sábado, 8 de febrero de 2020

Hivernación



Renazco con la claridad brillante del casi recién estrenado nuevo año, desde el solsticio me llega la bienvenida. Enlaces luminosos. Atrás quedaron los días de candileja agonizante.

No es la diferencia de horas, es el esplendor singular del fulgor naciente que pone brillos en el éter. 

Chispas mis ojos, alas mis piernas, motor mi corazón y unas ganas tremendas de salir y comerme la vida a dentelladas. 

Ganas de mover la cintura, de batir el cobre y alzar la voz, de bailar al ritmo de este mundo, que de nuevo retoma, bañándose en la llama cálida del sol que emerge en una nueva aurora, dicha y pasión.

Hoy la luz tiene otro color, se resbala por los edificios, se mira en las ventanas coqueta y destella en los escaparates como un recién nacido que ilumina el planeta.

Llegó el momento de desperezarse, sacudir las pestañas del letargo y proyectar el alma al aire tremolando en una canción. 

Canción de sueños y esperanza, de amor y calma, de armonía y valor.

Vibra la vida, y con ella, vibro yo.