Todo es provisional, nada hay
permanente en esta vida. Cada ser nace, crece, se desarrolla, muere y
desaparece.
Y este hecho, el único cierto,
lejos de ser razón de quebranto, si lo miramos con una perspectiva de buen gestor,
nos enseñará a sacarle el máximo partido a esta especie de aventura que
llamamos vida.
Si somos conscientes de esta
realidad innegable, sabedores de que lo que disfrutamos es transitorio, sabremos
valorar y cuidar aquello que conforma nuestro mundo.
Lo haremos de la misma manera que
el niño que posee un solo juguete. Igual que el coleccionista preserva su número especial del cómic o
el sello de una serie extraordinaria. De la misma manera que se protege un
cuadro, una obra de arte o una joya.
Le daremos a cada segundo un
trato singular, como al amigo que llega a visitarnos por unas horas con el cual
nos volcamos sin escatimar esfuerzos. De igual manera, si somos conscientes de
la no permanencia, habremos alcanzado el gran triunfo.
Valorarnos y valorar como
verdaderos tesoros a cada uno de los que queremos. Qué mayor importancia
podemos darles sino entender que todo, absolutamente todo es transitorio. Que
algún día miraremos hacia atrás añorando los momentos pasados malgastados con
indiferencia.
¿Por qué hay que esperar a cortar
el último trocito del jamón para darnos cuenta de lo rico que estaba? ¿Por qué
disfrutamos de la vida cuando le ponen fecha de caducidad? ¿Por qué hemos de
dejar que los hijos crezcan para añorar sus abrazos infantiles y su confianza
ciega en nosotros? ¿Por qué hay que contemplar la botella vacía para reconocer
la calidad del vino?
Si tomamos distancia y nos
concienciamos de lo efímero de las cosas, será el nuestro un nuevo despertar y
cada hecho se convertirá en un acontecimiento extraordinario. Porque realmente nuestro
día a día es excepcional. Desde que abrimos los ojos y nuestro cuerpo responde como
una máquina perfecta al cariño y la presencia de nuestros seres queridos. Desde el milagro de la convivencia en paz, a que todos los días funcione el engranaje
que mueve nuestra sociedad... Somos seres afortunados que disfrutamos de una
cantidad ingente de “regalos”.
Afortunados por haber nacido, en el
reparto de esta lotería loca de la vida, en una situación familiar, en un país y una sociedad que nos da mucho más de lo que somos capaces de cuantificar.
Saber que todo en un intervalo
más o menos largo cambia o desaparece, nos hará valorar al profesor que sabe
transmitir sus conocimientos, el abrazo cálido, la sonrisa compañera
que alienta nuestras horas. Incluso en los malos momentos existen razones para
dar gracias por lo que poseemos, por lo que sentimos, por lo que vivimos.
Porque todo pasa y desaparece y
no siempre estaré aquí, hoy quiero regalaros la mejor de mis sonrisas, la
comunión del pensamiento, la entrega generosa, la luz que se expande en cada
mirada, el brillo de los amaneceres, el último suspiro que aquieta la noche y este
momento único e irrepetible en el cual converso de corazón a corazón con cada
uno de vosotros.
Excelente y emotiva reflexión . Te felicito y comparto el momento .
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