Es fácil atacar al ser indefenso, a una población desarmada, arrojar proyectiles contra manos vacías, golpear hasta la muerte, lapidar con mentiras ancestrales, vaciar el cargador sobre la cabeza vencida, ensañarse con víctimas indefensas en la infancia, sacar las plumas de gallo y atronar el viento con berridos infrahumanos, golpear al que no se defiende, violentar la inocencia.
Es fácil someter al débil, avasallar al menos fuerte, atacar con actitudes y palabras que ablandan y desarticulan a la posible captura, tiranizar, hundir con saña los dientes en la garganta propicia y pavonear mirando desafiante a su alrededor con la sonrisa oscura del mediocre que oprime sin tregua, para no dar una sola oportunidad a la presa cercada que estrangula con sus manos, que asfixia entre sus brazos.
¡Qué asco me da la agresividad de los cobardes!