Él le preguntó: ¿Tú quieres que
estemos todo el tiempo juntos?
Ella echó a rodar la imaginación, contempló la posibilidad y, no dijo nada.
Él le dijo: Estás tardando mucho en contestar. Es una pregunta trampa: No podemos estar todo el tiempo juntos.
Ella contestó: Claro.
Algo parecido al silencio sobrevoló la habitación. Ellos continuaron con la tarea en la cual estaban inmersos.
Ella pensó en los amantes enamorados que nunca se separan: vidas paralelas que dejan transcurrir serenas, uno al lado del otro.
Él dejó a un lado el libro que estaba leyendo; le habló de realidades prosaicas y lo evidente se hizo obvio.
Él había dicho: Qué desperdicio el tiempo en que pudiendo estar no estamos.
Ella pensó, una vez más, en lo incoherentes que son algunos seres humanos.
Después dejó de pensar y se limitó a vivir.