miércoles, 5 de enero de 2022

Mañana todo es posible

 


El zumbido sordo que perciben los oídos aumenta su melodía monocorde en un crescendo intenso que invade el cuerpo como un tsunami. Tiembla de pies a cabeza contagiado por la vibración que le transmite el entorno, Óscar cierra los ojos y aprieta los puños con fuerza. No es crispación, tampoco se le puede llamar miedo al sentimiento que invade su alma. Analiza la situación con frialdad. Numéricamente todo cuadra. La aventura que va a emprender es algo que ya han experimentado miles de personas antes, incluido él mismo. 

Si no fuera por la situación externa que rodea su viaje no tendría el sabor metálico en la saliva ni el rictus seco de mandíbulas apretadas que adivina en su cara, junto al expectante cosquilleo en el estómago que siente entre las costillas como una cavidad hueca y profunda.

La misión que le han encomendado, no por deseada, deja de ser un disparo hacia la nada, una apuesta descabellada que Óscar ha asumido con la gravedad y la energía que requiere la empresa. El proyecto se ha llevado en el más absoluto secreto. El puñado de científicos que lo diseñaron ha trabajado en el laboratorio fuera de horario, saltando los estrictos controles, buscando subterfugios para cada uno de sus movimientos, enmascarando los avances diarios y conservando a buen recaudo los logros conseguidos.

El más osado, David. Él es el que trabaja en el equipo que ensambla los paneles metálicos una vez acabados los entresijos, montadas las piezas, supervisado el anclaje y comprobada la respuesta de cada una de ellas. Él es también el que ha encontrado la manera de camuflar el verdadero objetivo de la misión.

Tienen que extremar la cautela no sólo en los preparativos, que se han cumplido según lo planificado, sino para no ser descubiertos en ninguno de los tramos sucesivos que irán alcanzando. Han de alojar y desalojar su preciosa carga sin despertar sospechas y seguir efectuando viajes en las mismas condiciones. De ello depende el éxito o el fracaso.

Su optimismo impenitente le lleva a afrontar los retos con una sonrisa sin pensar en los riesgos. La inteligencia al servicio del corazón y la razón guiando sus pasos. 

        - ¡Mañana todo es posible! -asegura con la certeza de un visionario- Si el presente nos traiciona volviéndonos la espalda, solamente hay que dejar que transcurra, dejarlo marchar y dar paso a la esperanza que germina en las sombras como una semilla de luz escondida en la tierra.

David sabe bien de lo que habla, muchas son, en sus cortos veinte años, las adversidades con las que ha tenido que luchar. Gracias a su entusiasmo y valor, unido a un ánimo irreductible, ha conseguido remontar y salir de la corriente de ostracismo que inunda el mundo.

Consiguió contactar con grupúsculos perdidos entre la marea de adictos. Individuos desobedientes al sistema que enarbolaban la bandera de la rebelión contra el orden que implanta nuevas consignas para acabar con aquellos que burlan sus leyes.

Si no lo consiguen por las buenas, lo hacen por las malas. Desde la cuna a la tumba. En las escuelas o en las cárceles. A través de la propaganda subliminal o descarada. Con la represión directa y brutal o con métodos sinuosos, desactivan la memoria colectiva.

Durante milenios se han dedicado a suprimir concienzudamente todo vestigio que pueda despertar en la adocenada humanidad cualquier atisbo, cualquier retazo de pensamiento que induzca a imaginar la Navidad.

Comenzaron por imponer penas severas a los que siguieran la tradición pagana de adorar ídolos. Toda representación, ya fuera imagen, dibujo, efigie, retrato o escultura fue perseguida, requisada y destruida.

Para ello crearon las llamadas C.L.S.V.F. Comisiones Limpiadoras en Salvaguarda de la Verdadera Fe que con el poder que les da la fuerza, confiscan y arrasan invadiendo todo lugar sospechoso de albergar alguno de aquellos odiados objetos. Lo que antes eran exquisitas obras de arte fueron perseguidas y expoliadas, cuando no, pulverizadas.

Colosal labor la que se habían impuesto. Extirpar de cuajo las raíces del árbol de la fe impresas en ingentes volúmenes de libros, objetos, monumentos, música...  Cómo deshacerse de todas y cada una de las muestras que inspira la Epifanía, la época gloriosa del nacimiento del niño Jesús. Cómo erradicar las extendidas tradiciones que concurren a su alrededor.

Ese fue el pensamiento único de aquellos bárbaros, que como modernos Atilas arrasaron con las patas del caballo de la destrucción, utilizando cualquier medio a su alcance para eliminar lo que se interponía en su camino. Todas las tácticas eran válidas para impedir que surgieran nuevos brotes de subversión.

Su error fue creer que haciendo desaparecer la parte material conseguirían su propósito, nada más lejos de la verdad.

No contaron con que se puede matar a las personas, pero no sus creencias. Las ideas se fortalecen ante la persecución y los sueños germinan en la oscuridad. Los hombres se unen en la adversidad y luchan con más fuerza que nunca para que nadie les arrebate lo más importante, la esperanza.

Del inconformismo, el coraje y la rebeldía surgieron Los Clandestinos.

Al principio se dedicaron a esconder objetos de su propiedad para que nadie se los pudiera incautar.

Podía ser un belén, que había permanecido generación tras generación en la familia con sus múltiples figuras talladas en madera o modeladas en barro. Música, recopilada en LPs. Las cintas de casetes. Los DVD y pen que ocultaron físicamente. Las listas temáticas, y las recopilaciones de vídeos los subieron a la nube poniéndolos a resguardo y haciéndoles más difícil el trabajo a sus rastreadores.

Los libros, que mostraban en dulces imágenes los pasajes del singular hecho acaecido en Belén de Judea y las incontables historias y cuentos con relatos sobre la Navidad, fueron apilados cuidadosamente, embalados en telas impermeabilizadas y enterrados en cuevas secretas distribuidas por montes y valles, jardines y parques, ciudades y subterráneos.

Lo hacían de madrugada, cuando las patrullas que merodeaban por la ciudad bajaban la guardia acusando el cansancio de la noche en vela y se dejaban arrastrar por el sopor que provoca el amanecer. La hora más peligrosa para los que reprimen y la más fructífera para los que no quieren ser reprimidos.

Aprovechaban cualquier ocasión, cualquier resquicio en la maquinaria de la devastación para ocultar y salvaguardar aquellos preciados tesoros. Fomentando al tiempo, el mayor caudal, la memoria de los niños.

En ellos se volcaron. Les transmitieron todas las enseñanzas verbalmente. De padres a hijos se forjó una cadena de información invisible para sus perseguidores.

La más valiosa herencia que pudieron dejarles.

Celebraron las Fiestas a escondidas, entonaron con ellos cánticos, cocinaron unidos ricas viandas supliendo con la imaginación la falta de ingredientes requisados por los destructores. Nada les importaba. Ellos sustituían la falta de elementos con ingenio, sacaban prácticamente de la nada adornos, engarzando en una cuerda tapaderas de latas que limpias y pulidas brillaban como las bombillas de los cuentos. Con ellos y sus voces, adornaron los espacios secretos que fueron construyendo.

Como en tantas ocasiones en la Historia, muchos individuos estaban trabajando en la consecución de un fin sin saber que casi pared con pared, otras muchas familias actuaban de la misma manera, con idéntico fin.

Así, y a pesar de las persecuciones a que habían sido sometidos, en este 3025 de la Era Cristiana, esos niños alimentados en el espíritu de la Navidad están a punto de cumplir sus anhelos.

Uno de aquellos niños es Óscar, el encargado de pilotar la primera nave. Después de esta expedición vendrán otras muchas. En la Tierra, al frente de la operación de localización, guarda y custodia, quedan David y Carlota. Han demostrado en estos últimos años su capacidad para estableces contactos sin poner en peligro la misión.  Junto a sus colaboradores extienden la semilla de la ilusión y brindan apoyo y consejo a los que día a día se van uniendo a la causa.

El esfuerzo que han realizado comienza a dar sus frutos, el ronroneo de la nave se acrecienta, Óscar siente la sacudida del despegue y la fuerza de la velocidad que tiene que alcanzar el cohete para librarse de la gravedad de la Tierra. En unos minutos alcanza los 400 km de altitud y sale de la órbita terrestre. Empuña los mandos de la nave cogiendo el control y pone rumbo a la Estación Internacional. Allí le aguardan impacientes, Manuela, Federico, Alberto y Patricio, su mujer y sus tres hijos que han llegado de las colonias interestelares en el transporte anterior.

Los más entusiastas son los pequeños. Sueñan con disfrutar unas Navidades como las que han visto en los vídeos de sus antepasados. Han ensayado villancicos, tienen preparadas plantas artificiales, rocas y ríos de metal plateado para que cuando llegue papá puedan montar el belén que han reservado en la caja verde, esa que Alberto marcó con una señal muy visible para que no fuera a parar al almacén con el resto.

         -Mami, ¿seguro que papá está al llegar? ¡Que ganas de verlo!

        -Sí, hijo, está a puntito. Si miras en la pantalla verás que la nave acaba de atravesar las puertas de acceso. ¡Corre, ve y díselo a tus hermanos!

Efectivamente, en ese instante, después de descender de la nave que se había acoplado en una maniobra perfecta, Óscar pasaba por la cabina de despresurización y se disponía a dirigir la operación de desembarque. Eficaces operarios transportaban las cajas camufladas entre los contenedores que traen las remesas del trimestre: Semillas para el huerto, plantas potabilizadoras, recambios para los instrumentos, medicinas, y un largo etcétera.

Más tarde, una vez distribuidas entre los habitantes de la Estación llegará el momento de celebrar su gran logro.

La nave, con las bodegas vacías, volverá a desandar el camino y repetirá la operación, tantas veces como sea posible, hasta concluir la tarea.

De entre las cajas apiladas, Óscar escoge las que su hijo marcó en rojo y las pone en una carretilla.

El primero que sale a su encuentro corriendo como una exhalación por el níveo pasillo que lleva al atracadero es Patricio, el más pequeño y el más parecido a él. Son sus mismos ojos grandes y marrones enmarcados por largas pestañas los que le miran abiertos como ventanas.

Al llegar a su altura, da un salto y se encarama a su cuello.

           - ¡Qué alegría papaíto! Pensaba que no ibas a llegar nunca.

Casi sin darle tiempo a reaccionar Federico y Alberto se abrazan a él haciéndole un montón de preguntas.

      -Tienes que contarnos todo, papá. ¿Ha sido muy peligroso? –le dice Federico, moreno y taciturno, de ordinario callado y por ser el mayor el más consciente de lo que están viviendo.

         - ¡Has traído mis cajas! ¡Qué bien, papi! ¿A que te han ayudado mucho las marcas rojas? 

Unos pasos atrás Manuela contempla la escena con lágrimas en los ojos. La mirada de Óscar se posa en ella. Recorre su figura tan querida, resbala por el cabello lacio que le enmarca el rostro y la acaricia en una fusión sin palabras. Con un gesto espontáneo extiende los brazos y ella corre a esconder su cabeza en el refugio que le brinda reposo. Ha añorado tanto este momento...

         - ¿Sabes, papá, que tenemos una sorpresa para ti?

         - ¡Cállate, Alberto, que lo vas a estropear! No ves que papá y mamá ahora no oyen nada.

Alberto mira a sus padres fundidos en uno. Al escucharle Manuela vuelve la atención hacia ellos.

         - ¡Claro que os oímos! ¡Anda, Alberto, cuéntale la sorpresa que le tenemos preparada! Aunque pensándolo bien, es mejor que la vea por sí mismo. ¡Vamos, vamos a enseñársela!

Cuando entran en la habitación de aspecto circular Óscar descubre una plancha de polietileno que descansa en un equilibrio perfecto sobre las guías de aluminio que sobresalen de la pared de un blanco refulgente.

          - ¡Qué bien lo habéis hecho! ¡Está perfecto!

Entre todos sacan las figuritas y las colocan sobre el tablero improvisado. Poco a poco van diseñando su Nacimiento. Con una emoción indescriptible contemplan la lámina del libro que muestra una fotografía a dos páginas y todo color. De ella copian el modo y manera en la que tienen que distribuir las plantas y el río metálico que tenían preparado, más, y esto sí que es un alborozo general, cuando comienzan a depositar las piezas del Portal, los Reyes Magos, las casitas de corcho, los animales, los pastorcillos...

En otra caja marcada hay instrumentos musicales, una zambomba, un par de panderetas, una matraca y hasta un almirez con su mano de bronce dorado.

Mientras, en La Tierra, David y Carlota al conocer a través de las pantallas de seguimiento la culminación de la misión, aplauden como locos.

A partir de ahí el camino está abierto. Muchos les seguirán en su éxodo, llegando con su bagaje navideño al nuevo mundo. Un bagaje que les permitirá conservar y transmitir sus costumbres a las siguientes generaciones sin miedo a la persecución y al exterminio.

Un mundo donde podrán vivir libremente y mantener su cultura, una cultura y un estilo de vida que pese a los ataques sufridos ha sobrevivo con más fuerza en la sabia nueva de la sangre de sus hijos.

         -Ellos, junto a los que les precedieron y les seguirán, son los mejores embajadores del mensaje de amor y reconciliación. Los niños son la esperanza del mundo y algún día, estoy convencido, conseguirán unir a todos los hombres desterrando las divisiones entre razas y credos.

         Carlota abraza a su marido y ambos a los niños formando un círculo de fuerza.

         -Ahora, a la faena. Nos queda mucho por hacer –Dice David guiñándoles un ojo- pero esta noche aparcamos las obligaciones, los demás nos esperan para festejar este día tan singular. Pronto cambiarán las circunstancias cuando nosotros también podamos emprender el viaje

Diciendo esto se aventura por la falsa puerta que ha descubierto en el muro de la vivienda y que da acceso al laberinto de túneles que conecta con los defensores de las tradiciones y sus cubículos secretos. Seguido por su familia se dispone a pasarlo en grande.

En esos momentos Óscar, a miles de kilómetros de distancia estelar, abraza a su familia entre risas y lágrimas de alegría.

Al sentarse en torno a la mesa, con la comida especial que han conseguido, el recuperado Belén apostado en un ángulo de la habitación y los cánticos flotando en el aire, Manuela mira la fecha que el led-calendario refleja sobre la pared.

         - Veinticuatro de diciembre, Óscar. Ésta es tu última Navidad.

         - ¿Es eso cierto papi? -Le pregunta con aire compungido Patricio.

Los niños miran a sus padres. No les ha sonado nada bien eso de que sea la última Navidad. Si apenas la acaban de estrenar...

Óscar esboza una franca sonrisa. 

         - Pues sí, mamá tiene razón. Ésta ha sido mi última Navidad. Mi última Navidad en La Tierra. Pero no os preocupéis ni os pongáis tristes, porque ésta es también mi primera Navidad.

         - ¿Tu primera Navidad?

         - Sí, mi primera Navidad, la mía y la vuestra. La primera Navidad que celebramos en libertad. Ahora somos dueños de nuestros actos. Ha desaparecido la intranquilidad con la que vigilábamos nuestros pasos guardándonos de la intolerancia. Los nuestros en un principio actuaron de igual manera. Tratando de imponer a sangre y fuego sus creencias a otros pueblos.

         Ahora somos conscientes de que lo mejor para todos es que convivan razas y credos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, culturas dispares que se enriquecen con la mezcla y que como un buen guiso, es más sabroso cuantos más ingredientes se le añaden. La violencia sólo engendra violencia. Con esa certeza hemos creado este plan. Desde aquí podremos continuar. Ésas son las convicciones que vamos a preservar y difundir acrecentándolas y extendiéndolas, hasta conseguir que, a través de la palabra y el ejemplo, el mundo que acabamos de abandonar se purgue de los seres que haciendo uso de la violencia destruyen la libertad e impiden vivir en paz.

Los niños le miraron sonrientes y a Manuela le brilló una luz en los ojos, Óscar con voz segura añade.

          -Tengo la completa seguridad de que en los mundos habitados de la Galaxia siguen este ideario y nos apoyan y alientan. Gracias a su contribución estamos aquí. Con su asistencia y colaboración, lo que parecía un sueño, hoy se ha hecho realidad. Y en un futuro, no muy lejano, volveremos a celebrarla junto a todos aquellos que lo han hecho posible.

            - ¡Viva la Navidad! –Grita en un impulso incontenible Alberto.

            - ¡Que viva!! –contestan todos.

            - De eso nos encargamos nosotros ¿verdad mamá?

            - Por supuesto, en vuestras manos está, y no podría haber mejor lugar.

       Entonando una alabanza alzan sus vasos al cielo y brindan envueltos en la cálida atmósfera que abriga sus corazones.