Ando en estos días leyendo un
libro que desarrolla una teoría sobre las diferentes reencarnaciones que
vivimos los seres humanos. Mi sensación de disgusto según paso páginas y pienso
en la remota posibilidad de incorporarme una y otra vez en vidas sucesivas
alternando sexo, estatus social, épocas históricas, circunstancias personales,
se hace persistente mí.
Realmente yo no quiero entrar en
esa rueda de vidas que nacen, crecen, se desarrollan y mueren en una sucesión
de acontecimientos dislocados en los cuales, en el balance, si fuéramos
objetivos en el resultado de cuentas, veríamos que, el sufrimiento, la
incertidumbre, el dolor, la renuncia y el sacrificio es mucho, si no demasiado.
No tanto el nuestro propio como el del resto de la humanidad que transita con
nosotros por este camino o este valle que tendría que ser, según las
Escrituras, de lágrimas. Destino tortuoso, cruel e injustificado del cual he
renegado desde la edad más incipiente.
Por eso cuando alguien desarrolla
una teoría diciendo que podemos reencarnarnos incontables veces, mi respuesta
es un rechazo absoluto a esa posibilidad.
Después atempero mi sentimiento,
reposo en la quietud de mi cerebro, proceso y entiendo que quizás este viaje
sea como otros tantos de los que hacemos en la vida. Cuando estamos en él
protestamos por las incomodidades, por la falta de sueño, porque no dormimos en
nuestra cama, porque tenemos que despertarnos y hacer muchas horas de
carretera, o de aviones, o de aeropuerto. Porque pasamos hambre y echamos de
menos nuestra casa. Con el paso del tiempo descubrimos en las fotografías y en
los vídeos que hicimos durante el recorrido, sólo lo bueno.
Queda en nosotros la instantánea
que muestra la sonrisa debajo del monumento o dentro del bosque soñado, o el
mar que baña nuestros pies.
Ni la fotografía, ni el vídeo,
muestran el calor sofocante que achicharraba nuestra sesera, el frío helador
que atravesaba nuestros huesos o los mosquitos que asaeteaban nuestra piel en
la playa que aparece idílica en el reportaje.
Quizás a semejanza de estos
viajes terrenales, sean los otros viajes astrales que nos muestran los
visionarios del planeta en libros, teorías y aseveraciones, página tras página,
autor tras autor, en esta denominada literatura de auto ayuda.
Quizás, y digo solo quizás, los
diferentes viajes por las diferentes vidas astrales sean parecidos a los de la
tierra y en otro plano echemos de menos los buenos ratos que pasamos en este
planeta.
Interesante razonamiento que comparto en su mayoría .
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