viernes, 13 de septiembre de 2019

Mariquilla 1




Cuando Mariquilla salía de paseo, jugaba al escondite. Se camuflaba con las hojas y los árboles, se escondía en los rincones de sombra y saltaba apresurada los espacios de luz para no hacerse visible a los demás.


En realidad no era cuestión de juego, sino más bien una táctica de defensa. Conocía desde muy niña que algo pasaba con ella y con su cuerpo. 

Al menor indicio de aderezo, una aureola abría su corola de luz haciéndola vulnerable a todos los ojos. Esos ojos que sin saber muy bien por qué, ya no podían apartarse de la chiquilla y de su cuerpo monumental que rompía con ritmo la acera. Cadencia y son reverberando en su bien  construida osamenta.

A su paso murmuraban las vecinas críticas más o menos sutiles. Los hombres torcían la cara para espetarle algún piropo malsonante. Las mujeres la envidiaban y los muchachos la perseguían sin descanso.

Ella andaba con el sofoco quemándole la cara y la vergüenza ajena empañando su alma.

De ahí su experiencia en el camuflaje. Mariquilla escogía con esmero las prendas menos llamativas, los colores más discretos. El pelo lo dejaba caer a su aire, sin adorno ni artificio que la hiciera parecer más bella.

Buscaba a propósito pasar desapercibida.

Para cualquier niña de su edad eso habría sido un disparate. Para Mariquilla era su salvoconducto, de esa manera podía salir a la calle sin que nadie la acosara. 

Era su pase a la supervivencia sin sobresaltos. Su seguro contra el asedio, que sufría indefectiblemente cuando por descuido, usaba una prenda que resaltaba su sencilla, inocente y sensual belleza.... (Continuará)