Es la vida, sí. Y no tiene vuelta de
hoja. En estos días de acercamientos y lejanías a Pablo no se le va de la
cabeza. Mira a su alrededor buscando el motivo para que la mayoría de los
mortales, en idénticas circunstancias, sigan apreciando lo escaso, lo ausente,
lo que se da con cuenta gotas a lo largo de todo el año. En cambio, se desdeña
la presencia constante y devota, el esfuerzo diario, la entrega solidaria y
permanente.
-
¿Hay en todo esto –se dice- algo inculcado? ¿O quizás es lo que nace
instintivamente?
A Pablo le cuesta mucho ser imparcial
en un asunto que le toca de lleno. Él
valora, no cómo algo súbito, sino razonado deliberadamente desde su amor a la
justicia, la permanencia, la entrega.
Mira asombrado cómo por todas partes
se multiplican los agasajos en el festín más extraordinario de besos y abrazos,
comidas, tiempo y sonrisas, a esos invitados que llegan en días contados como
una aparición magnánima y extraordinaria.
Para ellos son los buenos momentos.
El mejor banquete que hubiera soñado jamás el Hijo Pródigo. Tenerlos poco
tiempo les hace ganadores de afectos y cortesías por encima de cualquier otra
circunstancia.
-
Es la vida, sí. Y no hay nada que hacer. Lo próximo se deprecia y lo remoto se
magnifica.
A veces ante esta tesitura piensa en
emprender el vuelo. Marchar a algún lugar soñado y desarrollar allí sus
fantasías. Aprender un idioma distinto. Disfrutar de un clima más acogedor…
Por suerte no le faltan proposiciones
ni lugares a donde ir y en los cuales sería recibido con los brazos abiertos.
Entonces él sería el añorado. El que
al volver como algo esporádico y especial recibiría todos los privilegios.
Podría hacer y deshacer a su antojo sin que nadie pusiera en tela de juicio sus
apetencias. Estar o no estar en las celebraciones, escoger fechas y horarios.
Deleitarse con sus momentos de gloria, unido a las despedidas melancólicas
colmadas de besos y lágrimas furtivas.
2
Recostado en la tumbona, sobre la
cubierta del barco, Pablo contempla el balanceo de las ondas que despierta la
quilla sobre la corriente del agua. El río, en este tramo, se ofrece en todo su
esplendor, calmo y profundo permite al navegante disfrutar de uno de los más
bellos parajes que ha visto en su periplo por el mundo.
Más allá, sobre la lejana orilla, en
el azul bruñido del cielo, unos pájaros esbozan vuelos asimétricos. El ronroneo
del motor, apenas perceptible, da verisimilitud a la escena que se desarrolla
ante su vista, de no ser así podría pensar que sueña. Tantas veces anheló
recorrer estas aguas que ahora mantienen su vista imantada, que, sin darse
cuenta, el esbozo de una sonrisa se pinta permanentemente en su rostro.
Si existe algo parecido a la
felicidad – se dice- es esto. El corazón late lento en el pecho, la piel
respira por cada poro el aire húmedo y seco a la vez. Río y desierto unidos en una
extraña mezcolanza. Del poblado lejano llega un batir de palmas y la voz de
alguien que canta una especie de lamento que se pierde en la distancia según la
embarcación se aleja.
La arena blanca, tan blanca, que, en
las horas álgidas del día, la luz se mete en sus pupilas como cuchillos y le
obliga, a pesar de las gafas y la gran visera, a cerrar los ojos hasta ser dos
ranuras imperceptibles. Le compensa el cálido abrazo que le acaricia como una amante fiel, la desmayada lasitud del cuerpo rendido al peso de los rayos del
disco solar y el viento, limpio, que inunda sus pulmones agitando, en un baile
festivo, la ropa de lino que viste para protegerse del calor.
Al fin ha ejecutado sus deseos. Atrás
quedaron obligaciones y sinsabores, desprecios y frustración por no sentirse
escuchado, querido, apreciado. Ahora es libre de hacer y deshacer a su antojo
como tantas veces quiso. Y en este preciso momento decide volver, y recibir,
después de tantos años la atención de los que le reclaman.
Lentamente coge el móvil y teclea el
mensaje:
- Estas navidades las paso con
vosotros. Siempre que os parezca bien y tengáis algo de tiempo para compartir
conmigo.
La respuesta no se hace esperar. Un
aluvión de textos cariñosos. Bienvenidas con emoticones cada cual más
deslumbrante. Ofertas de cenas, comidas y casas donde alojarse, se despliegan
con un repiqueteo de campanillas en su wasap.
Pablo deja escapar un suspiro
complacido y escribe.
- No os preocupéis. Lo organizamos
sobre la marcha. Sólo estaré unos pocos días.
Cuando levanta la vista se encuentra
con el paisaje radiante. El sol comienza su declive y Pablo se dispone a
presenciar, entusiasmado, una vez más, el inenarrable espectáculo del atardecer
sobre el Nilo.
Apreciamos más lo exótico que aquello que tenemos cerca, pero, afortunadamente, con los años, aprendemos que cualquier tiempo presente es mejor.
ResponderEliminarFeliz Navidad, Maica.
Tenemos el aquí y el ahora, José Antonio, cada momento es único e irrepetible...
ResponderEliminarFeliz Navidad también para ti.