domingo, 7 de julio de 2019
Adalberto
martes, 21 de mayo de 2019
Temporalidad
viernes, 19 de abril de 2019
Cruce de caminos - Querencia
lunes, 4 de marzo de 2019
Prueba superada
lunes, 21 de enero de 2019
España en marcha -
martes, 18 de diciembre de 2018
La huella
No, mi percepción es otra, lo que yo siento, es que cuando he estado en algún sitio y más tarde otra persona pasa por allí, le hablan de mí con agrado, reconocen y recuerdan mi calidez, mi sonrisa, el trato amable, una palabra de cariño... Y eso me gusta.
Esa es la huella que quiero dejar impresa por los senderos del alma, porque creo, que el ratito que estamos en este Planeta lo podemos hacer más amable, podemos transformar el mundo en el que vivimos, mundo, que muchos se empeñan en que sea oscuro, torpe, ruin, indefenso, febril, inhumano.
Y son unos poquitos los que hacen lo hacen así, unos poquito con mucha fuerza.
Aunque no lo creáis, nosotros tenemos la clave para cambiarlo, de nosotros depende.
Podemos hacer que cada entorno a nuestro alrededor se transforme en un lugar acogedor y cálido.
Una sonrisa no cuesta nada, es espontánea, salta a la boca, se apodera de la cara y se refleja en el rostro que nos mira.
Un abrazo a tiempo, un beso de consuelo, un gesto, una caricia... pequeñas-grandes cosas que hacen que este mundo magnífico, en el cual transitamos por corto espacio de tiempo, se convierta en un lugar más humano, amable y extraordinario.
De nosotros depende, de todos y cada uno, sin excusa. Podemos escurrir el bulto o abrir los ojos a la mañana cada día y regalar conscientes y generosos semillas de amor y consuelo, de luz y vida, de sueños y esperanza.
Empatizar con nuestros compañeros de viaje en lo bueno y en lo malo, ponernos en su lugar, reír y llorar con ellos, sin olvidar que cada momento es único e irrepetible. Para lo bueno y para lo malo también. Todos tenemos el potencial para hacerlo, disfrutad de ello conmigo y brindad al mundo lo mejor de vosotros.
La recompensa es infinitamente mayor que el esfuerzo realizado porque lo que damos nos vuelve centuplicado, y así, los colores con los que cargamos nuestra paleta son los mismos con los que el pincel universal pintará nuestro mundo.
¡Adelante pues! Juntos, todos a una, vamos a dejar huellas de sonrisas mezcladas con polvo de estrellas marcadas en el camino.
Al fin y al cabo, según dice la ciencia, el 97% de nuestro cuerpo está formado de esa materia.
lunes, 12 de noviembre de 2018
Las falsas promesas
Me engañaron. Me engañaron cuando me
dijeron: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un
rico entre en el cielo”
Me engañaron con falsas promesas de futura
felicidad a costa del presente. Falsas promesas para constreñir el alma, para
devaluar en el mercado de la vida mis potencias, las que me fueron dadas al
nacer. Dilapidadas en aras de la obediencia, de la servidumbre a lo que decían
que estaba bien hecho, a lo que se esperaba de mí.
Me engañaron con cantos de sirena vestidos
de domingo, con falsos sermones de caminos al cielo. Me engañaron los que más
me querían, mercadeando con sentimientos, desmontando aspiraciones, clasificando
sueños.
Contrariamente a lo que me inculcaron,
creo firmemente que el dinero ¡sí da la felicidad!
Desconfiad de los que venden paraísos
inexistentes poniéndote en el brete de elegir, sopesando el ser y el tener.
Yo soy, y no tengo. He sido y, seré hasta que
la muerte me alcance. No necesito “ser”. Necesito “tener”.
Para aumentar los recursos de mi entorno
cercano, para dejar de ver necesidad y sufrimiento, para desvalijar los desvanes
del miedo al mañana desconocido y hambriento. Para reconvertir rictus de
amargura en sonrisas abiertas. Para abrigar los cuerpos ateridos con la manta
de la seguridad en el porvenir, estable, sereno.
El dinero no da la felicidad, sermonea a
diestro y siniestro nuestra católica cultura. No da la felicidad, pero...
¿Cuántos problemas se solucionan con él?
¡Cualquier situación! ¡Cualquiera! Se
suaviza con el dinero que compra calidad de vida al enfermo, que alivia
soledades, que espanta los fantasmas de la falta de educación, del hambre, del
adocenamiento.
“Poderoso caballero es Don Din Don, din
don, es Don Dinero”
Lástima que, en la idealización manipulada
de la juventud, nos mientan y nos vendan falsos paraísos de niebla a cambio de
renunciar a nuestras metas.
sábado, 13 de octubre de 2018
LO QUE ESTOY VIVIENDO (3) - SEXTO CONTINENTE - Grandes escritores te enseñan a escribir un cuento.
LO QUE ESTOY VIVIENDO (1)
LO QUE ESTOY VIVIENDO (2) - Perdidos.Un lugar para encontrar.
Perdidos.Un lugar para encontrar.
Un auténtico placer compartirlo con Demian Ortiz y todos los compañeros que se acercaron hasta Vergüenza Ajena. En la Jam de poesía leí un par de poemas. Aquí os dejo el vídeo por si os apetece escucharlos...
miércoles, 22 de agosto de 2018
Cantos de Sirena
viernes, 6 de julio de 2018
Señas de identidad
Desde su más tierna infancia Ramón había escapado de las asociaciones. Cuando todos los niños del patio se reunían formando cuadrillas él se perdía en su ensoñación particular prendido de cualquier circunstancia que llamara su atención. Podía ser la caída de una hoja que entretenía la mirada, el vuelo de un pájaro, las caprichosas formas de las nubes, o el estallido luminoso que atravesaba una rama en la perpendicular de un rayo de sol.
Su mayor seña de identidad, era la independencia. Independencia de modas, slogans, grupúsculos y corrientes de cualquier clase o manera.
Bajo su punto de vista, limitarse excluyendo al resto, era disminuir su mundo. Ceñirse a un solo arquetipo de música, a una forma de vestir o a una exclusiva forma de percibir la realidad, le hacía sentirse empobrecido. A él no le interesaban las agrupaciones que pretendían controlar el pensamiento y hacerlo común y unitario. Ramón iba más allá buscando en el encuentro con los otros una respuesta, una motivación, algo que le hiciera crecer y proyectar su esencia en múltiples y diversas facetas sin importarle qué persona se lo pudiera ofrecer ni su condición. Lo único que le interesaba eran los conceptos, la imaginación, la inteligencia desbordada en proyectos y sueños.
Para él está claro que de todo se puede aprender, tanto de lo bueno como de lo malo. De ahí que Ramón extraiga lo mejor de cada uno de ellos. Siempre hay sorpresas escondidas en todos y cada uno de los movimientos culturales, generacionales o filosóficos por muy dispares o negativos que parezcan. A Ramón le emociona descubrir individualidades dentro de la marea de seguidores de cualquier culto conveniente al poder que utiliza en su servicio a las personas gregarias seguidoras de lemas y consignas.
Nada hay blanco o negro y Ramón huye de los extremos. Disfruta la gama de grises que cualquier situación le puede ofrecer. Le ocurre igual con las personas, los países, las comidas. En todos ellos encuentra diferencias y estímulos que le aportan un disfrute, una complicidad, una pasión. De ahí su dificultad para vivir en un mundo en el cual son imprescindibles las etiquetas. De ahí su huida de grupos e imposiciones. De ahí su búsqueda de la libertad de criterio. De ahí su tranquilidad de espíritu insobornable y feliz que campa a sus anchas como un animal solitario por la estepa.
domingo, 27 de mayo de 2018
Canto al ahora
Envejecen cuando se rompen los sueños, cuando se quiebran las esperanzas, cuando se pierden las ilusiones, cuando se anclan en lo vivido olvidando el presente.
Renuncian a todo lo que suene a nuevo, obvian lo que no entienden sin hacer el más mínimo esfuerzo por comprender, por subirse al carro de la actualidad y ponderan, sin filtros, lo ya pasado quitando valor a lo que acontece.
Es el principio de la muerte neuronal, el avance de la decrepitud, la cobarde inclinación sin motivo, salvo la comodidad, a la rendición incondicional que abate aspiraciones y esperanzas, vértigos y posibilidades de interactuar con las generaciones que abren caminos al mañana.
Triste ejercito de sombras que en breve serán espectros de un pretérito inexistente, no saben apreciar la magia que se desarrolla a su alrededor con las desconocidas tecnologías y las insólitas vivencias, se dejan caer por la pendiente advenediza de los sin presente hundidos en el pantano turbio de la añoranza.
Incapaces de asumir las tendencias actuales, de compartir con la juventud sus intereses, sus entretenimientos, su realidad, sus fantasías, sus proyectos, aducen que son mucho peor que lo que ellos vivieron.
Inconscientes absolutos de que para cada uno de los seres humanos las primeras experiencias son únicas y diferentes, no importa la realidad social ni las condiciones personales o familiares, la abundancia o la escasez. El primer amor siempre dejará un rastro imborrable, el despertar de las emociones impulsadas por el bullir de las hormonas enladrillarán los derroteros de la vida, el primer juego compartido sin importar si es en la mesa sobre un tablero o frente a la pantalla del televisor pulsando los joysticks en una competición vibrante, despertará sus risas y forjará lazos indivisibles.
“Cualquiera tiempo pasado fue mejor” palabras nulas del poeta que magnifica las etapas vividas que por la distancia pierden sus aristas. Todo lo demás es complacencia en uno mismo, quedarse en la zona cómoda, señal de senectud y sometimiento.
Hay que luchar cada día por mantener enarbolada la bandera de la vida acorde al devenir de los tiempos, por seguir siendo parte de la rueda que gira, enganchados al estribo, rompiendo los desánimos que avientan en la oreja malas nuevas y acudir cada mañana al mercado del mundo, con la cesta llena, entregar y recibir con generosidad, abrir la puerta del alma y del entendimiento para, mientras que estemos aquí, poder bailar al ritmo de todas las cadencias.
Afortunados pasajeros de este tren, dejaos sorprender con cada buena noticia, responded a cada reto, abrid los ojos ante lo insólito, lo original, lo desconocido. El futuro se nos brinda a diario a través de las miradas frescas de los dueños del ahora. Olvidad los reproches y las huidas absurdas basadas en la envidia y el desconocimiento, aprovechad el impulso que encadenan las ganas de vivir, y dejaos llevar.
Indudablemente, el poder está en ellos. Nos os durmáis en los laureles del olvido y alertad vuestros sentidos. Todavía formáis parte del proceso.
viernes, 27 de abril de 2018
Resumen del mes de Abril
Algunos puntos de venta:
http://www.edicionesirreverentes.com/novisima.htm
https://www.elcorteingles.es/libros/A24786731-un-hombre-gris-y-otros-relatos-tapa-blanda-9788416107957/
jueves, 15 de marzo de 2018
De profesión sus labores
Elena se dio cuenta aquella tarde de
que pertenecía a la última generación de mujeres que sabía coser. No era una
vanagloria, ni un absurdo complejo de superioridad, simplemente constató el
hecho. Pocas mujeres de las generaciones actuales o futuras saben coser,
amasar, tejer, bordar o cocinar con alegría.
No han tenido la suerte que tuvo ella. Que tuvieron las que saltaron de siglo y de milenio, de moneda y cultura, del yugo de la pertenencia a los otros, a la más absoluta de las libertades, la pertenencia a ellas mismas.
Elena se curtió en el regazo de hembras luchadoras que acometían con bravura y con pocos medios su pelea diaria. Abuelas de pelo blanco entretejido en una larga trenza que enrollaban en un moño que identificaba su perfil seco. Se empapó de historias y cuentos trinados en el arpegio de voces claras que rompían el alba o despedían atardeceres inacabables.
De la mano de su madre aprendió a entrelazar historias con la lana que desovillaba en una cadencia remota de años. A su lado se impregnó de la sabiduría popular que desgranaban sus canciones. Aprendió, de tanto mirarla, a planchar entre nubes de agua pulverizada las blancas sábanas de algodón. Y amasó con ella en las tardes sin colegio del verano madrileño, haciendo volcanes de harina donde la lava era el aceite caliente con cáscara de naranja y vino blanco que había que verter en la boca abierta de la cúspide de la montaña.
En seguida tenían que imprimir toda su fuerza, para con puños y manos, transformarla en una suave masa que extendían con la botella de cristal verde que hacía de rodillo. De ella surgían los finos redondeles que rellenaban con el tomate troceado a mano que previamente había estado a fuego lento burbujeando en la sartén y que, mezclado con el huevo duro y el bonito, extendía su apetitoso olor por la cocina de fogones de carbón e inmaculados azulejos blancos.
Sobre el mármol que bordeaba el hogar iban colocando en dibujos geométricos, por un lado, las suculentas empanadas, por otro la masa extendida y enrollada sobre sí misma en formas imposibles que después de fritas y espolvoreadas de azúcar y canela degustarían todos los habitantes de la casa.
Fuentes de empanadillas y pestiños, olores de su niñez que giran en el olfato y hacen saltar la saliva de sus papilas gustativas junto con la añoranza por las horas compartidas.
Tardes de seriales por entregas encabezados por Guillermo Sautier Casaseca. Mañanas de sábado de limpieza general, fregando con estropajo y jabón las desgastadas baldosas rojas, sacudiendo el polvo de los altillos de los armarios, frotando con papeles de periódico arrugados los cristales hasta dejarlos traslúcidos, sin una sombra que opacara el reflejo.
Y lavadoras. Incontables puestas de lavadoras que había que llenar con una goma desde el grifo, en las diversas cargas de lavado, aclarado, lejía, y azulete. ¡Cuánta meticulosidad! ¡Cuánta organización para desarrollar infinitas tareas con sus manos delicadas, blancas y acariciadoras!
La mujer de la casa, cocinaba, lavaba, planchaba, administraba, educaba, conectaba al padre ausente que vivía su bipolaridad de proveedor de lo necesario en el mundo del pluriempleo devorador de tiempo. La madre, la suya al menos, se multiplicaba en mil tareas sin dejar de escuchar sus voces adolescentes impregnadas de deseos de cambio, atenta siempre a su devenir. Nacida por delante de su generación en su proyección humana, se adelantaba a su época allanándoles el camino y empujándoles para que ellos accedieran al suyo con ventaja.
Fuerte y serena, lúcida y perspicaz les dirigía sin que se dieran cuenta por los derroteros de la existencia, aconsejando sin palabras en la difícil travesía que iniciaban al soltarles de su mano.
Ahora, cuando escucha a su alrededor palabras que atentan contra las madres que no trabajan, sobre entendiendo que el trabajo sólo es considerado cuando se ejerce fuera del hogar, mira sus manos laboriosas y agradece su suerte. En ellas se reflejan siglos de sabiduría transmitidas con amor y fuerza, con resignación y entrega, con rebeldía y paciencia.
-La fortuna estuvo de mi lado cuando en la lotería de la vida me tocó el premio gordo- Piensa con la mirada perdida en el ayer y sigue con la costura. Cada pespunte un suspiro, una sonrisa, un te admiro, un no te olvido, un te quiero.
Revolotean por su frente las imágenes de los años felices que enriquecieron el contacto con su madre. De profesión, sus labores, ningunean los datos estadísticos, las redes sociales, los que presumen de modernos.
En la sociedad actual, consumista y voraz no hay cabida para esas madres coraje que renuncian a su individualidad, a los logros profesionales, a ingresos propios, a la comunicación externa, a la vanagloria de la realización de trabajos que sí son bien vistas y valorados por la gran mayoría.
En cambio, tienen que afrontar la lucha contra un sistema que tratan de imponerla, con críticas más o menos veladas, con ataques directos o con el menosprecio de aquellos que no entienden nada que no sean consignas, estereotipos o materialismo puro y duro.
Anteponen el bienestar de su casa a cualquier otra cuestión. En un mundo profesional donde ser "mileurista" se ha convertido en una gran conquista, el salario con el que retribuyen a las féminas no bastaría para mal pagar a una persona que cubriera sus ausencias.
¡Qué suerte tienen los hijos de esas escasas madres que pueden ocuparse de ellos! Sin dejarles en manos extrañas, sin robar la tranquilidad de sus últimos años a los abuelos ni explotarles con sus exigencias. Esas madres fuertes, leales, capaces, completas, que escogen anteponer la seguridad de los suyos y el premio impagable de educarles de primera mano, cuidarles y estar siempre cerca…
Mujeres hermosas, inteligentes que deciden por voluntad propia ser amas de casa con todo lo que de bueno y malo conlleva.
Elena suspende por un momento su tarea, esboza una sonrisa y piensa:
Las mismas voces que estallaban en cólera cuando quise emanciparme del hogar y saltar al mundo profesional, son las que ahora gritan indignadas contra las que deciden ejercer de amas de casa. Pura intransigencia que encabezan las de su mismo sexo, siempre dispuestas a criticar la personalidad, la independencia de criterio, la diferencia.
¡Ama de casa! si es por libre elección ¡no existe una profesión más bella!
domingo, 28 de enero de 2018
La orquestada manipulación
Me ha tocado vivir, como a todo aquel
que recorre etapas o extremos de la vida, las críticas estúpidas de la sociedad
“pensante” que a través de los medios de comunicación manipulan y contaminan al
vulgo y que dirigen contra las partes que consideran “blandas”, vulnerables, no
contributivas. Descubro al escribir estas líneas que hay un desprecio hacia los
jóvenes a través de siglos y sociedades que menoscaba sus cualidades, su
presente y su futuro.
Ese mismo menosprecio se extiende, en nuestra cultura al menos, hacia los mayores. Críticas, burlas y desdén acompañan a la figura del mayor incapaz de asumir la velocidad del mundo cambiante a ojos vista.
En ambos puntos de la vida los seres que los transitan están desvalidos, dependen en una gran medida de los demás, y por encima de todo no cotizan, según quieren hacernos creer, aunque en el caso de los mayores lo hayan hecho durante largos años y aún lo sigan haciendo a través de esas pensiones, que ahora parece que son un regalo llovido del cielo y no el producto de décadas de esfuerzo mantenido, en la mayoría de los casos. No así en el de los políticos que acceden a ella, efectivamente, como un maná regalo de los dioses.
Nada importa que unos sean el futuro, los brazos y mentes en los que descansa el porvenir. Deben emigrar, como antaño lo hicieron sus abuelos, a otros países que les ofrecen salarios y condiciones de vida más justos, donde pueden desarrollar una vida familiar potenciada por el estado, donde es posible conciliar ambas vidas, renunciando por tanto a vivir entre los suyos. Es triste cuando, como toda decisión no elegida, tienen obligatoriamente que elegir esa opción a pesar de su valía, su preparación, sus estudios, su inteligencia... y sus deseos, porque en su propio país se les cierran todos los caminos.
Tampoco importa nada que los otros hayan aportado durante largos años de contribuciones impuestas al sistema que sustenta el armazón, ni que hayan forjado los ladrillos que conforman el edificio del presente.
Unos y otros, despreciados, unos y otros, ninguneados por aquellos que dicen que velan por el estado del bienestar. ¡Tiene “bemoles” la cosa!
domingo, 24 de diciembre de 2017
Tradición
Nos llaman necios porque el alma en estas fechas se alegra y tiembla como un pajarillo en el hueco de la mano protectora. Ahí estás con el corazón en el pecho renacido por el caudal de afectos que acuden en tropel a la memoria. Son tantas las manos, tantas las sonrisas, tantos los abrazos que vienen en una alarde de comunicación a visitarnos, reviviendo la época en la cual éramos llevados en volandas sobre los pies para ejecutar una danza que habría sido imposible para nuestros aún incipientes pasos. O aquellas otras que subidos en una banqueta para alcanzar la encimera donde se amasaba, se cortaba en pequeñas porciones, se batían salsas y se esparcían especias, observábamos con los ojos como ventanas, abiertos al mañana.
El aire se llenaba de cantos navideños, y no era necesario que vinieran de ningún aparato, porque eran los propios habitantes de la casa los que comenzaban, recién estrenada la mañana, a entonar cantos de paz, de alegría, de ilusión. Todo se sincronizaba en una danza perfecta y no importaba el tipo de alimento, la escasez o la abundancia, lo lleno o vacío del bolsillo.
Las viandas especiales llenaban esos días las mesas en una alarde de dedicación, trabajo e imaginación. Sonaban risas que se expandían por todos los rincones. Se tejían jerséys guantes y bufandas de lanas multicolores. Se fabricaban con madera patines y cunas, pequeñas cunas para meter las muñecas de trapo con ojos de botones y boca bordada en hilo granate.
La familia se reunía en unas horas especiales y mágicas, desde el más grande al más pequeño, formando un lazo indestructible que perviviría a través de los años y que en un alarde de ternura llega hasta nuestros días.
No son cuentos, no son inventos, no son reclamos publicitarios para embaucar a los necios, son tradiciones. Una tradición que nos hace desear felicidad y que pinta la sonrisa que se escabulle durante todo el año en aras de las vivencias que nos han transmitido nuestros mayores y que antes les transmitieron a su vez sus padres y sus abuelos y sus bisabuelos.
De ahí parte toda esta parafernalia, según algunos, y gloriosos días de amor según otros. Está bien que aparquemos durante un corto periodo la vida rauda, inhóspita, fría, lejana, donde el reloj marca la prisa de los minutos que se esconden en las arrugas del tiempo.
Es bueno, aunque sea una vez al año, aunque algunos se aprovechen del tirón para llenar las arcas, aunque otros escojan el anonimato del grupo para descargar el saco de las ofensas y trunquen a veces lo que se supone una divertida cena.
Es muy bueno, que nos reconciliamos con nosotros mismos, que brindemos abrazos, que explotemos en calidez cuando a lomos de los recuerdos llegan hasta nosotros esos rostros serenos, esas músicas, esos cantos, esos sueños que compartimos con ellos. Que abracemos su espíritu y lo hagamos nuestro, que honremos su memoria, la de los vivos y la de los muertos. La de todos aquellos que alguna vez han estado a nuestro lado perpetuando este sueño, el sueño de las Navidades Felices y el Próspero Año Nuevo.