Me permites una confidencia, mi
viejo amigo, amor, amante. No sé si tú alguna vez has tenido la suerte de
compaginar con alguna de tus parejas biorritmos, fuerzas, ganas.
En este deambular por las
distintas etapas que conforman nuestra vida nos encontramos en tantas y tan
diversas situaciones, enriquecedoras, versátiles, cambiantes.
Cada una de ellas nutre y
estimula, alimenta, amplía y alienta nuestros horizontes, siembra semillas de
nuevos encuentros, de nuevas experiencias.
Sorprende, si nos paramos a
pensar, las diferencias entre las distintas relaciones sentimentales que hemos tenido. Con cada una de ellas
hemos coincidido en un punto y un término espacial. Todas con un principio y un
fin. Lo que las hace más enriquecedoras, porque cuando ya no aportan nada, dejan
paso a lo que vendrá.
En alguna fueron los pocos años
los que unieron nuestros destinos, ritos de iniciación, juventud, pasión,
sueños de independencia, de justicia, de libertad. Rebeldes con causa,
descubrimos y exploramos desde nuestra inexperiencia las nuevas sendas, en la
supervivencia, en el amor, en el sexo.
En otras fue la atracción animal,
puras feromonas bailando entre los cuerpos subyugados el uno por el otro, sin cortapisas. Deleite de los sentidos, una concupiscencia cómplice que abarcó
todos los mundos posibles: música, baile, pasiones del alma, viajes, amables rutinas.
Pequeños placeres diarios que hacían la vida sabrosa. Gustos en comunión sin
alteraciones de ritmos ni horarios. Los cerebros respondían al mismo biorritmo
solar.
Tempo sincronizado. Tic, tac. Sin
forzar situaciones. Natural como el día y la noche, sin más.
Otros compañeros de travesía
compaginaron amaneceres y lunas, veredas y ensenadas, volcanes y paisajes
helados, ternura y solidez, mares y montañas que atraparon nuestras huellas, voluntad,
resistencia, compañía, generosidad y entrega, unido a las ganas reales de
permanecer, de ser, de estar.
¿Me permites una confidencia mi viejo amigo? Tú y yo sabemos de muchas cosas, pero al final, es nuestra experiencia lo que prima. Son los años vividos, si hemos querido aprender, los que nos aportan la sabiduría para mirar el mundo desde arriba y escoger, con serenidad, lo que queremos, siendo conscientes de que tenemos mucho más camino andado que el que nos queda por caminar.
Déjame que te cuente, mi inmaduro, viejo y querido amor-amigo lo que significa tener el mismo biorritmo, el mismo tempo, la misma mentalidad y coincidir no en años, sí en percepciones. Lo que significa escuchar al unísono la música inigualable que nos permite danzar. Un dos tres, un dos tres, juntos, al mismo compás.