Come cuando tiene hambre, duerme cuando lo preciso, se detiene cuando está cansado y si tiene fuerzas no se para a contar las millas. Despojado de relojes marca su propio tiempo que ensortija a su medida, decide cuando entra y cuando sale, si vela o duerme, si muere o germina.
La libertad, compañera de sus noches y sus días llegó sin mandarle aviso, arrancó los arbustos del miedo, desbrozó cobardías, arrincono obstáculos él desprevenido de avisos le hizo un hueco a su lado, marcó el terreno y echo raíces de valor y orgullo, de calma y osadía.
Desde entonces comparten estancias, pensamientos, amaneceres, desidias.
Anclados en la ensenada, contemplan desde el castillo de proa el transcurrir de la vida, dejando que el viento meza en soledad, la libertad compartida.
Delicioso relato marinero. Enhorabuena .
ResponderEliminarGracias Pedro por estar y ser!!
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