martes, 5 de septiembre de 2023

La sonrisa vertical



En más de una ocasión he escuchado decir a algunos hombres, sin pizca de rubor ni turbación en la voz, haciendo gala de un machismo vergonzoso nutrido en las pandillas de barrio, que una mujer se pinta los labios como una clara alusión a sus órganos sexuales.

De ahí, argumentan, el nombre de una famosilla colección de libros. Una colección hecha por  hombres y mujeres desde una  mirada machista, acordé con la época de apertura que junto con grandes avances en muchos sectores trajo el llamado destape.

Literatura, cine y revistas abundaron en temas e imágenes hasta entonces prohibidas, haciendo gala de un exhibicionismo (cuantos más centímetros de piel femenina mostraran mayor era su éxito) en muchas ocasiones exento de calidad que no siempre aportaba apertura de mente, más bien fomentaba desde quioscos, celuloide y páginas impresas la mercantilización del cuerpo de la mujer y de nuevo, la mirada obscena del hombre. 

Una mirada que tantas veces se ha posado sobre mi cuerpo sin que yo la buscará, todo lo contrario, huía de la ropa ceñida que pudiera resaltar la belleza adolescente que comenzaba a repuntar. Más tarde las hormonas alborotaron los pulsos y la llamada de la vida y del amor transformó mi forma de vestir, de peinarme, de mirar. Este cambio aumentó exponencialmente el cerco de acosadores.

No importaba que ellos no me interesaran un ápice, excepto para ponerme a salvo de sus ataques verbales y físicos, cuando no de su contemplación lasciva de labios bulbosos y ojos vacunos y extraviados.

Ese tipo de hombre nunca va a entender que una adolescente desconoce que despierta pensamientos y deseos turbios con su presencia limpia, mezcla del proyecto de mujer que será un día y de la pequeña que hasta ayer jugaba con sus muñecas.

Ese tipo de hombre nunca va a entender que ellos no son el ombligo del mundo. Que no todo gira a su alrededor y que las jovencitas que tan apetecibles les parecen, tienen otros objetivos muy alejados del de llamar la atención de los babosos que lo único que les provocan es temor o desprecio.

Existen otros hombres, doy fe de ello, que entienden el alma femenina sin menoscabo de su hombría. Que perciben lo que una mujer es, más allá de su cuerpo. Que no recorren las calles extendiendo sus ojos como telescopios invasivos.

Esos otros hombres respetan, quieren y admiran a una madre valiente, a una compañera cómplice, a una buena amiga, a una hermana solidaria, a una hija capaz y cercana…

Las admiran, quieren y respetan tanto en el terreno profesional como en el personal. Hombres en el más amplio sentido de la palabra. Seres racionales que piensan con algo más que lo que tienen en la entrepierna.

Hombres que escriben, cantan y aman lo que de mejor hay en ellas. Hombres que admiran su papel a través de la Historia. Hombres que separan la condición femenina de lo que cada uno aportamos como seres humanos a la evolución del mundo.

Hombres que no encuentran en una boca pintada una referencia al sexo. Tan distintos a los depredadores que manchan con su mirada sucia el libre transcurrir de las mujeres.

Tras una boca pintada se esconde en muchas ocasiones la inseguridad, la tristeza, el desánimo, o a través de ella emerge la ilusión, las ganas, la alegría…

Una pincelada de color cuyo propósito es hacernos sentir mejor. No hay más. Para conseguirlo, nos pintamos esa sonrisa de carmín.



  

2 comentarios:

  1. una forma de escribir latente y maravillosa

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    1. Gracias, personas como tú y saber que mis letras llegan, me alientan a seguir publicando.

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