viernes, 5 de enero de 2024

Nicolás

 

Cambio la libertad por la soledad, se dice muchas veces Nicolás mientras deja transcurrir las horas en barbecho, según el punto de vista de cualquiera que no sea él. 

      Para Nicolás, el auténtico desperdicio es no hacer lo que le viene en gana ahora que se lo puede permitir. Y dado como es al reposo en posición horizontal, al buen yantar y al mejor beber, le resulta muy fácil encontrar ocupación en las cortas horas de vigilia que le quedan del día.

     Devorador de libros y películas de acción, sexo y terror, pasa las horas dedicado a sus dos grandes placeres entre cabezadas, más o menos largas, que, le devuelven, en intermitencias intercaladas, con cabeceos y ronquidos a los brazos de Morfeo.

En más de una ocasión ha tenido la oportunidad de compartir vida y hacienda, pero el gran esfuerzo que le suponía renunciar a su forma de vida, no le compensó en lo absoluto.

Al principio consideraba otras opciones distintas a las suyas, incluso, ponía un inicio de voluntad en cambiar sus costumbres, que al final resultaban insuficientes para acoplarse a las de la mayoría de los mortales. Al cabo de algunas semanas, o meses, y a pesar de la colaboración decidida de la otra parte, volvía a sus trece. Es decir, a hacer lo que se le antoja cuando él lo decide.

Incluso, a veces, tiene algún gesto de generosidad, sopesando, eso sí, la contrapartida.

La época más complicada para sobrellevar ese desapego del mundo, es indudablemente la Navidad. Fechas en las cuales por muy sordo que sea, o se haga, a los reclamos sociales, es difícil no escuchar el clamor general. Y ahí se las ve y se las desea para encontrar compañía, pues todos, el que más o el que menos, cuenta con una casa a la que acudir, una familia a la que abrazar y una mesa a la que sentarse en compañía.

Lleva años ejecutando maniobras de acercamiento y dispersión para, sin comprometerse demasiado, cubrir sus necesidades afectivas y la verdad, es que lo ha conseguido con éxito notable. Hasta ahora.

La despedida del año viejo y el comienzo del año nuevo ha sido desalentador. Todas las llamadas que ha realizado han resultado infructuosas. No ha habido manera de encajar con nadie. Los unos porque se iban a pasar las fiestas fuera. Los otros porque les venían parientes que tenían que atender. Algún otro pescó la dichosa Gripe A que está atacando con saña muchos hogares. En alguna que otra casa ha crecido la familia y no tienen el cuerpo para belenes que no sean los suyos propios.

Y en esas está Nicolás. Hoy, cinco de enero, fecha en la que también celebra su cumpleaños, tirado en un sofá contándose milongas para auto convencerse de que su libertad le compensa. Que es feliz de esta manera. Que no está solo y si lo está, es porque quiere y que, además, no le importa.

- Vaya porquería de sociedad ésta en la que me ha tocado vivir. Míralos -Se dice observando a través del cristal a la gente que pasa de un lado para otro ocupando las aceras -No saben más que comprar. ¿Adónde irán con tanto paquete? ¿Es que no tienen otra cosa que hacer? Consumir y consumir. Es lo único que les importa.

A decir verdad, la realidad es que en su fuero interno se pregunta el porqué de su disfunción social. Qué le lleva a rechazar a los otros, a juzgarlos, a desentenderse de compromisos, a bloquear los lazos que por otro lado pretende estrechar…

- Gilipolleces – se dice muy enfadado. -Hoy es un día como otro cualquiera. A mí qué me importa lo que los demás hacen o dejan de hacer. Ya digo yo: Cambio la libertad por la soledad.

Con gesto de hastío se aparta de la ventana, va a la cocina y se sirve una copa generosa de vino.

- A mi salud y por muchos años.

Levanta la copa y la apura de un trago, coge la botella, se la lleva al salón y se sienta en el sofá.  Cuando acaba con la última gota, enciende el televisor y se queda, sin mirar nada, hipnotizado con la luz de la pantalla que centellea reflejada en su cara.

En las calles de todos los barrios, de todos los pueblos, de todas las ciudades, en estos momentos, estalla la alegría en la noche mágica que conmueve corazones, incita a la inocencia y despierta la ilusión. Horas inolvidables que quedan en el recuerdo de sus protagonistas como un tesoro indeleble.