Mariquilla salió con fuerzas renovadas tras el descalabro sentimental y la fase de luto, en la cual, con un temporal sentido trágico-literario, deseó morir.
La rebeldía empujaba su barco, surcó
mares y cielos, tormentas y amaneceres. Estimulada por Eros y Atenea, abrió su
corazón al presente en una suerte de juego festivo que colmaba sus ansias. ¿Su
fuerza motriz?: Alcanzar la meta. Meta que vislumbraba con claridad dentro de su
cabeza.
Ya no era la chiquilla
apabullada, ni la adolescente enamoradiza, ahora se reconocía una mujer en
plenitud. Su físico rotundo y seductor asentaba sus cimientos sobre un bien
orquestado cerebro. Ésa era su mejor baza. Pocos sabían de su mundo oculto.
Aprendió a ver, escuchar y callar. La mejor forma de experimentar y no destacar de la masa gris de su entorno. Algo en su fuero interno la movía a protegerse de la gente, desconocía el
motivo, pero estaba convencida de que todo tenía una razón.
Alcanzaba, eso sí, a discernir
entre las encrucijadas que le planteaban y escoger lo mejor que se le ofrecía, descartando con energía a los fariseos de ánima negra. Cada jornada un flamante
comienzo. Cada oportunidad una nueva aventura. Cada nuevo encuentro la posibilidad
de desdoblar la cruz de los mapas y redescubrirse en otras miradas.
La respuesta le llegó no tardando
mucho, una mañana viajera, descubrió el paraje más bello jamás soñado. Valles
verdes, altas montañas, ríos caudalosos y cielos bruñidos de azul. De la cabaña
de madera salía un hilillo de humo que rubricaba la escena. En el terreno
colindante un horno de piedra, una huerta bien trabajada y un sendero que
bajaba a la playa escondida entre rocas.
Decidida subió al pueblo cercano
y preguntó por la propiedad. Quería saber todo, a quién pertenecía, si vivía
alguien en ella, y, sobre todo, si era factible su compra.
Los Hados le fueron propicios. Tantas
veces se había sentido afortunada... Percibía una fuerza protectora que permanecía
a su lado desde que inició su andadura por la Tierra y que la acompañaría
siempre, en todas las circunstancias.
El resto fue fácil, hablar con el
Banco, redirigir a sus clientes, comunicárselo a sus gestores, adecuar la
vivienda a sus gustos y necesidades y hacer acopio de todo lo necesario.
Cuando estuvo lista, trasladó
muebles y enseres personales. Lo más difícil fue el piano. El resto de sus
instrumentos musicales guardados en fundas y cajas llegó sin novedad junto al
caballete de modelar y las piezas a medio concluir. Las terminadas, que compondrían parte de su próxima exposición, estaban a buen recaudo en La Galería.
Colocó los libros en la
biblioteca que ocupaba toda la pared. Repartió cuidadosamente cada cosa por las
diferentes estancias, cajones y armarios. Organizó de sol a sol en jornadas
cantarinas disfrutando el final de su esfuerzo.
Contenta con el resultado y después de revisar su obra, se sentó en el escritorio al lado de la ventana que le permite mirar a lo lejos, buceando en su mundo interior, antes de verter sobre las páginas en blanco historias y personajes que cobrarán vida a través de sus letras.
La chimenea chisporrotea risueña y la casa entera la reconoce como dueña. Los árboles centenarios, centinelas majestuosos, mecen su cabellera al viento. Mariquilla respira a fondo el aire húmedo y sonríe. La claridad ensalza su figura recortada contra el fondo del valle. Alguien, una sombra aun, avanza seguro por el camino siguiendo la señal.
Contenta con el resultado y después de revisar su obra, se sentó en el escritorio al lado de la ventana que le permite mirar a lo lejos, buceando en su mundo interior, antes de verter sobre las páginas en blanco historias y personajes que cobrarán vida a través de sus letras.
La chimenea chisporrotea risueña y la casa entera la reconoce como dueña. Los árboles centenarios, centinelas majestuosos, mecen su cabellera al viento. Mariquilla respira a fondo el aire húmedo y sonríe. La claridad ensalza su figura recortada contra el fondo del valle. Alguien, una sombra aun, avanza seguro por el camino siguiendo la señal.