sábado, 5 de noviembre de 2022

El descorche de la vida

 


Hablaban en clave. Sabían. Conocían por sus experiencias compartidas lo que cada uno añadía a la situación.

Después de la pandemia, Clarisa había florecido con esa lucidez que aportaba su nombre. Aunque nadie, ni siquiera los padrinos de su bautizo tuvieron la clarividencia de adivinar.

Algo superior a sus deseos se apoderó de ella y trasmuto su espíritu en una paleta de colores. Verdes y rosas se mezclaron con los anaranjados fugitivos de la tarde. Espléndidos amaneceres y noche negras cuajadas de promesas mezclaron sus realidades más allá de las conveniencias.

El diálogo surgió fluido. Dos almas que se entienden. Dos intelectos inquietos y cómplices. Generosos y amigos.

A Pascual le sorprende, a pesar de que ella se lo expresa con palabras diáfanas, su latir, su florecer, su explosión cálida y sensual. Espectador-esponja absorbe cada una de las vivencias que Clarisa le cuenta. A través de ella su cuerpo respira. Su mente amplifica su espectro. Sus vivencias se agrandan tomando un giro desconocido. El que ella marca sin pretenderlo y que él sigue con sus cinco sentidos remedando lo que no es capaz de crear.

 El entendimiento es tácito.

    -Soy consciente de que cada uno de nosotros vivimos nuestras propias circunstancias –le dice Clarisa- A todo lo fundamental, a todos los momentos decisivos nos enfrentamos solos. Desde el nacimiento a la muerte. En las grandes decisiones estamos solos. Y solos decidimos, en función de no sé qué aconteceres, tomar una ruta u otra. Tenemos una vida, no renuncio a coger con ambas manos lo que me brinda el destino.

    -¡Haces bien! A mí me tienes asombrado. Desde el corte existencial que nos cercenó a todos la sonrisa, el contacto, el abrazo, la cercanía, tú has respirado con una energía que me desborda, me traspasa y hago mía. Yo soy incapaz de crearla. No me tienta lo desconocido. A través de ti me enriquezco. Tus vivencias son las mías. Entiendo el camino por el que te mueves y me hago cómplice tuyo. Atrapa lo que la vida te ofrece. ¡Vive! ¡Disfruta! ¡No renuncies a nada!

No sé si este diálogo se producía en una confluencia de tiempos y pareceres por ambas partes. Sí sé que Clarisa sintió alivio. Ella había sido franca y abierta en lo que su alma y cuerpo sentían. En su no renuncia a lo que le brindaba la vida. En su seguir la senda que le marca la existencia temporal y transitoria por donde nos desplazamos todos. En saborear el momento.

Clarisa percibió en la sabiduría del hombre, que le hablaba con otro lenguaje, la conformidad, la aquiescencia, la permisividad. Él está en un punto distinto del viaje y aprueba que ella no se pare y siga. La diferencia de años y de proyecto vital, marcan el contraste.

Compañeros y camaradas en algunas etapas pasadas, no pueden compartir la intrepidez del momento, el vértigo constante, el inusitado volcán que trepida en las entrañas y desarbola la vida de Clarisa. Incuestionables señales que resuenan en lo más hondo del alma como una sensación física que corta el aire. Llamada ancestral que sólo tiene una respuesta.

La conversación fluida como desde hace mucho tiempo, descubre la complicidad. Pascual sabe y consiente. Clarisa estrena la vida.

 

 


miércoles, 5 de octubre de 2022

La añoranza es cosa de dos

 



Carmen se enfundó los botines negros, con cordones, de tacón alto. Los mismos que un día lejano la llevaron hasta él. Pasos cortos y ligeros cruzaron la distancia que separaba sus mundos.

El sueño se hizo realidad. La princesa del cuento bailó en el gran salón de columnas con el desconocido.

La máscara. El disfraz. Las palabras ardientes vertidas en el oído. Su mano depositada en la de él como una paloma blanca. Los brazos abarcando su cuerpo en la noche insondable.

Despertar de los sentidos. El temblor. La pasión. El encuentro. La  embestida. Corriente alterna y discontinua que electrizó cada pulgada de su piel.

Se buscaron los labios que añoraban los besos. Se encontraron las bocas, y en el aire palpitó el deseo ocupando veredas de sangre.


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Los bosques rasgaron el paisaje que adivinaba a través de los cristales. En una sucesión de imágenes volátiles, el tren la llevó a la ciudad de provincias enfundada en sus vaqueros. Él la aguardaba en el andén.

Descendió del vagón temblorosa. Expectante. Él era lo desconocido. La incertidumbre. El reto. Su gran aventura.

A nadie como a él ha amado. Nadie como él trastocó su mundo poniéndolo del revés.

Él era el reclamo y ella la tórtola que acudía al encuentro con los ojos cerrados. Atravesando la meseta de punta a punta, montada en sus botas negras, de tacón alto. Carroza de Cenicienta que al dar las doce volvieron a ser calabazas.

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El sueño duró lo que duran los sueños. El amor vivió lo que vive el amor. Una historia más de muerte por desidia. Acabado el sueño, se marchitó la flor.

Hoy en su habitación, huérfanos de caminos, los botines se han abierto en tentadora ofrenda y han atrapado sus pies, que envueltos en su calor, la han acompañado a entonar una canción.

Canción que no es suficiente para acallar su voz. La añoranza, está segura, hoy, es cosa de dos.

 

 

lunes, 5 de septiembre de 2022

Café de París

 

 

Hace juego la sonrisa con la impoluta chaqueta y el pelo blanco, que bordea en cuidado corte su cabeza para que no destape el resto de la frente, bronceada como el rostro y las manos, que desliza displicentes acariciando el teclado.

La voz timbrada y cálida, se acopla a las canciones conocidas. A través de su garganta aparece un asomo de Elvis mezclado con un toque de Roy Orbison y otro poquito de Engelbert Humperdinck.

Modula con extremo celo cada nota, dejándola caer lánguida sobre la señora de la pulsera azul y la dentadura perfecta, que le mira encandilada con un gesto de adoración. Él, por cortesía, le dedica apenas unos segundos de atención mientras busca con la mirada “jovencitas de cuarenta” que alegren su lozano corazón aventurero.

Su sueño fue vivir de la música y aquí está, ahora, con sus más de setenta colmados, encubiertos por los afeites que sabe aplicar con arte y que acompaña de impecables ademanes.

El otrora conquistador noctámbulo permanece escondido, agazapado, en algún pequeño entresijo del cantante del Café de París.



viernes, 5 de agosto de 2022

De repente el vacío

 



A las voces de los niños les sucede el silencio que amortaja las horas. Se descompone la medida del tiempo que vuelve a ralentizar sus pasos de minutos contados. 

Es difícil sustraerse al sentimiento de pérdida, breve, temporal, anecdótica. El cerebro recompone su estructura de lógica comprensión y la tristeza se convierte en risa compañera y amiga. 

Retienen las neuronas el recuerdo de los espacios y tiempos compartidos. El alma se alegra y echa a volar al son de su risa contagiosa y al compás de sus juegos. Dulces horas que le cambia el paso a la vida en un sortilegio de danza en el infinito.


martes, 5 de julio de 2022

El encuentro

 


La calentura le duró tres días. Durante esas setenta y dos horas fue como un hornillo de filamento rojizo que alternaba la intensidad de la lumbre que ardía en su cuerpo sin llegar a apagarse. Un desasosiego extraño se había apoderado de sus entrañas, de su espíritu, de su cerebro y de su alma. Ese conjunto que a veces se disgrega en varios entes independientes y que otras, como había sido el caso, se habían juntado en su manera de percibir las sensaciones que le provocaron el encuentro con Fabio.

Por esas fechas parece que había una conjunción de planetas en el cielo. Gabriela no supo a ciencia cierta si esa alineación de fuerzas cósmicas fue la causante, o fue el destino el que guio sus pasos. No era ella muy de creer en esos asuntos, el caso es que la sensación permanece enredada en el acontecer que marca su impronta cada día. 

Desde aquella colisión desconcertante, en que por azares insospechados, sus caminos se fueron acercando hasta converger en la senda común que enriquece sus mundos, Gabriela y Fabio han pasado meses de urgencias y premuras, de cortes y desfiladeros, de lucha y gozo, de alejamientos y cercanías, de finales y comienzos.

Apuestan el todo por el todo en una historia rocambolesca que alimenta su alma y reta al cerebro. Sin expectativas ni metas, circunscriben su amor al momento. Vuelco de sentimientos y realidades subjetivas que nutren, en un reto constante, la conexión y el entendimiento que se ha establecido entre ellos.

     - Caminante, se hace camino al andar – dice Fabio muy consciente de que la vida es lo que es. Que hay que dejarla estar, y de que para nada sirve darle muchas vueltas.

     - Lo que tenga que ser será - añade Gabriela.

Conscientes los dos del juego que se traen entre manos, disfrutan y celebran el hecho extraordinario de haberse encontrado. La vida, es lo que tiene, de vez en cuando, sorprende para bien.

 


domingo, 5 de junio de 2022

Un retrato poco ejemplar



En los tragos largos que ha ido dando a la botella, Antonio encuentra, una vez más, el placer que le producen los vapores del alcohol. Una satisfacción buscada a conciencia. 

Una satisfacción que no encuentra con nada. Cuando el alcohol penetra en su sangre el cerebro bulle, las ideas se aclaran y la perspectiva del mundo cambia.

El ánimo exaltado agita su imaginación y desata su verborrea, ya de por sí proclive y generosa.

"Me siento bien" - Se dice a sí mismo - "Tampoco he bebido tanto".

Después del café pide un segundo whisky para seguir la conversación distendida con el amigo que no ve desde hace meses. Casi siete.

Antonio no necesita excusas para beber. Aunque siempre busca alguna que lo justifique. Le gusta. Así de simple. Lleva bebiendo desde su juventud. Y como dice a todo aquel que le quiera oír: “Yo soy así. Y eso no va a cambiar”

Unas veces bebe como un acto social. Sus héroes del celuloide lo hacían y él los imita.

Las películas de su época estaban llenas de protagonistas que exaltaban su hombría a través del cigarrillo pegado a los labios, las broncas a puñetazos y las borracheras compartidas con el amigo leal, que sellaban el compromiso hasta la muerte.

Otras veces lo ha hecho hasta caerse, en soledad, para curar las heridas. Heridas que no sanan por mucho alcohol que les eche.

La mayoría de las veces, bebe porque sí. Porque forma parte de sus hábitos y costumbres. Su carta de presentación al que no le conoce, nadie dirá que no le advirtió, es: “Estoy mayor, tengo disfunción eréctil y soy alcohólico”

El que se acerca a él tendría que saber que no es una ironía. Aunque en ese momento, sus modales impecables, su conversación inteligente y su mirada profunda lleve a pensar que es un juego, es la pura verdad.

El día de después es otra cosa. Con los años su cuerpo aguanta menos. Alcanza el umbral de la borrachera muy rápido y en cambio superar la resaca le lleva muchas horas. A veces, días enteros. La lengua espesa se pega al paladar, el cuerpo no responde y al cerebro embotado le cuesta pensar.

En esos momentos, a veces, le entra "la murria" como él la llama. Cosa que no le preocupa. Compañera vieja de fatigas sabe cómo amansarla. Mitiga sus efectos metiéndose en la cama todo el tiempo que considera necesario, bebiendo mucha agua y fumando un poco menos.

Cuando recupera su normalidad se incorpora de nuevo al mundo, donde, en un breve o largo periodo, dependiendo de los efectos que le haya causado su última cogorza, vuelve a repetir el esquema.

Al fin y al cabo, como Antonio dice, la vida es breve y nadie sabe cuál es su último día. ¿Por qué tendría que dejar de hacer lo que le gusta?

Exultante por la vivencia que acaba de compartir con su amigo y tras despedirse efusivamente con la promesa de repetir el encuentro, enfila con pasos bamboleantes la acera mientras escucha y observa, dentro de su nebulosa, cualquier persona o situación que le propicie la ocasión de intervenir, dándole así la oportunidad de continuar su inagotable cháchara.

La caída se desencadena como una consecuencia lógica, enfrascado en su monólogo interior no ve la diferencia de altura en la acera, tropieza y cae estrepitosamente.

Rodeado de la gente que ha acudido en su ayuda, mira desde el suelo el corro de caras recortadas sobre el cielo azul y piensa, una vez más.

 -Uno de estos días, definitivamente, tengo que dejar de beber.

 

  

viernes, 6 de mayo de 2022

Aunque no lo parezca

 

A Consuelo siempre le ha costado vivir. Desde que fue consciente de que el alma duele más que el silencio. Desde que supo de la pérdida. Del desarraigo. Del sufrimiento. Desde que fue consciente de que el mundo aúlla como un perro en la oscuridad. Le costó vivir. Aprendió a hacerlo. Y emprendió caminos surcando mares de sueños. No se engañó entonces ni lo hace ahora.

Conoce lo que sucede a su alrededor, y a pesar de ello, remonta y alza el vuelo. Dibuja sonrisas. Presta atención a lo pequeño. Arma de coraje los días. Tiembla de amor en los encuentros. Susurra al oído del que sufre. Alimenta el tiempo del placer. Espolea sus extremidades para que obedezcan. Las empuja a que se muevan y bailen la danza desordenada de las horas. 

Siempre le ha costado vivir. Poner en pie el día y conseguir que camine. Ejercicio que practica a diario con gran empeño. A cambio encuentra pequeñas grandes victorias que compensan su esfuerzo.

Siempre le ha costado vivir. A pesar de ello es la mejor vividora que conoce. Acepta el devenir de los hechos. Se apoya en su entramado particular para exprimir cada momento, forjando sendas, en el bosque ancestral donde germina el futuro.

En esas está. Cumplidora de su mayor precepto. Ser consecuente. Trenza retazos de realidad con entramados de quimeras. Con la firme decisión de ser fiel a sí misma y apurar los años que le quedan.

Sin perder de vista las circunstancias que sacuden el mundo, una vez más, enarbola la sonrisa por bandera y pone en pie, el día que comienza.


 

martes, 5 de abril de 2022

Señas de identidad

 


Desde su más tierna infancia Ramón ha escapado de las asociaciones. Cuando todos los niños del patio se reunían formando cuadrillas, él se perdía en su ensoñación particular prendido de cualquier circunstancia que llamara su atención.

Podía ser la caída de una hoja que entretenía la mirada, el vuelo de un pájaro, las caprichosas formas de las nubes, o el estallido luminoso que atravesaba una rama en la perpendicular de un rayo de sol.

Su mayor seña de identidad era la independencia. Independencia de modas, slogans, grupúsculos y corrientes de cualquier clase o manera.

Bajo su punto de vista, limitarse excluyendo al resto, era disminuir su mundo. Ceñirse a un solo arquetipo de música, a una forma de vestir o a una exclusiva forma de percibir la realidad, le hacía sentirse empobrecido. A él no le interesaban las agrupaciones que pretendían controlar el pensamiento y hacerlo común y unitario. Ramón iba más allá, buscando en el encuentro con los otros una respuesta, una motivación, algo que le hiciera crecer y proyectar su esencia en múltiples y diversas facetas, sin importarle qué persona se lo pudiera ofrecer, ni su condición. Lo único que le interesaba eran los conceptos, la imaginación, la inteligencia desbordada en proyectos y sueños.

Demasiadas veces habían querido constreñir su libertad. En la escuela, marcándole conceptos irrefutables. En el gusto musical cuando había que decantarse por un estilo, compositor o época obviando al resto. Con la indumentaria que marcaba tendencias y que había que adoptar para ser aceptado por la sociedad. En la literatura, donde había que escoger entre un autor u otro, una generación u otra, una procedencia social o un círculo correligionario. No digamos ya en el deporte, en la política o en la religión, donde pertenecer a uno u otro clan era casi cuestión de supervivencia emocional y física a veces.

Bajo su punto de vista de todo se puede aprender, tanto de lo bueno como de lo malo. De ahí que Ramón extraiga lo mejor de cada uno. Siempre hay sorpresas escondidas en cada movimiento cultural, generacional o filosófico, por muy dispares o negativos que parezcan. A Ramón, le emociona descubrir individualidades dentro de la marea de seguidores de cualquier culto, conveniente al poder, que utiliza en su servicio a las personas gregarias seguidoras de lemas y consignas.

Nada hay blanco o negro y Ramón huye de los extremos. Disfruta la gama de grises que cualquier situación le puede ofrecer. Le ocurre igual con las personas, los países, las comidas. En todos ellos encuentra diferencias y estímulos que le aportan un disfrute, una complicidad, una pasión. De ahí su dificultad para vivir en un mundo en el cual son imprescindibles las etiquetas. De ahí su huida de grupos e imposiciones. De ahí su búsqueda de la libertad de criterio. De ahí su tranquilidad de espíritu, insobornable y feliz, que campa a sus anchas, como un lobo solitario por la estepa.



sábado, 5 de marzo de 2022

La ley del embudo

 


Las grandes diferencias no las marcan distancias geográficas, ni valles insondables, ni tan siquiera, los saltos generacionales.

Las diferencias se implantan cuando algo muy esencial en el componente de cada individuo chirría ante una situación que para el otro puede ser, incluso, dramática, por la indiferencia del supuesto amigo, cómplice, amante, compañero...

Un auténtico problema de encaje puede comenzar por algo que a primera vista parece trivial. Anecdótico. En realidad, es la punta del iceberg que asoma para advertir a navegantes desprevenidos de la profundidad del escollo, a veces insalvable.

Puede ser un "por ahí no sigas" espetado bruscamente en referencia a un veto sobre lo que se puede hablar o no.

Sin caer en el fanatismo-despotismo-intransigencia, es difícil cerrar el paso al contraste de pareceres. Al intercambio de ideas. Por muy diferentes que estas sean. Al respeto por el pensamiento ajeno.

En otras ocasiones, basta un: ¡Para! dicho en un tono tan abrupto, que no da opción al libre ejercicio de la conversación, polarizada por uno de los interlocutores.

Se manifiesta entonces, de una manera totalitaria la falta de tolerancia con el, o los individuos, que no opinan igual.

No importa que el tema sea físico, mental, existencial, político, económico o simplemente vivencial.

Añoro las respuestas medidas. Sopesadas. Ecuánimes. Controladas por ambos interlocutores. Donde se puede establecer un diálogo fluido. Contrastado.

Incluso desde el desacuerdo, en cualquier terreno, se puede aprender, acercar posturas, o contemplar, sin rechazo a priori, otro punto de vista. Sin que nadie agreda a nadie mediante la palabra, el sarcasmo, la desacreditación o directamente con la imposición del silencio.

Las diferencias enraizadas en lo más profundo, a veces, afloran en un gesto o una palabra, que sirve de aviso para saber que nos estamos adentrando en aguas profundas. Territorio hostil que puede hacer zozobrar la embarcación.

 



sábado, 5 de febrero de 2022

Las comparaciones no son odiosas

 

Desde niño ha tenido la capacidad de percibir las dos caras de la vida, los dos extremos, como si contemplara las dos perspectivas que descubrió al caminar por el estrecho sendero que le llevaba al volcán del Rincón de la Vieja. A la derecha un gran valle, fértil, frondoso y verde, con huertos y árboles frutales, un clima excepcional donde la alegría se enseñorea del instante y los arroyos murmuran vertiendo su lengua de plata por encima de la tierra. En el otro lado una pendiente prolongada de rocas y arena en la cual podía precipitarse al menor descuido y un viento inclemente que sacudía las pocas plantas que crecían tímidamente al borde. Turbonadas de tierra girando en el espacio. En lo más hondo, la boca impredecible del volcán.

Si esto lo transmuta, si lo cambia por esas dos vertientes humanas que ha observado desde su niñez, percibe, a un lado, seres afortunados que gozan de todos los privilegios sin esfuerzo. Les viene dado como un gran regalo. Poseen, no sólo un techo sobre su cabeza, sino una casa espléndida. Ropas que además de cubrir su desnudez hermosean su cuerpo. Lugares a los que ir en diversas partes del mundo. Gente que sea o no por el interés, acompañan sus horas y se preocupan, o fingen preocuparse, por todo aquello que les ocurre. Alguien con quién compartir alegrías y penas. Agraciados en la lotería existencial que jamás saben lo que es el hambre, el frío, o la desesperación por no poder suministrar lo más elemental a sus hijos.

En el otro lado ha visto a otros hombres luchando por conseguir lo más esencial, que no faltara un plato caliente en la mesa, romperse el alma para procurarse un techo sobre sus cabezas y ropas para cobijarse del frío. Individuos que han de pelear como titanes cada logro de su vida. Acostumbrados a caer y levantarse muchas veces si son afortunados y la fatiga no les rinde.  Algunos, cuando se hunden, si el coraje y las circunstancias no los acompañan, son incapaces de volver a ponerse en pie. Sucumben sin remedio y ruedan por la pendiente, hasta el fondo, donde son olvidados entre los perdidos.

De ahí la reflexión de Ramón en contra del dicho popular: “Las comparaciones son odiosas”.

Él piensa lo contrario, porque aquellos que no tienen un rasero, una medida diferente a la suya, una perspectiva del mundo distinto al que contemplan cada día, no sabrían valorar lo que poseen. Ya sea un techo donde guarecerse, un plato de sustento, una mano a la que asirse, una boca que responda su sonrisa o una compañera con la que despertar cada mañana.

Cada uno de ellos podría pensar que lo natural es eso. Que es natural que sus ojos se abran y vean la luz. Que es lógico que al llegar la noche se acuesten en una cama mullida y confortable. Que cada vez que padecen hambre o sed tengan alimentos y agua a su alcance para cubrir sus necesidades.  Que vivir en familia disfrutando del intercambio cariñoso con sus seres queridos, es lo normal.

De la comparación quizás nazca la envidia o la insatisfacción, que es a lo que alude el dicho popular. A Ramón le sirve para apreciar lo que tiene, para ser consciente de los dones, de un valor incalculable, que recibe cada día y que él saborea a pura conciencia y puro placer.

 

miércoles, 5 de enero de 2022

Mañana todo es posible

 


El zumbido sordo que perciben los oídos aumenta su melodía monocorde en un crescendo intenso que invade el cuerpo como un tsunami. Tiembla de pies a cabeza contagiado por la vibración que le transmite el entorno, Óscar cierra los ojos y aprieta los puños con fuerza. No es crispación, tampoco se le puede llamar miedo al sentimiento que invade su alma. Analiza la situación con frialdad. Numéricamente todo cuadra. La aventura que va a emprender es algo que ya han experimentado miles de personas antes, incluido él mismo. 

Si no fuera por la situación externa que rodea su viaje no tendría el sabor metálico en la saliva ni el rictus seco de mandíbulas apretadas que adivina en su cara, junto al expectante cosquilleo en el estómago que siente entre las costillas como una cavidad hueca y profunda.

La misión que le han encomendado, no por deseada, deja de ser un disparo hacia la nada, una apuesta descabellada que Óscar ha asumido con la gravedad y la energía que requiere la empresa. El proyecto se ha llevado en el más absoluto secreto. El puñado de científicos que lo diseñaron ha trabajado en el laboratorio fuera de horario, saltando los estrictos controles, buscando subterfugios para cada uno de sus movimientos, enmascarando los avances diarios y conservando a buen recaudo los logros conseguidos.

El más osado, David. Él es el que trabaja en el equipo que ensambla los paneles metálicos una vez acabados los entresijos, montadas las piezas, supervisado el anclaje y comprobada la respuesta de cada una de ellas. Él es también el que ha encontrado la manera de camuflar el verdadero objetivo de la misión.

Tienen que extremar la cautela no sólo en los preparativos, que se han cumplido según lo planificado, sino para no ser descubiertos en ninguno de los tramos sucesivos que irán alcanzando. Han de alojar y desalojar su preciosa carga sin despertar sospechas y seguir efectuando viajes en las mismas condiciones. De ello depende el éxito o el fracaso.

Su optimismo impenitente le lleva a afrontar los retos con una sonrisa sin pensar en los riesgos. La inteligencia al servicio del corazón y la razón guiando sus pasos. 

        - ¡Mañana todo es posible! -asegura con la certeza de un visionario- Si el presente nos traiciona volviéndonos la espalda, solamente hay que dejar que transcurra, dejarlo marchar y dar paso a la esperanza que germina en las sombras como una semilla de luz escondida en la tierra.

David sabe bien de lo que habla, muchas son, en sus cortos veinte años, las adversidades con las que ha tenido que luchar. Gracias a su entusiasmo y valor, unido a un ánimo irreductible, ha conseguido remontar y salir de la corriente de ostracismo que inunda el mundo.

Consiguió contactar con grupúsculos perdidos entre la marea de adictos. Individuos desobedientes al sistema que enarbolaban la bandera de la rebelión contra el orden que implanta nuevas consignas para acabar con aquellos que burlan sus leyes.

Si no lo consiguen por las buenas, lo hacen por las malas. Desde la cuna a la tumba. En las escuelas o en las cárceles. A través de la propaganda subliminal o descarada. Con la represión directa y brutal o con métodos sinuosos, desactivan la memoria colectiva.

Durante milenios se han dedicado a suprimir concienzudamente todo vestigio que pueda despertar en la adocenada humanidad cualquier atisbo, cualquier retazo de pensamiento que induzca a imaginar la Navidad.

Comenzaron por imponer penas severas a los que siguieran la tradición pagana de adorar ídolos. Toda representación, ya fuera imagen, dibujo, efigie, retrato o escultura fue perseguida, requisada y destruida.

Para ello crearon las llamadas C.L.S.V.F. Comisiones Limpiadoras en Salvaguarda de la Verdadera Fe que con el poder que les da la fuerza, confiscan y arrasan invadiendo todo lugar sospechoso de albergar alguno de aquellos odiados objetos. Lo que antes eran exquisitas obras de arte fueron perseguidas y expoliadas, cuando no, pulverizadas.

Colosal labor la que se habían impuesto. Extirpar de cuajo las raíces del árbol de la fe impresas en ingentes volúmenes de libros, objetos, monumentos, música...  Cómo deshacerse de todas y cada una de las muestras que inspira la Epifanía, la época gloriosa del nacimiento del niño Jesús. Cómo erradicar las extendidas tradiciones que concurren a su alrededor.

Ese fue el pensamiento único de aquellos bárbaros, que como modernos Atilas arrasaron con las patas del caballo de la destrucción, utilizando cualquier medio a su alcance para eliminar lo que se interponía en su camino. Todas las tácticas eran válidas para impedir que surgieran nuevos brotes de subversión.

Su error fue creer que haciendo desaparecer la parte material conseguirían su propósito, nada más lejos de la verdad.

No contaron con que se puede matar a las personas, pero no sus creencias. Las ideas se fortalecen ante la persecución y los sueños germinan en la oscuridad. Los hombres se unen en la adversidad y luchan con más fuerza que nunca para que nadie les arrebate lo más importante, la esperanza.

Del inconformismo, el coraje y la rebeldía surgieron Los Clandestinos.

Al principio se dedicaron a esconder objetos de su propiedad para que nadie se los pudiera incautar.

Podía ser un belén, que había permanecido generación tras generación en la familia con sus múltiples figuras talladas en madera o modeladas en barro. Música, recopilada en LPs. Las cintas de casetes. Los DVD y pen que ocultaron físicamente. Las listas temáticas, y las recopilaciones de vídeos los subieron a la nube poniéndolos a resguardo y haciéndoles más difícil el trabajo a sus rastreadores.

Los libros, que mostraban en dulces imágenes los pasajes del singular hecho acaecido en Belén de Judea y las incontables historias y cuentos con relatos sobre la Navidad, fueron apilados cuidadosamente, embalados en telas impermeabilizadas y enterrados en cuevas secretas distribuidas por montes y valles, jardines y parques, ciudades y subterráneos.

Lo hacían de madrugada, cuando las patrullas que merodeaban por la ciudad bajaban la guardia acusando el cansancio de la noche en vela y se dejaban arrastrar por el sopor que provoca el amanecer. La hora más peligrosa para los que reprimen y la más fructífera para los que no quieren ser reprimidos.

Aprovechaban cualquier ocasión, cualquier resquicio en la maquinaria de la devastación para ocultar y salvaguardar aquellos preciados tesoros. Fomentando al tiempo, el mayor caudal, la memoria de los niños.

En ellos se volcaron. Les transmitieron todas las enseñanzas verbalmente. De padres a hijos se forjó una cadena de información invisible para sus perseguidores.

La más valiosa herencia que pudieron dejarles.

Celebraron las Fiestas a escondidas, entonaron con ellos cánticos, cocinaron unidos ricas viandas supliendo con la imaginación la falta de ingredientes requisados por los destructores. Nada les importaba. Ellos sustituían la falta de elementos con ingenio, sacaban prácticamente de la nada adornos, engarzando en una cuerda tapaderas de latas que limpias y pulidas brillaban como las bombillas de los cuentos. Con ellos y sus voces, adornaron los espacios secretos que fueron construyendo.

Como en tantas ocasiones en la Historia, muchos individuos estaban trabajando en la consecución de un fin sin saber que casi pared con pared, otras muchas familias actuaban de la misma manera, con idéntico fin.

Así, y a pesar de las persecuciones a que habían sido sometidos, en este 3025 de la Era Cristiana, esos niños alimentados en el espíritu de la Navidad están a punto de cumplir sus anhelos.

Uno de aquellos niños es Óscar, el encargado de pilotar la primera nave. Después de esta expedición vendrán otras muchas. En la Tierra, al frente de la operación de localización, guarda y custodia, quedan David y Carlota. Han demostrado en estos últimos años su capacidad para estableces contactos sin poner en peligro la misión.  Junto a sus colaboradores extienden la semilla de la ilusión y brindan apoyo y consejo a los que día a día se van uniendo a la causa.

El esfuerzo que han realizado comienza a dar sus frutos, el ronroneo de la nave se acrecienta, Óscar siente la sacudida del despegue y la fuerza de la velocidad que tiene que alcanzar el cohete para librarse de la gravedad de la Tierra. En unos minutos alcanza los 400 km de altitud y sale de la órbita terrestre. Empuña los mandos de la nave cogiendo el control y pone rumbo a la Estación Internacional. Allí le aguardan impacientes, Manuela, Federico, Alberto y Patricio, su mujer y sus tres hijos que han llegado de las colonias interestelares en el transporte anterior.

Los más entusiastas son los pequeños. Sueñan con disfrutar unas Navidades como las que han visto en los vídeos de sus antepasados. Han ensayado villancicos, tienen preparadas plantas artificiales, rocas y ríos de metal plateado para que cuando llegue papá puedan montar el belén que han reservado en la caja verde, esa que Alberto marcó con una señal muy visible para que no fuera a parar al almacén con el resto.

         -Mami, ¿seguro que papá está al llegar? ¡Que ganas de verlo!

        -Sí, hijo, está a puntito. Si miras en la pantalla verás que la nave acaba de atravesar las puertas de acceso. ¡Corre, ve y díselo a tus hermanos!

Efectivamente, en ese instante, después de descender de la nave que se había acoplado en una maniobra perfecta, Óscar pasaba por la cabina de despresurización y se disponía a dirigir la operación de desembarque. Eficaces operarios transportaban las cajas camufladas entre los contenedores que traen las remesas del trimestre: Semillas para el huerto, plantas potabilizadoras, recambios para los instrumentos, medicinas, y un largo etcétera.

Más tarde, una vez distribuidas entre los habitantes de la Estación llegará el momento de celebrar su gran logro.

La nave, con las bodegas vacías, volverá a desandar el camino y repetirá la operación, tantas veces como sea posible, hasta concluir la tarea.

De entre las cajas apiladas, Óscar escoge las que su hijo marcó en rojo y las pone en una carretilla.

El primero que sale a su encuentro corriendo como una exhalación por el níveo pasillo que lleva al atracadero es Patricio, el más pequeño y el más parecido a él. Son sus mismos ojos grandes y marrones enmarcados por largas pestañas los que le miran abiertos como ventanas.

Al llegar a su altura, da un salto y se encarama a su cuello.

           - ¡Qué alegría papaíto! Pensaba que no ibas a llegar nunca.

Casi sin darle tiempo a reaccionar Federico y Alberto se abrazan a él haciéndole un montón de preguntas.

      -Tienes que contarnos todo, papá. ¿Ha sido muy peligroso? –le dice Federico, moreno y taciturno, de ordinario callado y por ser el mayor el más consciente de lo que están viviendo.

         - ¡Has traído mis cajas! ¡Qué bien, papi! ¿A que te han ayudado mucho las marcas rojas? 

Unos pasos atrás Manuela contempla la escena con lágrimas en los ojos. La mirada de Óscar se posa en ella. Recorre su figura tan querida, resbala por el cabello lacio que le enmarca el rostro y la acaricia en una fusión sin palabras. Con un gesto espontáneo extiende los brazos y ella corre a esconder su cabeza en el refugio que le brinda reposo. Ha añorado tanto este momento...

         - ¿Sabes, papá, que tenemos una sorpresa para ti?

         - ¡Cállate, Alberto, que lo vas a estropear! No ves que papá y mamá ahora no oyen nada.

Alberto mira a sus padres fundidos en uno. Al escucharle Manuela vuelve la atención hacia ellos.

         - ¡Claro que os oímos! ¡Anda, Alberto, cuéntale la sorpresa que le tenemos preparada! Aunque pensándolo bien, es mejor que la vea por sí mismo. ¡Vamos, vamos a enseñársela!

Cuando entran en la habitación de aspecto circular Óscar descubre una plancha de polietileno que descansa en un equilibrio perfecto sobre las guías de aluminio que sobresalen de la pared de un blanco refulgente.

          - ¡Qué bien lo habéis hecho! ¡Está perfecto!

Entre todos sacan las figuritas y las colocan sobre el tablero improvisado. Poco a poco van diseñando su Nacimiento. Con una emoción indescriptible contemplan la lámina del libro que muestra una fotografía a dos páginas y todo color. De ella copian el modo y manera en la que tienen que distribuir las plantas y el río metálico que tenían preparado, más, y esto sí que es un alborozo general, cuando comienzan a depositar las piezas del Portal, los Reyes Magos, las casitas de corcho, los animales, los pastorcillos...

En otra caja marcada hay instrumentos musicales, una zambomba, un par de panderetas, una matraca y hasta un almirez con su mano de bronce dorado.

Mientras, en La Tierra, David y Carlota al conocer a través de las pantallas de seguimiento la culminación de la misión, aplauden como locos.

A partir de ahí el camino está abierto. Muchos les seguirán en su éxodo, llegando con su bagaje navideño al nuevo mundo. Un bagaje que les permitirá conservar y transmitir sus costumbres a las siguientes generaciones sin miedo a la persecución y al exterminio.

Un mundo donde podrán vivir libremente y mantener su cultura, una cultura y un estilo de vida que pese a los ataques sufridos ha sobrevivo con más fuerza en la sabia nueva de la sangre de sus hijos.

         -Ellos, junto a los que les precedieron y les seguirán, son los mejores embajadores del mensaje de amor y reconciliación. Los niños son la esperanza del mundo y algún día, estoy convencido, conseguirán unir a todos los hombres desterrando las divisiones entre razas y credos.

         Carlota abraza a su marido y ambos a los niños formando un círculo de fuerza.

         -Ahora, a la faena. Nos queda mucho por hacer –Dice David guiñándoles un ojo- pero esta noche aparcamos las obligaciones, los demás nos esperan para festejar este día tan singular. Pronto cambiarán las circunstancias cuando nosotros también podamos emprender el viaje

Diciendo esto se aventura por la falsa puerta que ha descubierto en el muro de la vivienda y que da acceso al laberinto de túneles que conecta con los defensores de las tradiciones y sus cubículos secretos. Seguido por su familia se dispone a pasarlo en grande.

En esos momentos Óscar, a miles de kilómetros de distancia estelar, abraza a su familia entre risas y lágrimas de alegría.

Al sentarse en torno a la mesa, con la comida especial que han conseguido, el recuperado Belén apostado en un ángulo de la habitación y los cánticos flotando en el aire, Manuela mira la fecha que el led-calendario refleja sobre la pared.

         - Veinticuatro de diciembre, Óscar. Ésta es tu última Navidad.

         - ¿Es eso cierto papi? -Le pregunta con aire compungido Patricio.

Los niños miran a sus padres. No les ha sonado nada bien eso de que sea la última Navidad. Si apenas la acaban de estrenar...

Óscar esboza una franca sonrisa. 

         - Pues sí, mamá tiene razón. Ésta ha sido mi última Navidad. Mi última Navidad en La Tierra. Pero no os preocupéis ni os pongáis tristes, porque ésta es también mi primera Navidad.

         - ¿Tu primera Navidad?

         - Sí, mi primera Navidad, la mía y la vuestra. La primera Navidad que celebramos en libertad. Ahora somos dueños de nuestros actos. Ha desaparecido la intranquilidad con la que vigilábamos nuestros pasos guardándonos de la intolerancia. Los nuestros en un principio actuaron de igual manera. Tratando de imponer a sangre y fuego sus creencias a otros pueblos.

         Ahora somos conscientes de que lo mejor para todos es que convivan razas y credos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, culturas dispares que se enriquecen con la mezcla y que como un buen guiso, es más sabroso cuantos más ingredientes se le añaden. La violencia sólo engendra violencia. Con esa certeza hemos creado este plan. Desde aquí podremos continuar. Ésas son las convicciones que vamos a preservar y difundir acrecentándolas y extendiéndolas, hasta conseguir que, a través de la palabra y el ejemplo, el mundo que acabamos de abandonar se purgue de los seres que haciendo uso de la violencia destruyen la libertad e impiden vivir en paz.

Los niños le miraron sonrientes y a Manuela le brilló una luz en los ojos, Óscar con voz segura añade.

          -Tengo la completa seguridad de que en los mundos habitados de la Galaxia siguen este ideario y nos apoyan y alientan. Gracias a su contribución estamos aquí. Con su asistencia y colaboración, lo que parecía un sueño, hoy se ha hecho realidad. Y en un futuro, no muy lejano, volveremos a celebrarla junto a todos aquellos que lo han hecho posible.

            - ¡Viva la Navidad! –Grita en un impulso incontenible Alberto.

            - ¡Que viva!! –contestan todos.

            - De eso nos encargamos nosotros ¿verdad mamá?

            - Por supuesto, en vuestras manos está, y no podría haber mejor lugar.

       Entonando una alabanza alzan sus vasos al cielo y brindan envueltos en la cálida atmósfera que abriga sus corazones. 

 


domingo, 5 de diciembre de 2021

C'est la vie

 
1

Es la vida, sí. Y no tiene vuelta de hoja. En estos días de acercamientos y lejanías a Pablo no se le va de la cabeza. Mira a su alrededor buscando el motivo para que la mayoría de los mortales, en idénticas circunstancias, sigan apreciando lo escaso, lo ausente, lo que se da con cuenta gotas a lo largo de todo el año. En cambio, se desdeña la presencia constante y devota, el esfuerzo diario, la entrega solidaria y permanente.

         - ¿Hay en todo esto –se dice- algo inculcado? ¿O quizás es lo que nace instintivamente?

A Pablo le cuesta mucho ser imparcial en un asunto que le toca de lleno.  Él valora, no cómo algo súbito, sino razonado deliberadamente desde su amor a la justicia, la permanencia, la entrega.

Mira asombrado cómo por todas partes se multiplican los agasajos en el festín más extraordinario de besos y abrazos, comidas, tiempo y sonrisas, a esos invitados que llegan en días contados como una aparición magnánima y extraordinaria.

Para ellos son los buenos momentos. El mejor banquete que hubiera soñado jamás el Hijo Pródigo. Tenerlos poco tiempo les hace ganadores de afectos y cortesías por encima de cualquier otra circunstancia.

         - Es la vida, sí. Y no hay nada que hacer. Lo próximo se deprecia y lo remoto se magnifica.

A veces ante esta tesitura piensa en emprender el vuelo. Marchar a algún lugar soñado y desarrollar allí sus fantasías. Aprender un idioma distinto. Disfrutar de un clima más acogedor…

Por suerte no le faltan proposiciones ni lugares a donde ir y en los cuales sería recibido con los brazos abiertos.

Entonces él sería el añorado. El que al volver como algo esporádico y especial recibiría todos los privilegios. Podría hacer y deshacer a su antojo sin que nadie pusiera en tela de juicio sus apetencias. Estar o no estar en las celebraciones, escoger fechas y horarios. Deleitarse con sus momentos de gloria, unido a las despedidas melancólicas colmadas de besos y lágrimas furtivas.

2

Recostado en la tumbona, sobre la cubierta del barco, Pablo contempla el balanceo de las ondas que despierta la quilla sobre la corriente del agua. El río, en este tramo, se ofrece en todo su esplendor, calmo y profundo permite al navegante disfrutar de uno de los más bellos parajes que ha visto en su periplo por el mundo.

Más allá, sobre la lejana orilla, en el azul bruñido del cielo, unos pájaros esbozan vuelos asimétricos. El ronroneo del motor, apenas perceptible, da verisimilitud a la escena que se desarrolla ante su vista, de no ser así podría pensar que sueña. Tantas veces anheló recorrer estas aguas que ahora mantienen su vista imantada, que, sin darse cuenta, el esbozo de una sonrisa se pinta permanentemente en su rostro.

Si existe algo parecido a la felicidad – se dice- es esto. El corazón late lento en el pecho, la piel respira por cada poro el aire húmedo y seco a la vez. Río y desierto unidos en una extraña mezcolanza. Del poblado lejano llega un batir de palmas y la voz de alguien que canta una especie de lamento que se pierde en la distancia según la embarcación se aleja.

La arena blanca, tan blanca, que, en las horas álgidas del día, la luz se mete en sus pupilas como cuchillos y le obliga, a pesar de las gafas y la gran visera, a cerrar los ojos hasta ser dos ranuras imperceptibles. Le compensa el cálido abrazo que le acaricia como una amante fiel, la desmayada lasitud del cuerpo rendido al peso de los rayos del disco solar y el viento, limpio, que inunda sus pulmones agitando, en un baile festivo, la ropa de lino que viste para protegerse del calor.

Al fin ha ejecutado sus deseos. Atrás quedaron obligaciones y sinsabores, desprecios y frustración por no sentirse escuchado, querido, apreciado. Ahora es libre de hacer y deshacer a su antojo como tantas veces quiso. Y en este preciso momento decide volver, y recibir, después de tantos años la atención de los que le reclaman.

Lentamente coge el móvil y teclea el mensaje:

         - Estas navidades las paso con vosotros. Siempre que os parezca bien y tengáis algo de tiempo para compartir conmigo.

La respuesta no se hace esperar. Un aluvión de textos cariñosos. Bienvenidas con emoticones cada cual más deslumbrante. Ofertas de cenas, comidas y casas donde alojarse, se despliegan con un repiqueteo de campanillas en su wasap.

Pablo deja escapar un suspiro complacido y escribe.

         - No os preocupéis. Lo organizamos sobre la marcha. Sólo estaré unos pocos días.

Cuando levanta la vista se encuentra con el paisaje radiante. El sol comienza su declive y Pablo se dispone a presenciar, entusiasmado, una vez más, el inenarrable espectáculo del atardecer sobre el Nilo. 





viernes, 5 de noviembre de 2021

Ignacio

 

Se le llena la boca con la lección aprendida desde chiquito Las cosas hay que hacerlas por y para uno mismo, no para los demás” Eso le habían reiterado sus padres una y otra vez con su machaconería acostumbrada.

No se podrá decir que, si no aprendió las lecciones sobre la vida, ha sido porque no se las repitieran día tras día.

Con estas bases, ha forjado su carácter, introvertido y excluyente. Pone su listón muy alto y no es fácil que alguien entre en su círculo.

No los escoge por interés. Su vara de medir es particular y se basa en méritos que están muy lejos de ser los que valora la sociedad.

No es el dinero, la belleza, la clase social o detentar algún tipo de poder lo que le hace ser cercano y atraer a su órbita de amistades a los muy distintos individuos que la han conformado a lo largo de su existencia.

Es verdad que el grupo lo construye procurando que no se mezclen entre sí.  Ignacio prefiere relacionarse con pocos amigos al tiempo, incluso le encanta cuando sólo son dos.

De esta norma, costumbre, o forma de ser, están excluidos los miembros de su familia. Aun así, tampoco es partidarios de unirlos. Prefiere hacerlo por afinidad de trato.  Es decir, no le gusta juntar a varios componentes de distinta rama familiar entre sí. Más bien es de quedar una fecha con unos y otra con otros, con cierta distancia entre citas para no resultar abrumado y falto de energía después del esfuerzo.

Posee buenos y sólidos argumentos a su favor -Cuando se concentran demasiados, nadie escucha a nadie en la mezcla de diálogos cruzados.

Y tiene mucha razón. Es imposible mantener una conversación mínimamente entendible y, o, civilizada, en ese maremágnum de palabras y risas altisonantes, cuando para ser oído, cada uno va alzando gradualmente la voz hasta convertir el encuentro en una auténtica Babel.

Ignacio es absolutamente civilizado, es decir, le gusta respetar las normas, atender a sus semejantes, hablar con mesura, y departir amablemente sin alterar su sensible estabilidad emocional.

Por ese motivo, es querido realmente por los que le conocen, ya sean de su entorno familiar o de sus amistades. Todos aprecian su honestidad y buen hacer. Meticuloso y exacto en sus juicios, que emite en raras ocasiones, a no ser, por petición del interesado.

Ahora lleva aislado más de lo que quisiera. Las circunstancias han jugado en su contra. En este rompecabezas que alterna espacios y tiempos le ha tocado, igual que al resto de la humanidad, vivir apartado.

El hecho de vivir sólo, le diferencia de los que comparten casa, convivientes les llaman. Ignacio no convive con nadie y esto, según cuentan en las noticias, está llevando a los que se encuentran en su misma situación a la apatía. La desgana se ceba en esas víctimas más vulnerables, que, sin incentivos exteriores, han perdido el Norte.

Sus rutinas han dejado de existir. Nada les marca la hora de levantarse o irse a dormir. Ninguna obligación externa les impulsa a salir a la calle. Atrás quedaron las múltiples actividades y con ellas la motivación para arreglarse, cambiarse de ropa, afeitarse o abandonar el cubículo donde se sienten seguros. Al no tener visitas no tienen el acicate de elaborar comidas, limpiar, ordenar o engalanarse para recibirlas con la mejor de sus sonrisas. Tampoco reciben ayuda. La gran mayoría de los que colaboraban en las labores domésticas han dejado sus puestos de trabajo.

Todo unido, hace que el número de suicidios, siempre según las noticias que dicen en la radio, hayan aumentado, junto a los internamientos por depresión.

Ignacio se mira en el espejo, recorre los rasgos que atesoran parecido con los que ya no están y que han dejado huella, en su mirada, en el modo de ladear la cabeza o en la piel oscura sobre la cual resaltan sus ojos negros. Todavía conserva el pelo, que, aunque más escaso, enmarca el rostro anguloso. El flequillo que resbala rebelde sobre la frente, le da el aspecto travieso del niño que fue y que aún conserva en su interior.

Mientras repasa cuidadosamente el apurado de la barba, se ajusta el cuello bien planchado de la camisa. Verifica, que, en la chaqueta roja de punto, estén bien casados los botones y se asegura de que combina con el pantalón de franela gris que ha escogido esta mañana del armario. Tras echarse la loción para después del afeitado y masajear suavemente la cara va hasta el dormitorio, pulcramente ordenado, escoge del zapatero unos mocasines cómodos que se calza alegremente. -Éstos son perfectos para hoy. Después se dirige a la cocina, limpia y organizada como el resto y revisa los productos que descansan apilados ocupando un espacio de la encimera que no le resta sitio para poder cocinar con desenvoltura.

Comprueba el menú que preparó esta mañana. Listo para darle un toque de microondas y, a comer. -Esto de los congelados es un gran invento -se dice. Con el recuerdo que tiene de su madre elaborando mermeladas y guardándolas al vacío le vino la inspiración. Él podía adaptarlo a las técnicas modernas, cocinar legumbres, pescados y pollo en salsa y cualquier cosa que se le ocurriera que pudiera congelar, guardarlo en recipientes individuales y calentarlo cuando le apeteciera.  De esta manera alternaría con las latas y comidas preparadas del supermercado.

Cada noche decide el menú que tomará al día siguiente. Desde que comenzó a utilizar este método, la intendencia, se le simplificó mucho. Y volvió a agradecerle a sus padres las lecciones que con hechos o palabras le habían transmitido.

La más importante, piensa mientras se sienta en el sillón, cerca de la ventana, para que la luz se cuele hasta las páginas del libro que entrelazan sus dedos, es que las cosas hay que hacerlas para y por uno mismo.  - Eso es, hijo. Las cosas no hay que hacerlas por los demás, hay que hacerla para uno mismo. 

¡Cuántas veces me lo dijiste y qué cierto es! ¿Qué sería de mí ahora si no lo hubiera asimilado? Me enseñaste a quererme y aprendí a defenderme como si defendiera a la persona que más quiero. En las circunstancias más duras ha sido mi mayor certidumbre y fortaleza.

- Para querer a los demás primero has de quererte a ti -solías repetirme. Ya ves que lo hago y no me va mal del todo. 

Consciente de ello, ve en su imaginación como le observan, aprueban con la cabeza, sonríen y asienten orgullosos. La tarea ha dado sus frutos.


martes, 5 de octubre de 2021

Avatares

 



Vuelve a encajar el engranaje y la naturaleza responde agradecida al nuevo amanecer que reparte miríadas de vida bullendo en derredor.

Es fantástico sentir el cuerpo en plenitud abrazando el mundo, fuerza y coraje a partes iguales mezclados con la ilusión y las ganas. 

Esto es la existencia, un sucesivo caer y levantarse en grandes y pequeños avatares junto al gozo de existir.