viernes, 5 de junio de 2020

Mariquilla 3 - Final




Mariquilla salió con fuerzas renovadas tras el descalabro sentimental y la fase de luto, en la cual, con un temporal sentido trágico-literario, deseó morir.

La rebeldía empujaba su barco, surcó mares y cielos, tormentas y amaneceres. Estimulada por Eros y Atenea, abrió su corazón al presente en una suerte de juego festivo que colmaba sus ansias. ¿Su fuerza motriz?: Alcanzar la meta. Meta que vislumbraba con claridad dentro de su cabeza.

Ya no era la chiquilla apabullada, ni la adolescente enamoradiza, ahora se reconocía una mujer en plenitud. Su físico rotundo y seductor asentaba sus cimientos sobre un bien orquestado cerebro. Ésa era su mejor baza. Pocos sabían de su mundo oculto.

Aprendió a ver, escuchar y callar. La mejor forma de experimentar y no destacar de la masa gris de su entorno. Algo en su fuero interno la movía a protegerse de la gente, desconocía el motivo, pero estaba convencida de que todo tenía una razón.

Alcanzaba, eso sí, a discernir entre las encrucijadas que le planteaban y escoger lo mejor que se le ofrecía, descartando con energía a los fariseos de ánima negra. Cada jornada un flamante comienzo. Cada oportunidad una nueva aventura. Cada nuevo encuentro la posibilidad de desdoblar la cruz de los mapas y redescubrirse en otras miradas.  

La respuesta le llegó no tardando mucho, una mañana viajera, descubrió el paraje más bello jamás soñado. Valles verdes, altas montañas, ríos caudalosos y cielos bruñidos de azul. De la cabaña de madera salía un hilillo de humo que rubricaba la escena. En el terreno colindante un horno de piedra, una huerta bien trabajada y un sendero que bajaba a la playa escondida entre rocas.

Decidida subió al pueblo cercano y preguntó por la propiedad. Quería saber todo, a quién pertenecía, si vivía alguien en ella, y, sobre todo, si era factible su compra.

Los Hados le fueron propicios. Tantas veces se había sentido afortunada... Percibía una fuerza protectora que permanecía a su lado desde que inició su andadura por la Tierra y que la acompañaría siempre, en todas las circunstancias.

El resto fue fácil, hablar con el Banco, redirigir a sus clientes, comunicárselo a sus gestores, adecuar la vivienda a sus gustos y necesidades y hacer acopio de todo lo necesario.

Cuando estuvo lista, trasladó muebles y enseres personales. Lo más difícil fue el piano. El resto de sus instrumentos musicales guardados en fundas y cajas llegó sin novedad junto al caballete de modelar y las piezas a medio concluir. Las terminadas, que compondrían parte de su próxima exposición, estaban a buen recaudo en La Galería.

Colocó los libros en la biblioteca que ocupaba toda la pared. Repartió cuidadosamente cada cosa por las diferentes estancias, cajones y armarios. Organizó de sol a sol en jornadas cantarinas disfrutando el final de su esfuerzo. 

Contenta con el resultado y después de revisar su obra, se sentó en el escritorio al lado de la ventana que le permite mirar a lo lejos, buceando en su mundo interior, antes de verter sobre las páginas  en blanco historias y personajes que cobrarán vida a través de sus letras. 

La chimenea chisporrotea risueña y la casa entera la reconoce como dueña. Los árboles centenarios, centinelas majestuosos, mecen su cabellera al viento. Mariquilla respira a fondo el aire húmedo y sonríe. La claridad ensalza su figura recortada contra el fondo del valle. Alguien, una sombra aun, avanza seguro por el camino siguiendo la señal.