miércoles, 22 de agosto de 2018

Cantos de Sirena



La imposición puede venir acompañada de una sonrisa, del gesto melifluo, de la voz aflautada en un tono que busca ser cercano.

Nada más engañoso que un ademán servil que encierra imposiciones medidas. 

La intención, clara: El control, control de pasos, control de dirección, control de silencios y miradas.

Todo lleva a la manipulación del otro en un acto letal de sometimiento hasta llegar al fondo de la cuestión. Reducir el alma. Invalidar el espíritu.

En un principio el objetivo puede ser un individuo o dos, o tres. 

Cuando se alcanza el propósito de acallar voces, doblegar voluntades e imponer necedades a pesar de la debilidad (el dictador suele ser cobarde) surge la necesidad, visto el éxito, de extender su potestad de coacción y lágrimas que aumenta exponencialmente según se acrecienta su fama de dominador.

Extiende ramificaciones en su entorno. A través del chantaje, las prebendas y la compra de voluntades, escala puestos en el escalafón de la ignominia acelerando su escalada personal por la rampa del éxito.

Una vez conseguida su meta, los pasos siguientes son claros.

Mediante el dominio, somete, vilipendia, hace y deshace a su capricho, sojuzga pueblos y ciudades, ata pactos de sangre, airea sin escrúpulo su verdadero ser.

Sentado en la poltrona desata en olas el destructivo poder que atesora, se contempla en el espejo de la vanidad y duerme en vanaglorias cercanas, devorando en su festín, cuanto estorbe a su paso.



viernes, 6 de julio de 2018

Señas de identidad

                              

Desde su más tierna infancia Ramón había escapado de las asociaciones. Cuando todos los niños del patio se reunían formando cuadrillas él se perdía en su ensoñación particular prendido de cualquier circunstancia que llamara su atención. Podía ser la caída de una hoja que entretenía la mirada, el vuelo de un pájaro, las caprichosas formas de las nubes, o el estallido luminoso que atravesaba una rama en la perpendicular de un rayo de sol.

Su mayor seña de identidad, era la independencia. Independencia de modas, slogans, grupúsculos y corrientes de cualquier clase o manera.

Bajo su punto de vista, limitarse excluyendo al resto, era disminuir su mundo. Ceñirse a un solo arquetipo de música, a una forma de vestir o a una exclusiva forma de percibir la realidad, le hacía sentirse empobrecido. A él no le interesaban las agrupaciones que pretendían controlar el pensamiento y hacerlo común y unitario. Ramón iba más allá buscando en el encuentro con los otros una respuesta, una motivación, algo que le hiciera crecer y proyectar su esencia en múltiples y diversas facetas sin importarle qué  persona se lo pudiera ofrecer ni su condición. Lo único que le interesaba eran los conceptos, la imaginación, la inteligencia desbordada en proyectos y sueños.

Demasiadas veces habían querido constreñir su libertad. En la escuela, marcando conceptos irrefutables. En el gusto musical cuando había que decantarse por un estilo, compositor o época obviando el resto. Con la indumentaria, que marcaba tendencias y que había que adoptar para ser aceptado por la sociedad. En la literatura, donde había que escoger entre un autor u otro, una generación u otra, una procedencia social o un círculo más o menos poderoso. No digamos ya en el deporte, en la política o en la religión, donde pertenecer a uno u otro clan era casi cuestión de supervivencia emocional y física a veces.

Para él está claro que de todo se puede aprender, tanto de lo bueno como de lo malo. De ahí que Ramón extraiga lo mejor de cada uno de ellos. Siempre hay sorpresas escondidas en todos y cada uno de los movimientos culturales, generacionales o filosóficos por muy dispares o negativos que parezcan. A Ramón le emociona descubrir individualidades dentro de la marea de seguidores de cualquier culto conveniente al poder que utiliza en su servicio a las personas gregarias seguidoras de lemas y consignas.

Nada hay blanco o negro y Ramón huye de los extremos. Disfruta la gama de grises que cualquier situación le puede ofrecer. Le ocurre igual con las personas, los países, las comidas. En todos ellos encuentra diferencias y estímulos que le aportan un disfrute, una complicidad, una pasión. De ahí su dificultad para vivir en un mundo en el cual son imprescindibles las etiquetas. De ahí su huida de grupos e imposiciones. De ahí su búsqueda de la libertad de criterio. De ahí su tranquilidad de espíritu insobornable y feliz que campa a sus anchas como un animal solitario por la estepa.


domingo, 27 de mayo de 2018

Canto al ahora




Envejecen cuando se rompen los sueños, cuando se quiebran las esperanzas, cuando se pierden las ilusiones, cuando se anclan en lo vivido olvidando el presente.

Renuncian a todo lo que suene a nuevo, obvian lo que no entienden sin hacer el más mínimo esfuerzo por comprender, por subirse al carro de la actualidad y ponderan, sin filtros, lo ya pasado quitando valor a lo que acontece.

Es el principio de la muerte neuronal, el avance de la decrepitud, la cobarde inclinación sin motivo, salvo la comodidad, a la rendición incondicional que abate aspiraciones y esperanzas, vértigos y posibilidades de interactuar con las generaciones que abren caminos al mañana.

Triste ejercito de sombras que en breve serán espectros de un pretérito inexistente, no saben apreciar la magia que se desarrolla a su alrededor con las desconocidas tecnologías y las insólitas vivencias, se dejan caer por la pendiente advenediza de los sin presente hundidos en el pantano turbio de la añoranza.

Incapaces de asumir las tendencias actuales, de compartir con la juventud sus intereses, sus entretenimientos, su realidad, sus fantasías, sus proyectos, aducen que son mucho peor que lo que ellos vivieron.

Inconscientes absolutos de que para cada uno de los seres humanos las primeras experiencias son únicas y diferentes, no importa la realidad social ni las condiciones personales o familiares, la abundancia o la escasez. El primer amor siempre dejará un rastro imborrable, el despertar de las emociones impulsadas por el bullir de las hormonas enladrillarán los derroteros de la vida, el primer juego compartido sin importar si es en la mesa sobre un tablero o frente a la pantalla del televisor pulsando los joysticks en una competición vibrante, despertará sus risas y forjará lazos indivisibles.

“Cualquiera tiempo pasado fue mejor” palabras nulas del poeta que magnifica las etapas vividas que por la distancia pierden sus aristas. Todo lo demás es complacencia en uno mismo, quedarse en la zona cómoda, señal de senectud y sometimiento.

Hay que luchar cada día por mantener enarbolada la bandera de la vida acorde al devenir de los tiempos, por seguir siendo parte de la rueda que gira, enganchados al estribo, rompiendo los desánimos que avientan en la oreja malas nuevas y acudir cada mañana al mercado del mundo, con la cesta llena, entregar y recibir con generosidad, abrir la puerta del alma y del entendimiento para, mientras que estemos aquí, poder bailar al ritmo de todas las cadencias.

Afortunados pasajeros de este tren, dejaos sorprender con cada buena noticia, responded a cada reto, abrid los ojos ante lo insólito, lo original, lo desconocido. El futuro se nos brinda a diario a través de las miradas frescas de los dueños del ahora. Olvidad los reproches y las huidas absurdas basadas en la envidia y el desconocimiento, aprovechad el impulso que encadenan las ganas de vivir, y dejaos llevar.

Indudablemente, el poder está en ellos. Nos os durmáis en los laureles del olvido y alertad vuestros sentidos. Todavía formáis parte del proceso.