sábado, 5 de diciembre de 2020

La esperanza es lo último que se pierde

 

He emprendido tantos caminos distintos cuando en realidad era el mismo. He asumido destinos sin llegadas, sendas sin final, he hablado con montañas y cascadas y dormido en el frescor de los ríos.

Cada paso un nuevo reto, cada intención un nuevo desafío. Ahora toca desdoblarse de uno mismo y buscar sin angustia la salida. Muchos, demasiados, estamos en lo mismo. En descubrir cada mañana una nueva aurora, en acallar en los oídos los lamentos, en defender con las manos cada conquista.

Nunca antes se libró una contienda quedándose replegados en casa, como en ésta. Las vanguardias avanzan día a día. Sus armas, respiradores, guantes, mascarillas. Su victoria personal, mantenerse en pie hora tras hora.

El adversario no dispara balas, ni atruenan los cañones. Es la muerte silenciosa la que barre las calles masacrando sin piedad. Pavorosos dementores roban el aliento a sus víctimas hasta extraerles el último suspiro.

Se han hacinado los cadáveres sin dueño, se ha llorado sin consuelo en las no despedidas

Y continúa el conteo diario de los muertos.  

La naturaleza sigue su curso, ajena a lo que no le afecta. Estalló radiante la primavera, abrieron las primeras lilas de abril perfumando el aire, maduraron los frutos, rompieron los arroyos la escarcha de invierno y corrieron salvajes y desordenados por verdes praderas brillando al sol.

Pasó el verano con su engaño particular de cielos azules y playas blancas, espejismo volátil que endureció la reyerta.

En el ciclo imparable ha vuelto el otoño y nada ha cambiado. Seguimos batallando en las mismas trincheras, con la misma escasez de armas.

En este encierro planetario, cobran protagonismo los animales, las palomas se apoderan de las ciudades y algún que otro lobo humano aprovecha para atacar a su propia manada.

Todo se ha quedado colgado. Tareas a medio hacer, proyectos inacabados, fábricas paradas, aviones en tierra, barcos varados, trenes sin pasajeros que se arrastran como gusanos desorientados.

Es el mundo de hoy defendiendo al del mañana. La humanidad entera enfrentada por primera vez a la misma ofensiva. El contendiente común se solapa en angosturas milimétricas y cabalga atravesando fronteras, inexistentes o no.

Atraviesa mares y océanos, desiertos y selvas, cercando a la civilización, su único objetivo. Un ataque frontal a la especie que, a todos, sin excepción, nos afecta.

El planeta se sacude de tanto peso sobre su piel rugosa, de tantas bocas que esquilman sus campos, de tantos cerebros que incuban ideas de destrucción masiva. La naturaleza responde al asalto sostenido y se pone en pie de guerra. En esta lucha sin cuartel debería imponerse el bien común tras millones de muertes, destrucción de la economía, desplome y resurgimiento, dolor y aprendizaje.

Después vendrá la tregua, se pactarán las condiciones. Cuando el enemigo caiga sojuzgado tocará la reconstrucción. El empuje del individuo que haya sobrevivido tendrá que unirse a otros hombres, sin importar color, ideología política, estatus social, raza o lengua.

Deberán aprender la lección de que la unión hace la fuerza, y llegará el momento en que salgamos a la calle de puntillas, que los enfermos no desborden los hospitales, que vuelva a ponerse en marcha el universo actualmente en suspenso.

Deseo con todas mis fuerzas que el esfuerzo de los profesionales, la entrega de los humildes, el sufrimiento de las víctimas, el valor de los que mantuvieron la maquinaria al ralentí jugándose la vida, sirva de lección a los políticos actuales de todas las naciones, a los pueblos de todas las edades y más que a nadie a los niños, semilla gloriosa del mañana.

Si ellos, en sus impresionables cabezas imprimen esta terrible experiencia como acicate que les lleve a crear una sociedad mejor... Cada muerte. Cada lágrima. Cada esfuerzo. Cada silencio. Cada pérdida. No habrá sido en vano. Su sacrificio habrá merecido la pena 



jueves, 5 de noviembre de 2020

Guerrera de agua y luna

                                  



Tiene callos en el alma de aguantar los embates de la vida. De resistir. De andar por senderos polvorientos con sandalias desguazadas.

Se ha forjado en cien mil batallas en su largo espacio de vida. Ha caído y se ha levantado otras tantas veces, construyendo fortalezas donde no las había.

Ha aprendido a forjar su destino en solitario. Conversando consigo. Sacando fuerzas de flaqueza. Cantándose en silencio o gritando a voces su impotencia.

Pasión, tiene callos en el alma, por eso ya no le duele, y si le duele se aguanta.

Abre los ojos y se obliga a vivir con ganas. A caminar contra vientos y mareas. A poner en pie el ahora y salir a su encuentro. Es maestra en construir apoyos. En restañar heridas. En deconstruir tragedias. En partir desde la nada y a costa de esfuerzos, alcanzar la meta.

Pasión tiene callos en el alma y en la cabeza. Eso la hace más fuerte. Cuando la vida aprieta, cierra los puños y se lanza sin pensarlo a ella.

Con la frente bien alta y la mirada serena. Con una melodía en los labios y una sonrisa, que estrena cada mañana cuando atraviesa su puerta.

 



lunes, 5 de octubre de 2020

Días de estreno

                                    


Nuevo día, nuevos comienzos y la risa alegre de los niños alborotando el tiempo. Cruzan veloces las nubes y un airecillo fresco recorre como una caricia sus cabellos.

La mañana diferente esparce su esperanza al mundo cual semillas de futuro que germinan en los sueños. 

Todo ha cambiado en este despertar en que los niños acuden con ilusión al colegio sin importar que una máscara dificulte sus movimientos.

Ahora son, más que nunca, ojos abiertos que miran a su alrededor construyendo el futuro que solo a ellos pertenece. Nuestro privilegio es verlos avanzar sonriendo.

Comienza una nueva mañana, se estrena un día nuevo y la vida con toda su fuerza levanta el vuelo.



sábado, 5 de septiembre de 2020

Hormigas


Con este ardor de hormigas rojas que recorre mi cuerpo es imposible dormir, el desvelo se adueña del instante temprano enganchado a las manecillas del reloj.

Todo se queda quieto, el aire gordo del verano madrileño acorrala la certidumbre en pausa del pensamiento.

Escucho el apenas perceptible recorrido de la sangre por el cuerpo, la lumbre que reverbera caliente, que aplasta la voluntad y el movimiento.

Nada se puede hacer, salvo permanecer estática como la tortuga en la roca, sin mover una pestaña, para ahuyentar cualquier signo de combustión.

Tórrido verano que cerca como un amigo incólume al desaliento.

Batalla por ganar en el resistir diario que a veces desorienta y duele como una herida vieja.





miércoles, 5 de agosto de 2020

A mi madre


    


Verano, mes de julio. El calor cerca las casas zumbando como un enjambre de abejas. En la penumbra del cuarto, resguardado del resplandor que abrasa los ojos, donde apenas unas horas antes, se ha colado la vida de rondón, caracoleando en el pelo ensortijado de la niña que ha roto la mañana con un grito carmesí, descansa, exhausta, una mujer.

Una vez más ha llevado su cuerpo al límite en contra del criterio médico. Nueve meses de larga y metódica espera, aunque esta vez, al contrario de las anteriores, su embarazo ha transcurrido sin sobresaltos, como si se hubiera establecido un pacto de no agresión por parte de la criatura que crece dentro de ella. Las advertencias del riesgo de muerte si volvía a quedarse encinta cayeron en saco roto ante la premura del amor y los años jóvenes que rompían las esquinas del deseo.

Y una vez más el milagro de la existencia cuajó con determinación afianzándose en sus entrañas, y ahora, allí está, blanca como la arena del mar, relumbrando entre sus brazos, enganchada a su pecho, prendida de sus ojos, afianzando el vínculo que establecieron desde que sintió el primer latido en su vientre.

Lazo indisoluble que persistirá desde entonces y hasta siempre, abarcando más allá del umbral de la muerte.

La voz que mece su cuna alfombrará su adolescencia, acompañará años de complicidad y risas, de lágrimas y desconsuelo, de finales y principios, de aventuras y sueños.

La mujer arrulla a la niña al son de una cadencia que trepida por la sementera, sudor caliente de julio baña el quicio de la puerta, recostada en la penumbra, la madre, rumor de noches y alcobas, amamanta a su pequeña.  


domingo, 5 de julio de 2020

Continúa la vida imparable

      
                         
A la luz de nuevas promesas abre los ojos el día, nada hay nuevo bajo el sol, la primavera estalla en un insolente despertar bajo el cielo impasible mientras los humanos sueñan caballos de plata surcando libres las llanuras, mares turquesas y montañas verdes se acurrucan en sus ojos. Donde el corazón nos lleve, ahí nos encontramos.


viernes, 5 de junio de 2020

Mariquilla 3 - Final




Mariquilla salió con fuerzas renovadas tras el descalabro sentimental y la fase de luto, en la cual, con un temporal sentido trágico-literario, deseó morir.

La rebeldía empujaba su barco, surcó mares y cielos, tormentas y amaneceres. Estimulada por Eros y Atenea, abrió su corazón al presente en una suerte de juego festivo que colmaba sus ansias. ¿Su fuerza motriz?: Alcanzar la meta. Meta que vislumbraba con claridad dentro de su cabeza.

Ya no era la chiquilla apabullada, ni la adolescente enamoradiza, ahora se reconocía una mujer en plenitud. Su físico rotundo y seductor asentaba sus cimientos sobre un bien orquestado cerebro. Ésa era su mejor baza. Pocos sabían de su mundo oculto.

Aprendió a ver, escuchar y callar. La mejor forma de experimentar y no destacar de la masa gris de su entorno. Algo en su fuero interno la movía a protegerse de la gente, desconocía el motivo, pero estaba convencida de que todo tenía una razón.

Alcanzaba, eso sí, a discernir entre las encrucijadas que le planteaban y escoger lo mejor que se le ofrecía, descartando con energía a los fariseos de ánima negra. Cada jornada un flamante comienzo. Cada oportunidad una nueva aventura. Cada nuevo encuentro la posibilidad de desdoblar la cruz de los mapas y redescubrirse en otras miradas.  

La respuesta le llegó no tardando mucho, una mañana viajera, descubrió el paraje más bello jamás soñado. Valles verdes, altas montañas, ríos caudalosos y cielos bruñidos de azul. De la cabaña de madera salía un hilillo de humo que rubricaba la escena. En el terreno colindante un horno de piedra, una huerta bien trabajada y un sendero que bajaba a la playa escondida entre rocas.

Decidida subió al pueblo cercano y preguntó por la propiedad. Quería saber todo, a quién pertenecía, si vivía alguien en ella, y, sobre todo, si era factible su compra.

Los Hados le fueron propicios. Tantas veces se había sentido afortunada... Percibía una fuerza protectora que permanecía a su lado desde que inició su andadura por la Tierra y que la acompañaría siempre, en todas las circunstancias.

El resto fue fácil, hablar con el Banco, redirigir a sus clientes, comunicárselo a sus gestores, adecuar la vivienda a sus gustos y necesidades y hacer acopio de todo lo necesario.

Cuando estuvo lista, trasladó muebles y enseres personales. Lo más difícil fue el piano. El resto de sus instrumentos musicales guardados en fundas y cajas llegó sin novedad junto al caballete de modelar y las piezas a medio concluir. Las terminadas, que compondrían parte de su próxima exposición, estaban a buen recaudo en La Galería.

Colocó los libros en la biblioteca que ocupaba toda la pared. Repartió cuidadosamente cada cosa por las diferentes estancias, cajones y armarios. Organizó de sol a sol en jornadas cantarinas disfrutando el final de su esfuerzo. 

Contenta con el resultado y después de revisar su obra, se sentó en el escritorio al lado de la ventana que le permite mirar a lo lejos, buceando en su mundo interior, antes de verter sobre las páginas  en blanco historias y personajes que cobrarán vida a través de sus letras. 

La chimenea chisporrotea risueña y la casa entera la reconoce como dueña. Los árboles centenarios, centinelas majestuosos, mecen su cabellera al viento. Mariquilla respira a fondo el aire húmedo y sonríe. La claridad ensalza su figura recortada contra el fondo del valle. Alguien, una sombra aun, avanza seguro por el camino siguiendo la señal.




martes, 5 de mayo de 2020

Es preciso




Se desliza el tiempo sigiloso ocultando el paso de los días. Nada rompe la monotonía salvo el vuelo libre de los pájaros surcando el cielo.

Es preciso reconducir los pensamientos y volar tan alto como ellos hasta donde las alas nos den. Hasta dónde el espíritu nos provea del alimento esencial.

Volar al país de praderas verdes y cascadas blancas. Caminar desnudos entre los árboles y bañarnos en playas doradas al sol del estío. Es preciso, mi amor, recuperar los sueños.

Ahora, que el embate de la vida nos roba las horas que nos pertenecen en este último contar de los años. Preciso es alzar la cabeza y no rendirse.

Precisó acunar al niño interior entre los brazos y mitigar sus miedos. Preciso descubrir cada amanecer tu sonrisa junto a la mía y marchar de la mano hasta donde habita la esperanza.

Preciso es, permanecer.



domingo, 5 de abril de 2020

Todo en la vida nos prepara para el paso siguiente


Hoy tengo que escribir sobre lo que no quiero, hoy se me desgarra el alma en cada trazo.

No quiero ser altavoz de lo que sucede, ni multiplicar en mi voz tanta desgracia, resuena en mi interior cada sollozo, lloro cada pérdida, cada despedida sin nadie que pueda dar consuelo o acompañar en sus últimas horas a los muertos. 

Peleo junto a los que a costa de su exposición, mantienen el motor del país en ralentí, trabajando a destajo en hospitales, supermercados, centros de alimentación, cultivos, servicios de limpieza, cadenas de transmisión, repartidores, policías, laboratorios, investigadores, militares, fuerzas de seguridad, industrias, carreteras, voluntarios que acuden allá dónde se les necesita. Todo por el bien común. Jugándosela en su apoyo a los días de encierro solidario. Sin ellos no sería posible.

Los políticos son un capítulo aparte. Se equivocan, aciertan, manipulan, engañan por nuestro bien (dicen), y para colmo, se pelean entre ellos. Desbordados por su propia imprevisión andan como títeres desmochados buscando la panacea. Ojalá esto sirviera para unir al mundo, porque de normal, cada uno va por su cuenta.

Se multiplican las escenas en mi cabeza y el alma se anega de pena. Nada puedo hacer, sino permanecer entera librando mi propia batalla, aislada. Es mi humilde contribución a la gran tarea que hoy asume el orbe. Mantenerme sana, en casa, sin dar más trabajo a los sanitarios ni más preocupaciones a los que me quieren.

Debo alejar los malos pensamientos, los que no favorecen a nadie, los que se cuelan sin querer en el entendimiento. Los que merman las fuerzas, los que atacan al sistema inmune bajando nuestras defensas.

Ahora toca ser más fuertes que nunca, más fríos, más distantes. No podemos extrapolar el sufrimiento magnificando lo que ocurre, por mucho que nos duela. Lo que está sucediendo, por sí mismo, es más que suficiente. Ahora es el momento de poner distancias, y saber que lo que sobrevenga, va a pasar, con nuestra aquiescencia, o sin ella.

Nuestro mejor aporte a esta contienda, es mantenernos a salvo, de cuerpo, corazón y mente. Nuestras armas, la alegría. Parece mentira, decir alegría en este momento suena a ofensa. Pero no, es la mejor manera de honrar a los fallecidos y de apoyar a los vivos, que día a día se entregan a fondo, dejándose en ello la piel, arriesgando su propia inmunidad para salvar todas las vidas posibles.

La mejor defensa es traer la alegría a nuestras casas y junto a ella, la esperanza y la fe. Fe en la humanidad, en la especie humana que todo lo supera, y cantar y reír a carcajadas con cualquier simpleza y bailar como peonzas locas y resurgir cada día con fuerzas nuevas. Abrir los ojos al mañana acumulando energía para sofocar el dolor y la rabia, la impotencia, la tristeza. 

Hoy, todos somos uno en este cuerpo gigante que es la Tierra, luchando a brazo partido contra el enemigo sin rostro que vulnera la seguridad de nuestro planeta.







lunes, 9 de marzo de 2020

Mariquilla 2

(Continuación)


Un día por arte de birlibirloque su actitud cambió. Un giro inesperado en la veleta, un vuelco de aire y su conducta cambió rotundamente. La chiquilla tímida que se escondía tras cualquier disfraz se abrió igual que una granada madura. 



Ya no le importó que su tez se arrebolara ante las personas que la sorprendían. Miró de frente, retiró el pelo de su rostro y permitió que su vista paseara por el mundo que la rodeaba. 

El ser sumiso y apocado que se camuflaba buscando camaleónico las esquinas y el sesgo de las paredes, dando la espalda a la vida, irrumpió como un viento solaz caliente y aventurero, la cara al descubierto y las manos ávidas de atrapar sonrisas.

Así le conoció una mañana florida del mes de Abril, tiempo en el que los amorcillos despiertan del letargo y lanzan sus flechas en busca de algún corazón abierto a la llamada.

Le amó sin ataduras, como sólo se ama la primera vez. Entregada y anhelante buscaba su presencia las veinticuatro horas. 

El cuerpo adolescente despertó y se dejó inundar por el río de fuego que corría por sus venas. Temblaba al menor contacto de sus dedos. Saboreaba cada uno de sus besos traspasada por el deseo. Unidos recorrían el camino del amor que nunca se olvida.

Tal vez su relación habría durado eternamente, como cantan los viejos boleros. Quizás habrían sido de esas parejas que se conocen desde siempre y que transitan juntos adolescencias y madurez sin más cota de comparación. 

Embebidos el uno en el otro queman etapas curándose las heridas y alimentando su convivencia son la seguridad de los años de práctica. Ya lo dice el dicho “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”

Pero los dos eran aves de altos vuelos y avistaban su horizonte lejano.  Ninguno se quedó con la naricilla pegada al cristal mirando lo que contenía el escaparate. 

Ambos cruzaron el umbral de la puerta para saborear con deleite las muchas y distintas ofertas que la existencia ponía a su alcance, y emprendieron cada cual su camino dejando un “hasta siempre” en el aire, como un pañuelo de esperanza tremolando en su ventana.

(Continuará)


sábado, 8 de febrero de 2020

Hivernación



Renazco con la claridad brillante del casi recién estrenado nuevo año, desde el solsticio me llega la bienvenida. Enlaces luminosos. Atrás quedaron los días de candileja agonizante.

No es la diferencia de horas, es el esplendor singular del fulgor naciente que pone brillos en el éter. 

Chispas mis ojos, alas mis piernas, motor mi corazón y unas ganas tremendas de salir y comerme la vida a dentelladas. 

Ganas de mover la cintura, de batir el cobre y alzar la voz, de bailar al ritmo de este mundo, que de nuevo retoma, bañándose en la llama cálida del sol que emerge en una nueva aurora, dicha y pasión.

Hoy la luz tiene otro color, se resbala por los edificios, se mira en las ventanas coqueta y destella en los escaparates como un recién nacido que ilumina el planeta.

Llegó el momento de desperezarse, sacudir las pestañas del letargo y proyectar el alma al aire tremolando en una canción. 

Canción de sueños y esperanza, de amor y calma, de armonía y valor.

Vibra la vida, y con ella, vibro yo.


domingo, 5 de enero de 2020

Noche de Reyes


Esta es una tarde noche especial. Es la tarde noche en la cual la ilusión se abre camino en el mundo materialista que escupe mordazas a los corazones nobles. Es la tarde que precede a la noche mágica donde florece la confianza. Donde las pupilas se dilatan al compás de las estrellas. Donde el amor se hace dueño y habita. En todos los rincones del país las calles se engalanan, la música trepida y la mente y el corazón se hace niño. Una vez más retorna a los momentos en los cuales, en aras del amor, bailaba al son de la infancia.

Esther después de un día duro ha conseguido llegar a casa. La lluvia bate con furia los cristales hecha música tras meses de sequía. Ha entrado como una bendición barriendo la ciudad de norte a sur. Limpiando plazas y avenidas, dejando la suave humedad penetrar por cada poro de la piel.

Con el alma aleteando como una mariposa percibe el sortilegio que se acerca. Siente la oleada de esperanza que se expande por la tierra. Es cinco de enero. La noche de los sueños. La noche mágica. No en balde fueron magos los reyes que acudieron a Belén. Más magos que reyes. Los mismos que hoy nos brindan en estas horas trepidantes el palpitar suave que atenaza las gargantas.

Esther puede tener noventa años o nueve. Puede tener siete o setenta. Ella está dentro del más amplio abanico de edad que se os ocurra. Desde el más longevo habitante de nuestro país al incipiente recién nacido que olfatea en el aire las emociones que le envuelven.

Al llegar a casa, ha encendido el árbol que tintinea en mil colores refulgentes, ha escurrido la ropa, ha extendido el paraguas y se ha conectado a través de la pantalla. Una pantalla que hace de polarizador y transmuta emociones paladeadas en sus más bellos años, cuando hecha un manojo de nervios se zambullía en la Cabalgata.

Navidad tras Navidad disfruta del día más feliz, donde la magia cobra vida. Donde los sueños se cumplen. Donde se olvida la realidad para sumergirse en la infinitud de la fantasía. Ese mundo legendario donde tendríamos que permanecer, alejados del que llamamos verdadero y que acaso no exista. Ese otro que tal vez sea solo una proyección de no sé qué ansias de sentir. Ansias de vivir lo inesperado. Una cierta adicción a la adrenalina de este cuerpo físico que contiene al espiritual que brinca y baila, que sueña y estalla, que reluce e irradia amor.

Quizás es lo que somos, lo demás son piruetas existenciales, proyecciones, aventuras. Eso piensa Esther sentada en el sofá. Con las luces del árbol reflejadas en sus ojos. Con el alma abierta al mundo que los empedernidos pragmáticos pretenden desterrar a base de boicots, soterrados o no, a las fiestas de la luz.

- En estas ganamos todos -se dice -En las otras, ganan las minorías que se lucran a costa del daño que infringen. Por mucho que pretendan acabar con ellas esgrimiendo que es pura comercialización, estas Fiestas son un canto al amor, donde los fuegos artificiales son salvas de pólvora coloreada que pintan el cielo en racimos de flores. Los que mercadean con el mal instauran fuegos que no son de artificio. Bombas racimo que destrozan cuerpos y pueblos, que destruyen vidas y generaciones para enriquecer a las grandes compañías. Los que trafican con armas y propician guerras. Monumentales laboratorios que fabrican medicinas para una población que ellos mismos enferman. Altos estamentos que controlan, machacan y asolan países mientras ellos se enriquecen.
           
Esther abre los ojos y deja que la nube negra que ha entrado por un momento en su pensamiento se vaya lejos. Centra su atención en las imágenes de vivos colores, destapa una cerveza y brinda por esta humanidad que por unos días sacude el dolor, se envuelve en risas y deja que los niños sean los motores de la existencia.