lunes, 5 de abril de 2021

Mandalas

 


Victoria quizás, habría podido seguirle, engatusada de nuevo por sus argucias. En un mundo pasado le apoyó a ojos ciegos y brazos abiertos. La demencia transitoria que escolta al ser enamorado es una mala enfermedad cuando se acompaña de inconstancia. A veces le parecía que eran dos palabras antónimas para él. Sin embargo, ella, sabía y daba fe del delirio y la razón en plena connivencia. Su corazón albergaba ambos sentimientos, una locura explosiva y un vértigo cuerdo que atropellaba sin causar víctimas.

Hoy no le seguiría como el perrillo fiel que fue, sin pensar en daños colaterales ni medir las consecuencias. Sabe de sus caprichos pasajeros. De sus vaivenes morales. De sus permanentes cambios de rumbo. A pesar de sus trampitas verbales distingue de sobra que ella le importa un bledo. Esclavo de sus deseos, es un pretencioso volandero que atraviesa territorios buscando diferentes estímulos que despierten sus sensores dormidos.

De ahí que sus llamados sean “cantos de sirena” que se pierden en la bruma de lo inexistente.

A Victoria le gusta, se confiesa, recordar los buenos días. Tentar su cerebro, “satear” con él como en los mejores momentos. Construir espacios de luz. Retar a sus neuronas. Añadir amor a los sueños. Desterrar lo malo y ensalzar lo bueno. Le gusta soñar con los inicios donde todo era principio sin final. Pasión en llamas. Ternura al descubierto. Temblor de hoguera. Estreno.

Ahora le conoce bien y sabe que diría, incluso llegaría a creérselo, que la amaría como él solo sabe hacerlo. Cuando la conquista estuviera consumada volvería a levantar el vuelo. Es ave de paso asentado en nido ajeno. Incapaz de templar las gaitas, atarse los machos y ser un buen socio de existencia. Cuando vienen las malas, hurta el combate y se escabulle oteando el horizonte en busca de otro abrigadero que le proporcione fuegos artificiales, recursos materiales y, un excitante comienzo. Que dura, lo que el aburrimiento se encarga de transformar en un manido desecho.

Por eso, Victoria pinta "mandalas" coloreando espejismos con las vívidas imágenes extraídas del álbum de los recuerdos.

Aun así, piensa, le gustaría verle a solas. En un encuentro de amigos. Para hablar como siempre lo han hecho. Cuando todo les unía y las estrellas daban paso a la mañana que les recibía cómplices y compañeros. Saboreando su historia a pleno pulmón y el contador a cero. Sólo por un instante. Al poco, vuelve a la realidad y pone los pies en el suelo.

Como tantas otras historias que bullen en su cerebro, es muy consciente de que son mundos lejanos que no le traen nada bueno, salvo perder la energía que necesita para vivir el presente sin sombras que lo enturbien, ni pasadas sendas ya exploradas.

A Victoria nunca le han gustado los trayectos de ida y vuelta, ni transitar el mismo sendero, ni mirar hacia atrás. Sus ilusiones se vuelcan en el presente y en el mañana.

Latidos de presencias amadas asoman a sus ojos que irradian entusiasmo. Entusiasmo por vivir la experiencia de los años venideros, con el viento a su favor navegando a toda vela, la frente alta, la sonrisa en el alma y la mirada serena.

  


2 comentarios:

  1. Ya lo decía Miguel Hernández: "Yo nada más soy yo cuando estoy solo".

    Un abrazo.

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    1. Llevarse bien con uno mismo, la mejor baza para ser y hacer felices a los demás. Cuando el amor se basa em la dependencia, deja de ser amor.
      Un abrazo.

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