sábado, 5 de marzo de 2022

La ley del embudo

 


Las grandes diferencias no las marcan distancias geográficas, ni valles insondables, ni tan siquiera, los saltos generacionales.

Las diferencias se implantan cuando algo muy esencial en el componente de cada individuo chirría ante una situación que para el otro puede ser, incluso, dramática, por la indiferencia del supuesto amigo, cómplice, amante, compañero...

Un auténtico problema de encaje puede comenzar por algo que a primera vista parece trivial. Anecdótico. En realidad, es la punta del iceberg que asoma para advertir a navegantes desprevenidos de la profundidad del escollo, a veces insalvable.

Puede ser un "por ahí no sigas" espetado bruscamente en referencia a un veto sobre lo que se puede hablar o no.

Sin caer en el fanatismo-despotismo-intransigencia, es difícil cerrar el paso al contraste de pareceres. Al intercambio de ideas. Por muy diferentes que estas sean. Al respeto por el pensamiento ajeno.

En otras ocasiones, basta un: ¡Para! dicho en un tono tan abrupto, que no da opción al libre ejercicio de la conversación, polarizada por uno de los interlocutores.

Se manifiesta entonces, de una manera totalitaria la falta de tolerancia con el, o los individuos, que no opinan igual.

No importa que el tema sea físico, mental, existencial, político, económico o simplemente vivencial.

Añoro las respuestas medidas. Sopesadas. Ecuánimes. Controladas por ambos interlocutores. Donde se puede establecer un diálogo fluido. Contrastado.

Incluso desde el desacuerdo, en cualquier terreno, se puede aprender, acercar posturas, o contemplar, sin rechazo a priori, otro punto de vista. Sin que nadie agreda a nadie mediante la palabra, el sarcasmo, la desacreditación o directamente con la imposición del silencio.

Las diferencias enraizadas en lo más profundo, a veces, afloran en un gesto o una palabra, que sirve de aviso para saber que nos estamos adentrando en aguas profundas. Territorio hostil que puede hacer zozobrar la embarcación.

 



1 comentario:

  1. Nunca he disfrutado tanto como cuando he encontrado a un semejante con el que tener una conversación abierta, es decir, donde nada es inmutable y todo es susceptible de ser debatido. De todas maneras, no soy tan ingenuo como para no saber que todos tenemos susceptibilidades. No se habla de eso y en paz.

    Un abrazo.

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