estas sean. Al respeto por el pensamiento ajeno.

En otras ocasiones, basta un: ¡Para! dicho en un tono tan abrupto, que no da opción al libre ejercicio de la conversación, polarizada por uno de los interlocutores.

Se manifiesta entonces, de una manera totalitaria la falta de tolerancia con el, o los individuos, que no opinan igual.

No importa que el tema sea físico, mental, existencial, político, económico o simplemente vivencial.

Añoro las respuestas medidas. Sopesadas. Ecuánimes. Controladas por ambos interlocutores. Donde se puede establecer un diálogo fluido. Contrastado.

Incluso desde el desacuerdo, en cualquier terreno, se puede aprender, acercar posturas, o contemplar, sin rechazo a priori, otro punto de vista. Sin que nadie agreda a nadie mediante la palabra, el sarcasmo, la desacreditación o directamente con la imposición del silencio.

Las diferencias enraizadas en lo más profundo, a veces, afloran en un gesto o una palabra, que sirve de aviso para saber que nos estamos adentrando en aguas profundas. Territorio hostil que puede hacer zozobrar la embarcación.