lunes, 21 de agosto de 2017

¿Reencarnación?


Ando en estos días leyendo un libro que desarrolla una teoría sobre las diferentes reencarnaciones que vivimos los seres humanos. Mi sensación de disgusto según paso páginas y pienso en la remota posibilidad de incorporarme una y otra vez en vidas sucesivas alternando sexo, estatus social, épocas históricas, circunstancias personales, se hace persistente mí.

Realmente yo no quiero entrar en esa rueda de vidas que nacen, crecen, se desarrollan y mueren en una sucesión de acontecimientos dislocados en los cuales, en el balance, si fuéramos objetivos en el resultado de cuentas, veríamos que, el sufrimiento, la incertidumbre, el dolor, la renuncia y el sacrificio es mucho, si no demasiado. No tanto el nuestro propio como el del resto de la humanidad que transita con nosotros por este camino o este valle que tendría que ser, según las Escrituras, de lágrimas. Destino tortuoso, cruel e injustificado del cual he renegado desde la edad más incipiente.

Por eso cuando alguien desarrolla una teoría diciendo que podemos reencarnarnos incontables veces, mi respuesta es un rechazo absoluto a esa posibilidad.

Después atempero mi sentimiento, reposo en la quietud de mi cerebro, proceso y entiendo que quizás este viaje sea como otros tantos de los que hacemos en la vida. Cuando estamos en él protestamos por las incomodidades, por la falta de sueño, porque no dormimos en nuestra cama, porque tenemos que despertarnos y hacer muchas horas de carretera, o de aviones, o de aeropuerto. Porque pasamos hambre y echamos de menos nuestra casa. Con el paso del tiempo descubrimos en las fotografías y en los vídeos que hicimos durante el recorrido,  sólo lo bueno.

Queda en nosotros la instantánea que muestra la sonrisa debajo del monumento o dentro del bosque soñado, o el mar que baña nuestros pies.

Ni la fotografía, ni el vídeo, muestran el calor sofocante que achicharraba nuestra sesera, el frío helador que atravesaba nuestros huesos o los mosquitos que asaeteaban nuestra piel en la playa que aparece idílica en el reportaje.

Quizás a semejanza de estos viajes terrenales, sean los otros viajes astrales que nos muestran los visionarios del planeta en libros, teorías y aseveraciones, página tras página, autor tras autor, en esta denominada literatura de auto ayuda.

Quizás, y digo solo quizás, los diferentes viajes por las diferentes vidas astrales sean parecidos a los de la tierra y en otro plano echemos de menos los buenos ratos que pasamos en este planeta.


jueves, 20 de julio de 2017

En la guarida de la fiera


                                   

Y fui arrastrada a las profundidades de la guarida de la fiera. Maniatada. Amordazada. Hundida en el rincón más lóbrego, aguardando sin saber mi destino.

Con el tiempo supe que estaba en la despensa, mantenida como posible tabla de salvación. En caso de ser necesario, sería devorada, poco a poco, cogiendo las partes de mi cuerpo que sirvieran como alimento, sin arrancarme la vida.

A trozos. En porciones. Consumida lentamente. Espaciado. Mientras, mis ojos permanecían ausentes. Mi voz no estallaba. Mis oídos no escuchaban. Pero, mi corazón latía acorde. Sistólico. Constante. Pertinaz. Único. Redondeando el ritmo que resonaba en la caverna de la guarida de la fiera.


 



domingo, 18 de junio de 2017

El corazón del Coro


Imagen cortesía de la Red

¿Alguno de vosotros ha oído hablar del latido del coro? Yo sí. Y no sólo he oído hablar de él, sino que he percibido su palpitar en directo, apretando la sangre en mis venas, erizando la piel, estremeciendo el pulso en la garganta.

El corazón del coro trepida en cada laringe, se impulsa vibrante en cada voz, resuena multiplicando los ecos y acalla disonancias.

Este Coro sueña y ama, se entrega y agita, se pierde y se olvida, se encuentra y resucita hecho armonía.

De sus cuerdas arrancan, más que notas, emociones cálidas que impregnan las almas. Hay complicidad, entusiasmo, valor, picardía, juegos, amanecer.

Es un coro con entrañas que invade espacios sonoros de luz y despierta mañanas.

El coro del que yo os hablo, mi coro, tiene un gran corazón que entrega en cada embestida de la voz, extendiendo en ondas sonoras un caudal de amor.

                                                                                                                                       A mi  Coro Galileo                                                                    

 

 

jueves, 8 de junio de 2017

Funeral por una camisa


Hoy se despide de la camisa, aquella que Claudio no le regaló y que sin embargo ha formado parte de su historia, en ese rincón del subconsciente donde surgen, desde la bruma infantil, los sueños.

Para ella era una quimera que él la introdujera en el ranking de los seres queridos, los de siempre, ésos sobre los que no hay duda de permanencia. Nos pertenecen y les pertenecemos más allá del tiempo y la distancia.

Claudio se lo dejó muy claro con la exclusión. Leonor no formaba parte de ellos. Y mira que lo intentó con todas sus ganas. Puso la voluntad al servicio del cariño y aunó amor con cordura, pasión con templanza, y sobre todas las cosas, puso la fe. Fe en ellos, fe en su resistencia, en su madurez, en su calidez-calidad de alma y espíritu, de visión común.

Quizás como tantas veces sucede en la vida, él solo era el reflejo de lo que ella quería ver. Cuando amamos, proyectamos en el ser querido la complementariedad de nuestro yo.

No sabe si es un ego maldito lo que le hace plasmar en el otro, irrealidades suplementarias. No sabe si es la literatura, la Era del Romanticismo que encumbró sentimientos inusuales hasta entonces. Solo sabe que debido a lo que desconoce, su alma siente tal y como es, romántica, entrañable, pródiga, generosa, entusiasta y pertinaz en la consecución de sus objetivos.

Con Claudio se equivocó de plano. Al cien por cien. Demasiado crédula, demasiado frágil dentro de su fortaleza.

Las armas de él eran otras, pulidas en mil batallas. ¿El atractivo de Leonor? la ingenuidad, el desconocimiento, la vulnerabilidad, la entrega, la falta de artificio. Llegó hasta Claudio como una inmensa bandera blanca tendida al sol, él la recibió como una rendición incondicional.

De ahí que no le naciera regalarle la camisa, de poco valor. No vayan a pensar que su compra deterioraba su estrecha economía. Estaba claro que en los saldos del gran almacén donde buscaban el regalo familiar el gasto no habría excedido el presupuesto, la oferta era de tres por dos. Le habría salido gratis.

Él no lo consideró. Le fue indiferente la mirada rebosando ilusión porque le demostrara que ella pertenecía a su élite. Fue la prueba definitiva. Otra más de las tantas que necesitó antes de apearse de la burra. No entraba en la ecuación de sus afectos esenciales, estaba claro. Volvió sobre sus pasos y compró, sin descuento, la preciada camisa. Esa camisa que ha sido el vivo recuerdo del desamor, el vivo recuerdo de su supervivencia.

Leonor la ha paseado durante años por el mundo entero como una señal de luz, de capacidad, de autosuficiencia, de entereza, de disfrute y de orgullo por no sucumbir ante el cerco de su desidia. Orgullo por no sentirse suya. Orgullo por ser capaz de construir su vida lejos de la manipulación, lejos de la soberbia, lejos de la acidez que machacaba los días.

Hoy dice adiós a la camisa que debió ser prueba de amor y se convirtió en adalid de su independencia. Ha compartido con ella sus mejores años, los que Claudio se ha perdido por no tenerla cerca.

Consciente de que el camino se elige cada amanecer. Consciente de que en un segundo puede decidir el derrotero de su existencia, Leonor sonríe porque supo ver a tiempo y con tino la mejor de las veredas.

La camisa fue con ella, enseña, blasón y bandera. Hoy, rinde su último homenaje a la blanca camisa blanca, que ha permanecido fiel a su lado hasta el fin. Estandarte de su libertad. Blasón, enseña y bandera.



lunes, 8 de mayo de 2017

Disfrutar de la vida


Saber disfrutar de la vida. Algo que no va unido al dinero, al poder, a las posesiones ni a las actividades que realicemos cada día, quizás sí esté ligado a con quién. A veces ni siquiera a eso.

Es cierto que hay un aporte extraordinario cuando somos cómplices en la realización de las más pequeñas o grandes acciones. Cómplices en la elaboración, cómplices en la consecución, cómplices en los objetivos y en los deseos, cómplices en la picardía, en la chispa.

Algo se quiebra en el instante que los caminos se bifurcan en meandros de querencias. Son los pequeños gestos los que hacen que los aconteceres cotidianos se conviertan en mágicos, que un suceso extraordinario lo sea aún más aderezado con un guiño. Salir de la rutina, adornar el hecho con la puntilla de la ilusión.

Cuando a la diversión de cualquier índole se le aplica la inflexibilidad horaria como si de un mero trabajo se tratara, muere. No hay emoción en la ejecución medida escrupulosamente. En la frialdad de datos que se acumulan con el único propósito de alcanzar el objetivo, desprovisto de exaltación, de quimeras, de alegría.

El desarrollo cuadriculado, un concepto que empapa cada una de nuestras ocupaciones despojándolas de su parte festiva, de los rituales bulliciosos que condimentan la existencia.

Todo se tiñe de un tono grisáceo en la rutina ejecutada al milímetro que no deja margen a la improvisación, al juego, al regocijo.

Echo de menos la complicidad que nos hacía llevar la misma ropa como una seña de identidad que esbozaba la aventura compartida.

Ahora impera la faceta rígida que impide que nos saltemos las costumbres a la torera para hacer algo diferente, sin margen para la espontaneidad. Se imponen en cambio los menús repetidos, los pasos contados, el camino invariable, la estructurada estructura que frena movimientos. Todo tiene que estar planificado, medido, contado.

Control, ese es el resumen. Controlar el proceso sin margen para el esparcimiento, la naturalidad, la imaginación, el júbilo. Un calculado ejercicio ejecutado dentro del ejército de la mediocridad. 

Saber disfrutar. Algo que no va unido al dinero, al poder, a las posesiones ni a la actividad que desarrollemos cada día. El disfrute es una semilla que germina en el corazón y florece sin causa definida, salvo, la decisión propia de hacer disfrutable cada momento de la vida.

De ahí mi indestructible determinación. En cualquier circunstancia. En las situaciones más difíciles. Bajo el fuego de la presión. En las encrucijadas más borrascosas. En los llanos y en las montañas. En los terremotos y en las bonanzas. En las tormentas y en las calmas que pulsen mi existencia. En todas ellas, decido ser feliz.

La búsqueda de la felicidad, vocación innegable del ser humano desde la cuna a la tumba. Yo la reivindico a puro grito, la hago mía con machacona insistencia, con decidido propósito.

Porque la felicidad está dentro de cada uno de nosotros, yo, libre y consciente, escojo ser feliz.



sábado, 18 de marzo de 2017

Un cuento de antaño

   
            


           - Doña Rosa, no se puede usted imaginar lo que me ha contado Don Francisco, el del 4º exterior.

          - Pues no Casilda, si no me da usted una pista, no tengo la más mínima idea de lo que le ha dicho el tal señor que no tengo el gusto de conocer.

         - Pero ¿cómo me dice usted que no le conoce? Es el ingeniero, el que vive solo porque la mujer le abandonó un buen o mal día. Vaya usted a saber si es bueno o malo. El caso es que ella se fue llevándose al único hijo y no la hemos vuelto a ver más. Él desde entonces vive a su aire, que yo por las noches o de amanecida veo entrar y salir cada pelandusca de su casa… que ya ya. Y es que tan señor que parece, con su buena educación de sombrero todos los días. Quién lo iba a pensar, pero así es, hágame usted caso.

         - Casilda por Dios, quieres usted parar de decirme cosas de Paquito, que ya sé quién es, si le conozco de toda la vida y dígame de una vez qué es lo que le ha contado.

          - Ni más ni menos me ha dicho que estando el otro día en el extranjero, si le conoce usted como dice ya sabrá que es un señor muy viajado y leído.

            - Sí, lo sé. Siga usted de una vez, que nos van a dar las uvas y yo tengo que hacer unos recados urgentes.

           - Pues eso, que estando en el extranjero en uno de esos países de Europa, vio que había gente tirada en el suelo y que los demás pasaban a su lado sin mirar, bueno, mirando lo justo para evitar tropezar con ellos. Y que nadie hacía nada por auxiliarles.

           - ¿Qué me dice usted? Eso es imposible de creer. ¿Cómo va a estar un ser humano tirado en el suelo y nadie le va a ayudar a levantarse si se ha caído, o preguntarle si necesita algo, o llamar a un médico? Eso es una invención, yo no me lo creo.

      - ¿Usted se figura salir a pasear por nuestro barrio y ver una criatura en esas condiciones y que no hubiera un alma caritativa que le preguntara qué le pasa?

      - Tiene usted muchísima razón, que el otro día mismo vi a Manuel, el sereno, tratando de recoger al borracho que todas las noches se tumba en el portal para llevarle a la Casa de Socorro, por lo visto se había hecho una brecha en la cabeza y como él solo no podía, llamó a un par de inquilinos que llegaban del trabajo, y allí se fueron los tres. Que hasta que no le dejaron en lugar seguro, no pararon.

         - ¡Quiá! Eso son cosas del extranjero, Doña Rosa, aquí en nuestra España eso no va a pasar nunca. Anda que no somos nosotros gente de buena ley, Mire usted, mucho dinero no tendremos, pero a generosos no nos gana nadie y si hay que repartir la olla y sacarle otro plato, se saca y todos tan contentos.

       - Es verdad ¡Qué suerte tenemos de no haber nacido en el extranjero! ¡Ay, Dios mío! está dando la media en la iglesia y yo todavía de palique. Me voy que tengo que preparar la cena. Y no se lo repito, si le apetece acompañarnos… donde comen tres, comen cuatro.

       - Muchas gracias, que sé que es de corazón, pero esta noche tengo a mi Antonio que viene a hacerme un ratito de compañía, ya le dije que se van turnando cada día para no dejarme sola. Estaban empeñados en que me fuera a vivir con uno de ellos, pero ya lo dice el refrán: El casado casa quiere y yo así estoy requetebién que bastantes años he tenido que hacer lo que otros me mandaban que El buey suelto bien se lame como decía mi madre, y que razón tenía...

      - La dejo que no puedo entretenerme ni un minuto más. Lo dicho, mañana nos vemos

    - Hasta mañana pues, Doña Rosa y… ¿sabe lo que le digo? que a mí lo que le ha contado Paquito, me parece que son cuentos.

          

 

jueves, 9 de febrero de 2017

Espectadores de vidas



Mira el ring desde fuera del cuadrilátero. Nada puede hacer salvo pedir en sus adentros que los golpes dejen de castigar a los púgiles enfrentados en cruento combate.

Es imposible acceder al cuadrado enmarcado por la luz donde resalta la dureza del ataque, la indefensión del más débil, las escasas armas que posee.

Su mayor valor es el coraje, la voluntad, el esfuerzo diario y mantenido, la seguridad en el triunfo.

Nada se puede hacer para ayudarles salvo permanecer en pie aguantando la sonrisa como bastón de apoyo en su contienda.

Él ya pasó por esa situación y aún conserva el regusto de sangre goteando de la nariz a la boca, el infinito cansancio, el aturdimiento.

Aún hoy y a pesar de sus años tiene que descender al infierno, calzarse los guantes, ajustarse el protector entre los dientes y saltar a la lucha que no da cuartel ni tregua.

La mayor parte del tiempo persiste, espectador lastrado, aguardando que rematen su faena, que puedan con el enemigo feroz que patea su cabeza y salgan incólumes de la lucha.

Aprieta los puños, hinca los talones, y ruega. No le queda otra que mantenerse a la espera.

 

lunes, 9 de enero de 2017

Graduación


Foto del Telescopio Espacial Hubble del cielo ultra profundo (2014)


No sabe la respuesta, tiene la certeza de lo aprendido en los años que lleva en el planeta Tierra.

Hay tantas teorías sobre para qué estamos aquí, sobre qué objetivo tiene la vida, acerca del porqué de la existencia...

Muchas religiones aseguran un paraíso después de un comportamiento acorde con sus reglas. Otras una estancia mejor o peor, según nuestras acciones, en el siguiente periplo terrenal. Los más descreídos inciden en que no existe nada, salvo perpetuar la especie, siendo portadores a través de la propia supervivencia del gen que hará posible que pervivan los superiores. En algunas, lo abstracto de sus creencias se pierde en vaguedades o teoremas.

Lo que Pascual sabe a ciencia cierta, experimentado en su piel, en sus neuronas, en sus vivencias, es que es mucho más sabio que cuando saltó a la vida hecho un paquete de carne rosada, ojos y llanto a partes iguales.

Sabe qué, desde los incipientes pasos vacilantes, los torpes balbuceos, la incertidumbre ante cualquier acontecimiento, la inocencia expuesta en exceso, el desconocimiento, el rechazo, el atrevimiento, la desconfianza, la osadía, la ignorancia y el miedo que formaron parte de él durante los años de infancia, pubertad y adolescencia, ha llegado a la madurez consciente de que cada día ejecuta una nueva tarea de aprendizaje. Para ello, no tiene que esforzarse, las cosas suceden a su alrededor y él reacciona como mejor sabe, puede o entiende.

Es una cuestión de adaptación al medio, unido a los impulsos irracionales que ponen en marcha la cinta grabadora de situaciones y experiencias que reproducen circunstancias similares y la reacción que tuvo ante ellas.

No necesita tener un fin concreto ni una meta, para él es más que suficiente con disfrutar el día a día con las herramientas que le han proporcionado los años. Disfruta resolviendo situaciones que antes le habría resultado imposible superar, o si lo hubiera hecho habría sido a costa de un gran desgaste, de inmensos sufrimientos.

El crecimiento emocional junto con las situaciones vividas, buenas, malas, regulares, espantosas o sublimes, todas ellas extraordinarias, le han hecho crecer como ser humano. Al fin se ha licenciado en la escuela de la vida y ahora disfruta a pleno placer desarrollando su oficio.

Lo mejor es que no le importa el por qué ni el cuándo, el cómo ni el dónde. Percibe el hecho de estar vivo sin preocuparle la seguridad de saber que algún día dejará de estarlo.

Quizás exista un motivo, o no, para explicar el tránsito de las vidas por la tierra. Puede que todo tenga una razón, o no. Es posible que seamos el resultado de la casualidad-causalidad en este Universo formado por más de cien mil millones de galaxias, o el producto de una mente prodigiosa.

A Pascual le da exactamente igual. Nació, vivió, se reprodujo y un día morirá como todos los seres vivos. No tiene mayor importancia.

En el entretanto, cada hora, minuto y segundo, se regocija por su evolución y goza con el grado de aprendizaje. Maestro de nadie, ejecuta para sí las múltiples acrobacias emocionales, piruetas del alma-entendimiento-corazón-cerebro, que le permiten sobrevolar los espacios dando saltos mortales en la intensidad de los días.



jueves, 8 de diciembre de 2016

Censura


Se giró de improviso alertada por el cosquilleo en la nuca, el hombre de piel cetrina y mirada sucia clavó los ojos sobre ella con un sentido de la propiedad sorprendente. El breve contacto duró el tiempo que ella tardó en darse la vuelta girando sobre sí misma para cambiar de postura.

El sol acarició su espalda. Colocó de nuevo el sombrero de manera que la sombra cayera sobre el rostro y cerró los ojos con aire displicente.

El gesto bastó para indicar al desconocido que pasara de largo.

-No está hecha la miel para la boca del burro –pensó.

Ese día en la piscina no había nadie más en topless. Por desgracia era la única que disfrutaba del juego de los rayos del sol sobre el pecho despojado de cintas y colgajos que estorbaran el aire que acariciaba su torso desnudo.

La mayoría de los días la acompañaban en su pequeña aventura libertaria media docena de mujeres, bragadas en las lides de sortear torvas miradas lascivas y condenatorias de hombres y mujeres a la par.

Normalmente solían ser mujeres mayores de cuerpos ajados las que disfrutaban de lo que tanto les había costado conseguir.

España es uno de los pocos países donde se permite el topless, derecho que Amelia había estado esperando durante muchos años.

Cuando llegó como una ola de modernidad estaba convencida que sería una costumbre que seguirían las mujeres en masa.

Cansada como estaba de ver torsos de hombres que se podrían confundir, por sus redondeces en pecho y abdomen, con el de una mujer en estado de gravidez.

Hastiada de padecer la humedad del bañador pegado a la piel obstaculizando el calorcito del sol y la soltura de movimientos en el agua, por no decir del nudo y los tirantes que atenazaban la nuca y los hombros con una presión insufrible a veces. Pensó que sería un movimiento natural quitarlo, como el que había acortado las faldas o eliminado cancanes y refajos.

Su sorpresa fue mayúscula al ver que sólo unas pocas valientes comenzaron a salpicar las playas mostrando el pecho desnudo. Las otras se dedicaron a murmurar por lo alto o por lo bajo criticando la poca vergüenza de las practicantes.

Ahora al cabo de más de treinta años, nada ha cambiado. Sigue estando en minoría como en tantos otros campos de la vida.

Sin prestarle más atención al asunto vuelve a girar el cuerpo hacia el sol temprano de la mañana, coge el libro y reanuda la lectura.

Su victoria es seguir siendo fiel a sí misma sin importarle la opinión de los demás en ningún terreno de la vida. Campa a sus anchas por el mundo que ha construido a imagen y semejanza de sus necesidades vitales.

Libre, en sus deseos y designios, en sus obligaciones y retos, en sus placeres y caminos. Libre para asumir riesgos, para superar obstáculos, para afrontar la vida con sus armas y a su buen entender.

Consecuente y lúdica contempla el mundo desde su atalaya resplandeciente, crisálida de luz que abre sus alas al comienzo de la mañana.