martes, 5 de diciembre de 2023

Como agua y aceite




Así son. Incompatibles de base, esencia y espíritu. Tan imposible como unir la noche y el día. Tan absurdo como querer juntar agua y aceite.

La falta de claridad, las medias mentiras, el auto engaño. Ese juego que tanto ha practicado Pablo en su vida y que no va con Paloma. 

Pablo pretende revivir situaciones y actuar como siempre lo ha hecho. Desliza en sus oídos palabras repetidas hasta la saciedad. Excusas, medias verdades, trampitas para las incautas. Y no se da cuenta, por mucho que se lo diga, que con ella de nada valen. Que cuando él va ella vuelve. Que no le interesa ni poco ni mucho ese tipo de relación. Que está harta de repetir los mismos esquemas. Que cuando Paloma le oye decir: “Estoy contigo” se le abren las carnes. Nada más lejos de la realidad. Una cantinela que sobrio y borracho Pablo repite.

Cuanto más alejados, más lo dice. Palabras gastadas, usadas con sus otras mujeres.  Ella no pertenece a ese clan.

Paloma se lo dijo una vez: “Conmigo te has equivocado muchacho”. Él lo echó en saco roto.

Pablo hizo una gracieta con ello y se sonrió por dentro. Ahora sigue con su auto ficción, con su autoengaño.

Paloma, entre tanto, se da cuenta de lo feliz y tranquila que vivía antes de conocerlo. Lo de ahora es un juego absurdo en el que no gana ninguno.

Para ser veraz, en ese juego, la única perdedora, es ella.

La mañana colorea el jardín y el mundo se abre ancho y llano a sus pies. Tiempo es ya de retomar posiciones y salvar sus muebles de la quema.

 


domingo, 5 de noviembre de 2023

Sentido de pertenencia

 


El sentido de pertenencia, según Andrea entiende, es lo que da seguridad, lo que convierte a los humanos en alguien distinto de los otros seres que pueblan este mundo. Es la razón la que hace al hombre plantearse y ser consciente de tales cuestiones.

En su corto o largo, pequeño o grande, simple o complejo raciocinio, sabe que le gusta vincularse. Le gusta pertenecer a alguien, a algún lugar, a algún rincón, a algún país, a algún círculo. Se siente bien cuando los demás piensan que forma parte de ellos, que les pertenece de alguna manera.

La libertad, según ella entiende, consiste en ser uno mismo junto con los otros. La libertad es complicidad, armonía, sustancia, raíz. Por eso a Andrea le gusta, quiere y necesita pertenecer, saber que es necesaria, que para alguien es esencial su presencia. Eso no la lastra ni le provoca sensación de agobio. Todo lo contrario, tener esa certeza le da una base desde donde proyectarse y alcanzar cotas que de otro modo serían impensables.

Lo demás le suena a apártate que me estorbas. A preconizo tu libertad porque necesito la mía. A quiero estar contigo cuando me interese, no cuando nos interese a los dos.

Le suena a quiero hacer lo que a mí me dé la gana cuando yo quiera. Tú me sirves para lo que me sirves y el resto, lo que tu necesites, quieras o apetezcas, no me importa.

“Libre te quiero, ni mía, ni de nadie, ni tuya siquiera” le canta susurrando en el oído Claudio como argumento para defender su punto de vista en una de esas interminables charlas de madrugada, donde contrastan ideas y pareceres.

Es una buena manera de intentar camuflar el egoísmo-egocentrismo. A Andrea eso no le vale. Simplemente esa no pertenencia la haría infeliz.

Como ella lo entiende, no ser suya, ni de nadie, es una condena a la más absoluta de las soledades. ¿Qué seríamos si ni siquiera, al menos, fuéramos de nosotros?

La libertad, al menos para ella, no está reñida con el sentido de pertenencia. A Andrea le gusta pertenecer. Pertenecer a alguien, a algún rincón, a algún círculo, a algún país, a algún lugar. Sin ese sentido de pertenencia su vida no tiene sentido.

La libertad, querido mío – le murmura al oído- es otra cosa. Al menos, para mí. Mañana seguimos, hoy se ha hecho muy tarde.

Después de un adiós estremecido por el inicio de un bostezo, desliza el dedo sobre el icono del teléfono en rojo y el silencio invade la estancia.

 


jueves, 5 de octubre de 2023

El pasajero

 


El hombre apostado en la acera alza el brazo. Le observo y ejecuto un giro de ciento ochenta grados. Las ruedas chirrían. Suenan un par de claxon. Protestan por mi brusca maniobra. ¡A mí qué me importa! Me digo. Cada uno a lo suyo. Paro a la altura del individuo. Sube apresurado. Abrigo gris. Sombrero encasquetado hasta las cejas.

—A Corazón de Jesús, 222. Necesito llegar lo antes posible— casi grita. Saca un pañuelo y se seca el sudor.

—¿Quiere que ponga el aire más fuerte?

—No, no hace falta, usted conduzca.

Detengo la mirada en sus rasgos. El tipo comienza a emitir una especie de silbido que le entrecorta la respiración.

—¿Cuánto tardaremos?

El GPS me marca veinte minutos.

—Demasiado tiempo. Acelere. ¡Necesito llegar ya!

Vuelvo a escrutar su rostro. —¿Usted ha vivido siempre en esta ciudad?

 —Siempre, pero... eso ¿a qué viene? Deje de mirarme y céntrese en conducir.

El pasajero ha caído en una especie de sopor y su cabeza se bambolea con cada movimiento del coche. Estudio sus rasgos. Cada vez estoy más seguro. Es él. Sin duda. ¡Ya te tengo cabrón! Freno bruscamente. El pasajero despierta del letargo que le ha alejado de la realidad.

—Oiga ¿qué hace? —masculla entrecortado—. Este no es el camino ¿No me escucha? Necesito llegar al hospital, me estoy asfixiando.

El pasajero comienza a golpear el cristal de protección sin dejar de resollar.

¡Tengo que llegar al hospital! ¿No me oye? ¡Por Dios! ¡Escúcheme!

Paladeo su desesperación, semejante a la mía cuando reconocí el cadáver de mi hijo en la morgue. Me recreo en los sonidos, cada vez más débiles, que emite su garganta. Mis gemidos rebotan aun por las paredes de mi casa a pesar de los años transcurridos. Miro sus ojos desorbitados. Quiero que su agonía se prolongue. Apenas respira. No debiste abandonar a mi hijo después de atropellarlo ¡Maldito seas!

         Paro el coche. Bajo y abro su puerta.

         ¿Por qué? Dice.

         Percibo cómo se derrumba. Se arrastra al exterior con dificultad. Boquea como un pez moribundo.

         —¿Por qué? — Un estertor prolongado estrangula su garganta.

         Yo contemplo su larga agonía, me solazo en ella como en el mejor espectáculo del mundo…

         Una sonrisa acude a mi boca y me quedo allí, de brazos cruzados, acariciado por el tibio sol de la mañana.



martes, 5 de septiembre de 2023

La sonrisa vertical



En más de una ocasión he escuchado decir a algunos hombres, sin pizca de rubor ni turbación en la voz, haciendo gala de un machismo vergonzoso nutrido en las pandillas de barrio, que una mujer se pinta los labios como una clara alusión a sus órganos sexuales.

De ahí, argumentan, el nombre de una famosilla colección de libros. Una colección hecha por  hombres y mujeres desde una  mirada machista, acordé con la época de apertura que junto con grandes avances en muchos sectores trajo el llamado destape.

Literatura, cine y revistas abundaron en temas e imágenes hasta entonces prohibidas, haciendo gala de un exhibicionismo (cuantos más centímetros de piel femenina mostraran mayor era su éxito) en muchas ocasiones exento de calidad que no siempre aportaba apertura de mente, más bien fomentaba desde quioscos, celuloide y páginas impresas la mercantilización del cuerpo de la mujer y de nuevo, la mirada obscena del hombre. 

Una mirada que tantas veces se ha posado sobre mi cuerpo sin que yo la buscará, todo lo contrario, huía de la ropa ceñida que pudiera resaltar la belleza adolescente que comenzaba a repuntar. Más tarde las hormonas alborotaron los pulsos y la llamada de la vida y del amor transformó mi forma de vestir, de peinarme, de mirar. Este cambio aumentó exponencialmente el cerco de acosadores.

No importaba que ellos no me interesaran un ápice, excepto para ponerme a salvo de sus ataques verbales y físicos, cuando no de su contemplación lasciva de labios bulbosos y ojos vacunos y extraviados.

Ese tipo de hombre nunca va a entender que una adolescente desconoce que despierta pensamientos y deseos turbios con su presencia limpia, mezcla del proyecto de mujer que será un día y de la pequeña que hasta ayer jugaba con sus muñecas.

Ese tipo de hombre nunca va a entender que ellos no son el ombligo del mundo. Que no todo gira a su alrededor y que las jovencitas que tan apetecibles les parecen, tienen otros objetivos muy alejados del de llamar la atención de los babosos que lo único que les provocan es temor o desprecio.

Existen otros hombres, doy fe de ello, que entienden el alma femenina sin menoscabo de su hombría. Que perciben lo que una mujer es, más allá de su cuerpo. Que no recorren las calles extendiendo sus ojos como telescopios invasivos.

Esos otros hombres respetan, quieren y admiran a una madre valiente, a una compañera cómplice, a una buena amiga, a una hermana solidaria, a una hija capaz y cercana…

Las admiran, quieren y respetan tanto en el terreno profesional como en el personal. Hombres en el más amplio sentido de la palabra. Seres racionales que piensan con algo más que lo que tienen en la entrepierna.

Hombres que escriben, cantan y aman lo que de mejor hay en ellas. Hombres que admiran su papel a través de la Historia. Hombres que separan la condición femenina de lo que cada uno aportamos como seres humanos a la evolución del mundo.

Hombres que no encuentran en una boca pintada una referencia al sexo. Tan distintos a los depredadores que manchan con su mirada sucia el libre transcurrir de las mujeres.

Tras una boca pintada se esconde en muchas ocasiones la inseguridad, la tristeza, el desánimo, o a través de ella emerge la ilusión, las ganas, la alegría…

Una pincelada de color cuyo propósito es hacernos sentir mejor. No hay más. Para conseguirlo, nos pintamos esa sonrisa de carmín.



  

sábado, 5 de agosto de 2023

Laberintos

 

Quizás sea difícil entender desde las diferentes edades la postura de los otros.

Tal vez todas las generaciones han juzgado a los padres y aunque los hijos les reconozcan valores y derechos en el mejor de los casos no dejan de anteponer su criterio, acertado o no, a éstos.

¿Cómo transmitir lo que sigue sintiendo el cerebro-corazón del supuesto anciano, calificado así por las cifras que atestiguan sus documentos oficiales?

Donde los demás ven arrugas y senectud, existe un alma a la que le cuesta refrenar los impulsos vitales.  En su interior se ve como el joven-adolescente que fue y que trata de descubrir, cada día, una motivación para saltar desde el lecho solitario y echarse a la calle con todas las ganas de que sea capaz, para exprimir al presente borrascoso.

Este mundo no deja de ser un laberinto en todas las edades. Una encrucijada permanente. Todo ser humano pretende encontrar la felicidad, cada uno a su manera.  Nadie vive la vida del otro. Se confunden, aciertan y yerran por caminos desconocidos procurando no perder el rumbo.

Quizás la petición de entendimiento, hoy, sea, que les deis cancha para que sean ellos los que decidan.  Los que separen ilusiones de realidad. Los sueños del mundo prosaico. Los que tiren p'alante, una vez más, sin mirar atrás.

Estad seguros de que saben escoger el buen camino El que les conviene. Aunque la cuesta sea empinada aún tienen capacidades para alcanzar a su ritmo y tiempo, el objetivo que se han fijado.

Cada etapa es una oportunidad para crecer y aprender. Cada uno de nosotros decidimos el con quién, el cómo, el dónde, y el cuándo.

Son muchos los años de rodaje, de experiencias y como alguien dijo: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo". Siempre que no se haya hecho el camino en vano. Añado yo.


miércoles, 5 de julio de 2023

La pregunta

 


Él le preguntó: ¿Tú quieres que estemos todo el tiempo juntos?

Ella echó a rodar la imaginación, contempló la posibilidad y, no dijo nada.

Él le dijo: Estás tardando mucho en contestar. Es una pregunta trampa: No podemos estar todo el tiempo juntos.

Ella contestó: Claro.

Algo parecido al silencio sobrevoló la habitación. Ellos continuaron con la tarea en la cual estaban inmersos.

Ella pensó en los amantes enamorados que nunca se separan: vidas paralelas que dejan transcurrir serenas, uno al lado del otro.

Él dejó a un lado el libro que estaba leyendo; le habló de realidades prosaicas y lo evidente se hizo obvio.

Él había dicho: Qué desperdicio el tiempo en que pudiendo estar no estamos.

Ella pensó, una vez más, en lo incoherentes que son algunos seres humanos.

Después dejó de pensar y se limitó a vivir.

 


lunes, 5 de junio de 2023

Estrenando primaveras

 


Como dos pajarillos posados en una rama, dos muchachos sentados en el banco de piedra gris, acercan sus bocas en un beso que apenas si roza los labios. Después se despegan y dejan el gesto en el aire. Ella, melena castaña que se mueve según gira la cabeza. Él moreno de pelo y ojos directos que miran de frente. Los dos se acercan y depositan un nuevo beso, liviano, frágil.

El cielo encapotado enmarca la imagen del inicio del amor en la ya cercana primavera. La que sienten al tocarse, cuando el pulso se acelera y el presente es un torrente de ternuras. Comienzo de su historia en la mañana quieta.

El autobús arranca y mi cabeza almacena esta viñeta. Bella estampa en la calle madrileña. Es la hora en que los adolescentes tempranos salen de la escuela. Su refugio, el banco solitario, donde, aislados de todo, estrenan emociones nuevas.




viernes, 5 de mayo de 2023

Casilda

 

Casilda tenía un alma blanca. Una rara avis habitando este planeta. Eso le había costado más de un disgusto que a lo largo de su vida había sabido aquilatar.

Al principio le resultó arduo porque buscaba una reciprocidad en los otros. Más tarde supo, que manteniéndose alejada de las persona cuyos mundos rolaban por otros espacios, encontraba su equilibrio.

Un camino que le podría parecer simple a aquel que no entiende de auténtica independencia.

Una actitud vital que la había llevado a separarse de ideologías, manuales y dictaduras del pensamiento, fueren de la índole que fueran.

Ajena a los mensajes que manipulaban cada uno de los sectores de la sociedad, volcaba todos sus esfuerzos en vivir en paz consigo y con el mundo en derredor.

Esto no quiere decir que no supiera defender sus derechos y exigir lo que era de justicia cuando lo creía necesario.

Al fin y al cabo, pensaba, pertenecía a este mundo, por poco que le gustara, y mientras que permaneciera en él, estaba dispuesta a suavizar en lo posible su tránsito y el de las personas que la rodeaban.

En su personal percepción de la vida creía, que, si cada uno de los habitantes del planeta hiciera por mejorar su círculo más cercano, el mundo sería mucho mejor. Sin necesidad de grandes movimientos. Contando únicamente con la buena voluntad de cada individuo.

Una filosofía de vida que mantuvo hasta el final de sus días. Los que la conocieron bien, la admiraron. Los que coincidieron con ella en un trecho del camino, agradecieron su compañía. Los que compartieron con ella retazos de vida, aún añoran la calidez de sus abrazos.

Esos que, decenas de años después de su partida, siguen honrando su memoria y su legado. Enseñanzas que impartió sin violencia. Sin imposiciones. Sin adoctrinar. Enseñanzas que perduran en el corazón de aquellos que la amaron y tuvieron la suerte de formar parte de su vida.




miércoles, 5 de abril de 2023

El hombre en la ventana

 


Érase una vez un hombre que observaba la vida desde una ventana.

Tales cosas, veía, a través del cristal que se mantenía prisionero de un espacio circunscrito a un escaso metro cuadrado, a pesar de la amplitud externa que se abría, ancha y larga, ofreciéndole mil posibilidades.

En sus manos un pequeño artilugio le conectaba con el mundo. Ese mundo que se le escapaba entre las manos y que él buscaba en la letra impresa donde encontraba, a través de la opinión de otros, una verdad sesgada.

Fundamentada en esas opiniones, elaboraba complicadas teorías donde construía sus exactitudes irrefutables.

Absorto en el pequeño visor de cristal líquido ignoraba el paso del tiempo, las personas reales, las oportunidades que surgían y desaparecían en su cielo cómo estrellas fugaces.

Cualquier vivencia propia era enmascarada por las fantasías que poblaban su cerebro.  Algunas personas se acercaron a él con la esperanza de encontrar su mirada perdida. En vano.

En el mundo que él se zambullía cada vez eran menos los que buscaban la independencia y más los que sucumbían al poder irrefutable del reflector omnipresente noche y día.

Adicciones que acaban con la comunicación. Sean cuales sean. Provengan de donde provengan. Alcohol. Tabaco. Drogas. Redes sociales… Caminos sin vuelta atrás. Tiempo irrecuperable. Vacíos que nadie llena. Aislamiento. Soledad que busca paliativos a la comunicación personal.

Esa madrugada, primera de un nuevo año, sucesión de otras muchas, Raquel, huérfana de contacto humano, se debatía en mil conjeturas tratando de encontrar la razón de la sinrazón mientras contemplaba, en la misma habitación donde estaba ella, al hombre en la ventana, circunscrito a un metro cuadrado y a la realidad encajonada en su pequeña pantalla.

Detrás de él, a lo lejos, algunos fuegos artificiales pintaban de color, a retazos, el negro de la noche.

 


domingo, 5 de marzo de 2023

La fiesta

 

Hacía tiempo que no se había sentido tan maravillosa como ese treinta y uno de diciembre. Vestida de rojo, zapatos de tacón, medias brillantes... como su mirada al ponerse la liga. Ah! La liga a juego con la ropa interior que había comprado a última hora a punto de que la tienda echara el cierre.

- Has llegado por los pelos, estamos cerrando- le dijo la dependienta que interrumpió la maniobra y la dejó pasar.

- uf! no sabes lo que te lo agradezco.

Eloísa se fue directa al estante y cogió el sujetador rojo y el tanga que había elegido en el catálogo publicitario.

Cuando llegó a su casa sacó la ropa interior de la bolsa y la dejó junto al vestido, la liga, las medias de red y el colgante con los pendientes aun por estrenar.

Tres horas después, allí estaba, la sonrisa desteñida y el rímel enturbiando la mirada.

De golpe lo que se anunciaba como una noche feliz se había convertido en una bazofia. Las conversaciones se hicieron densas, casi agrias. El ambiente festivo trocó sus galas por ásperas palabras y disputas sin sentido. 

Nunca se había sentido tan sola un treinta y uno de diciembre. Ella sabía de sobra que el sentimiento de soledad nace dentro de cada uno. Aunque a veces los demás contribuían, con muchas ganas, para estropearle las cosas.

El que nada espera nada le falta. Eloísa cometió la torpeza de crear expectativas en torno a una noche perfecta.

Según iba transcurriendo el tiempo se iba sintiendo cada vez más a disgusto. Con los comensales, con su acompañante, con los estúpidos comentarios que hacía la estúpida señora que la miraba con ojos de besugo. Y, sobre todo, con ella misma.

Cuando vio su imagen reflejada en el cristal sintió vergüenza. Qué criatura más patética se dijo. La rabia se apoderó de su entendimiento. Temblando cogió el cuchillo con el que acababan de trinchar el pavo y comenzó a lanzar estocadas a todos los que estaban sentados a la mesa.

Los gritos de sorpresa y dolor enardecían su instinto de venganza.

- Es lo que os merecéis. Lo tenéis bien ganado por estropear mi noche. Vosotros sois los patéticos, no yo. Reíros ahora si podéis.

La sangre que manaba de los cortes profundos empapó el mantel. El cuchillo subía una y otra vez en el aire para caer con redobladas fuerzas sobre los indefensos convidados.

Eloísa contempló su obra y dejó escapar una carcajada. El líquido bermejo había teñido su piel que se confundía con el rojo del vestido.

Se miró en el espejo satisfecha. Esta vez no se sintió en absoluto patética. La noche había resultado excitante. Tan excitante como ella esperaba.

 


domingo, 5 de febrero de 2023

Renacer

 


La muerte extiende sus huestes en avanzada circular. Cerca territorios conocidos.  Contamina. Hiere. Anula. Cada voz conocida se transforma en mensajera de malas noticias. El mundo personal que me rodea es dolor, vidas frustradas, vejez. Caen los amigos en sucesión, abatidos como las fichas de un dominó. Del bosque antes poblado y espeso desaparecen robustas especies centenarias. Nadie escapa al avance del tiempo y a la evolución natural: Principio, desarrollo y fin.  

En este paisaje desolador de anticipados futuros negros, surge el milagro. Un canto a la vida llama a mi puerta. Canto de sirena. Borrachera de los sentidos.  Júbilo y estreno. Renacimiento en plenitud. Emociones y dichas nuevas. Es difícil no dejarse arrastrar por la ola que llega y revuelve, agita y despierta sensaciones dormidas en el alma. El cuerpo hecho campana multiplica en gozo la buena noticia y canta y se alegra. Ríe y vibra. Se regocija. Es la fuerza vital que atropella y dibuja soles irisados en el paisaje presentido del invierno que se acerca.

Hoy, todavía otoño, el milagro del amor retoña con sabia nueva y extiende al aire nuevas ramas que la cabeza atropellan. ¡Bienvenido sea!



jueves, 5 de enero de 2023

El valor de lo ajeno



Muchas veces me he preguntado por qué al ser humano le apetece lo que no tiene. Tantas como lo he observado en diversas personas, distintas situaciones y por diversos motivos.

Lo conocido por muy bello que pueda ser pasa a ser parte de su rutina diaria. Puede ser uno de los paisajes más hermosos del mundo, un cuerpo turgente, un rostro querido, el calor de una caricia, una comida sabrosa... Todos ellos cuando se sienten como una pertenencia dejan de despertar la ilusión o las ganas. Dejan de atraer las miradas.

De ahí, mi particular cruzada. Cada día me levanto con ganas de descubrir el rayo de luz que tamiza mi ventana, la piel caliente que abraza mis horas, las voces queridas que comparten complicidades, el sonido del agua, la música que acaricia y despierta mis sentidos...

Buceo en mi cerebro y le apremio a potenciar la ilusión, el entusiasmo: ¡Sed fuertes! Desterrad lo que con el paso de los años pretende marchitar el valor de lo que está a nuestro alcance.

El ahora no es una posesión de por vida, no es un valor permanente.

Tantos y tan singulares momentos desperdiciados por la constante necesidad de codiciar lo ajeno depreciando lo propio; me hacen tomar conciencia y propiciar mi mirada infantil, la capacidad de asombro.

La ilusión con la que escucho una canción una y otra vez para descubrir un matiz diferente o recrearme en su bien conocida melodía.

El embeleso con el que miro a la persona amada: hago mío cada uno de sus gestos.

La pasión derrochada con las personas queridas que transitan conmigo una parte del camino.

La capacidad de ser, estar y, sobre todas las cosas apreciar cada segundo de mi existencia.

Quizá sea mucho pedir y el ser humano esté condenado a no estimar lo que tiene y a desear lo que no está a su alcance.

Yo confío en conservar la ingenuidad, junto al asombro y las ganas de seguir aprendiendo para valorar lo que tengo, sin anhelar lo ajeno, y que en esta noche mágica se hagan realidad mis sueños.