Cambio
la libertad por la soledad, se dice muchas veces Nicolás mientras deja
transcurrir las horas en barbecho, según el punto de vista de cualquiera que no sea él.
Para Nicolás, el auténtico desperdicio es no hacer lo que le viene
en gana ahora que se lo puede permitir. Y dado como es al reposo en posición
horizontal, al buen yantar y al mejor beber, le resulta muy fácil encontrar
ocupación en las cortas horas de vigilia que le quedan del día.
Devorador
de libros y películas de acción, sexo y terror, pasa las horas dedicado a sus
dos grandes placeres entre cabezadas, más o menos largas, que, le devuelven, en
intermitencias intercaladas, con cabeceos y ronquidos a los brazos de Morfeo.
En
más de una ocasión ha tenido la oportunidad de compartir vida y hacienda, pero
el gran esfuerzo que le suponía renunciar a su forma de vida, no le compensó en
lo absoluto.
Al
principio consideraba otras opciones distintas a las suyas, incluso, ponía un
inicio de voluntad en cambiar sus costumbres, que al final resultaban insuficientes para acoplarse a las de la mayoría de los mortales. Al cabo de algunas semanas,
o meses, y a pesar de la colaboración decidida de la otra parte, volvía a sus
trece. Es decir, a hacer lo que se le antoja cuando él lo decide.
Incluso, a veces, tiene algún gesto de generosidad, sopesando, eso sí, la contrapartida.
La
época más complicada para sobrellevar ese desapego del mundo, es indudablemente
la Navidad. Fechas en las cuales por muy sordo que sea, o se haga, a los
reclamos sociales, es difícil no escuchar el clamor general. Y ahí se las ve y se
las desea para encontrar compañía, pues todos, el que más o el que menos, cuenta
con una casa a la que acudir, una familia a la que abrazar y una mesa a la que
sentarse en compañía.
Lleva
años ejecutando maniobras de acercamiento y dispersión para, sin comprometerse
demasiado, cubrir sus necesidades afectivas y la verdad, es que lo
ha conseguido con éxito notable. Hasta ahora.
La
despedida del año viejo y el comienzo del año nuevo ha sido desalentador. Todas
las llamadas que ha realizado han resultado infructuosas. No ha habido manera de
encajar con nadie. Los unos porque se iban a pasar las fiestas fuera. Los otros
porque les venían parientes que tenían que atender. Algún otro pescó la dichosa
Gripe A que está atacando con saña muchos hogares. En alguna que otra casa ha crecido
la familia y no tienen el cuerpo para belenes que no sean los suyos propios.
Y
en esas está Nicolás. Hoy, cinco de enero, fecha en la que también celebra su
cumpleaños, tirado en un sofá contándose milongas para auto convencerse de que su
libertad le compensa. Que es feliz de esta manera. Que no está solo y si
lo está, es porque quiere y que, además, no le importa.
-
Vaya porquería de sociedad ésta en la que me ha tocado vivir. Míralos -Se dice
observando a través del cristal a la gente que pasa de un lado para otro ocupando
las aceras -No saben más que comprar. ¿Adónde irán con tanto paquete? ¿Es que
no tienen otra cosa que hacer? Consumir y consumir. Es lo único que les importa.
A
decir verdad, la realidad es que en su fuero interno se pregunta el porqué de
su disfunción social. Qué le lleva a rechazar a los otros, a juzgarlos, a
desentenderse de compromisos, a bloquear los lazos que por otro lado pretende
estrechar…
- Gilipolleces – se dice muy enfadado. -Hoy es un día como otro cualquiera. A mí
qué me importa lo que los demás hacen o dejan de hacer. Ya digo yo: Cambio la libertad por la soledad.
Con
gesto de hastío se aparta de la ventana, va a la cocina y se sirve una copa
generosa de vino.
-
A mi salud y por muchos años.
Levanta
la copa y la apura de un trago, coge la botella, se la lleva al salón y se sienta
en el sofá. Cuando acaba con la última gota, enciende
el televisor y se queda, sin mirar nada, hipnotizado con la luz de la pantalla
que centellea reflejada en su cara.
En
las calles de todos los barrios, de todos los pueblos, de todas las ciudades, en estos momentos, estalla la alegría en la noche mágica que conmueve corazones, incita a la
inocencia y despierta la ilusión. Horas inolvidables que quedan en el recuerdo de
sus protagonistas como un tesoro indeleble.