martes, 5 de noviembre de 2024

Disidencia


He peleado toda mi vida por mantenerme al margen de las generalidades. Por salirme de la masa.  Por desvincularme de los gregarios. De las opiniones generalistas en todos los terrenos. Sobre hombres y mujeres, también.

Creo que cada uno tenemos nuestra propia identidad. Hay demasiados mastuerzos que agrupan, definen, se posicionan y deciden los comportamientos en función del sexo y, o, la edad.

Estudiosos del comportamiento humano que obvian al individuo y nos meten a todos en el mismo saco. Con sesudas reflexiones, con cifras contrastadas según ellos y sus criterios de evaluación.

En cuanto a todo eso, una vez más, me revelo. La opinión de los demás o sus juicios nunca me han importado en absoluto.

No me importa si me han juzgado o me juzgan por mi indumentaria, por mi sexo, por mi edad, por mi forma de actuar, por mi aspecto.

Sí me importa, y mucho, que los que se supone que me quieren y, en base a eso me conocen, me encuadren, como hacen los extraños, en categorías agrupadas por género, edad y circunstancias semejantes, según su parecer o el método científico que apliquen.

Creo que esos que dicen conocerme, deberían saber, que no hay nada más lejos de mi esencia que formar parte de cualquier forma de segregación, ni discriminación. De cualquier tipo.

No soy susceptible, como dice alguno. Soy consecuente conmigo. A pesar de la incomprensión de la mayoría, me mantengo en mis trece.

Me mantengo y, defiendo a ultranza, mis más profundas convicciones. Como lo he hecho toda mi vida y pienso seguir haciéndolo.

No puede ser de otra manera, si no lo hiciera, dejaría de ser yo.