domingo, 5 de marzo de 2023

La fiesta

 

Hacía tiempo que no se había sentido tan maravillosa como ese treinta y uno de diciembre. Vestida de rojo, zapatos de tacón, medias brillantes... como su mirada al ponerse la liga. Ah! La liga a juego con la ropa interior que había comprado a última hora a punto de que la tienda echara el cierre.

- Has llegado por los pelos, estamos cerrando- le dijo la dependienta que interrumpió la maniobra y la dejó pasar.

- uf! no sabes lo que te lo agradezco.

Eloísa se fue directa al estante y cogió el sujetador rojo y el tanga que había elegido en el catálogo publicitario.

Cuando llegó a su casa sacó la ropa interior de la bolsa y la dejó junto al vestido, la liga, las medias de red y el colgante con los pendientes aun por estrenar.

Tres horas después, allí estaba, la sonrisa desteñida y el rímel enturbiando la mirada.

De golpe lo que se anunciaba como una noche feliz se había convertido en una bazofia. Las conversaciones se hicieron densas, casi agrias. El ambiente festivo trocó sus galas por ásperas palabras y disputas sin sentido. 

Nunca se había sentido tan sola un treinta y uno de diciembre. Ella sabía de sobra que el sentimiento de soledad nace dentro de cada uno. Aunque a veces los demás contribuían, con muchas ganas, para estropearle las cosas.

El que nada espera nada le falta. Eloísa cometió la torpeza de crear expectativas en torno a una noche perfecta.

Según iba transcurriendo el tiempo se iba sintiendo cada vez más a disgusto. Con los comensales, con su acompañante, con los estúpidos comentarios que hacía la estúpida señora que la miraba con ojos de besugo. Y, sobre todo, con ella misma.

Cuando vio su imagen reflejada en el cristal sintió vergüenza. Qué criatura más patética se dijo. La rabia se apoderó de su entendimiento. Temblando cogió el cuchillo con el que acababan de trinchar el pavo y comenzó a lanzar estocadas a todos los que estaban sentados a la mesa.

Los gritos de sorpresa y dolor enardecían su instinto de venganza.

- Es lo que os merecéis. Lo tenéis bien ganado por estropear mi noche. Vosotros sois los patéticos, no yo. Reíros ahora si podéis.

La sangre que manaba de los cortes profundos empapó el mantel. El cuchillo subía una y otra vez en el aire para caer con redobladas fuerzas sobre los indefensos convidados.

Eloísa contempló su obra y dejó escapar una carcajada. El líquido bermejo había teñido su piel que se confundía con el rojo del vestido.

Se miró en el espejo satisfecha. Esta vez no se sintió en absoluto patética. La noche había resultado excitante. Tan excitante como ella esperaba.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario