martes, 26 de mayo de 2015

Incomunicación






Monólogos aislados. Oídos presos del propio yo que extraña el lenguaje ajeno. Cada cual, a su rollo, en su centrífuga de vida y muerte, de sopor y desvelo.

Hablamos, en realidad, con nosotros mismos. Esperamos una respuesta, un eco, que, repitiendo las palabras multiplicadas en el vacío, nos transmita la aquiescencia del otro. Vértice sonoro abierto a nuestro mensaje.

Cada uno en su planeta. La sorpresa se manifiesta cuando escuchamos un alma común que oye y entiende, que aporta y siembra,

Todo lo demás son apoyos suaves que acogen nuestra cabeza, en espera, del terremoto lumínico que borre nuestras ausencias.


 

2 comentarios:

  1. Así es, si bien yo no conozco las sorpresas.

    Un abrazo.

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  2. Nunca es tarde. Si el corazón y la mente están receptivos, la magia existe y las sorpresas llegan.
    Un abrazo

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