viernes, 5 de diciembre de 2025

Fotograma de un instante

 



La mano, pequeña y blanca, descansa laxa entre los dedos morenos del hombre que viaja a su lado. Los dos, relajados, se dejan mecer por el suave traqueteo que les imprime el convoy. Es hermoso contemplar su abandono, el ensamblaje rítmico de los cuerpos, la tranquilidad amorosa que transmiten, su confianza, su entrega, su armonía.

Nada hay que perturbe el lánguido reposo. Se saben en buen puerto, a salvo. Son, no cabe duda, la imagen de la complicidad que dan los años.

Miembros únicos de un club particular, desconectados de todo lo que no sean ellos, transitan en paz. Conscientes de que el tiempo que les queda por disfrutar es más corto que el que han vivido, no desperdician en dimes y diretes la generosa oportunidad que les brinda la existencia.

Compañeros de vida y aventuras, sufrimientos y alegrías, buenos y malos momentos, han aprendido que cada instante cuenta, incluido éste, sentados muy juntos en un vagón abarrotado, de una línea saturada, en un furgón de metro que atraviesa los túneles negros del viejo Madrid.

 


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