sábado, 28 de septiembre de 2013

El corazón de la casa


Los relojes nunca baten al unísono, aunque marquen el mismo tiempo cronológico su tic tac alborota en síncopas alternas con cadencias monocordes la quietud de la estancia.

El espíritu del hogar recuerda con su perenne balanceo que el tiempo bulle vibra.... pasa. Indiferente a lo que acontece a su alrededor continúa su infatigable camino, tic tac, tic, tac. Ajeno, calmo, constante....

En un canto a la infinitud desliza su acompasado palpitar sincronizándolo, a veces, con el pulso del propio corazón, que, atento, enraíza su latido, al vibrar, casi materno, del alma de la casa.



lunes, 16 de septiembre de 2013

Al finalizar el día


Cortesía de la Red

Era al finalizar el día cuando los cinco dejábamos atrás las tareas realizas. Las manos de mi madre, por fin, descansaban abiertas al mañana tras la ardua tarea de limpiar cocinar restregar amasar… junto con la más dulce de acariciar nuestras cabezas amortiguar nuestra preocupación en su pecho o darnos el beso que nos acompañaba durante toda la jornada escolar.

Me gustaba verla sentada a nuestro lado más pequeña aún su figura menuda hermanada en las sombras, la expresión atenta y el índice apoyado sobre sus labios marcándonos silencio.

-Shiss escuchar -nos decía susurrando con una media sonrisa cómplice.

La lamparita de noche única luz que se mantenía encendida acentuaba la magia del instante proyectando su tibia luz sobre los cuerpos arracimados, entrelazados unos con otros sobre la alfombra verde y roja de espirales concéntricas. Fusionados en la felicidad del encuentro diario con lo desconocido nos dejábamos caer inquietos en figuras imposibles contorsionando el cuerpo, enroscando los brazos, simulando, con los pulgares convertidos en guerreros, luchas imaginarias.

Todo ello nos ayudaba a entretener los minutos de espera en la minúscula habitación. La ventana asomada al patio vertía de vez en cuando en nuestros oídos una voz lejana o el sonido escandaloso de algún cacharro que caía con estrépito sobre la pila de fregar de la casa vecina.

Apenas se distinguía el Corazón de Jesús que presidía la cama. Los dibujos azulados de la pared simulaban a mis ojos personajes de leyenda. Aquí podía reconocer la cabeza de un oso. Más allá el yelmo de un caballero coronado por un penacho. Otros aparecían como animalillos pequeños escondidos en la maleza. Ora parecía un conejo saltarín o la frágil figura de un ciervo retozando en la espesura.

Lo más impresionante de todo eran las dos enormes y peludas figuras, que cual Yetis atrapados en la madera permanecían en permanente vigilia con los musculosos brazos caídos a lo largo del cuerpo y los pequeños ojos profundos y maliciosos observando desde las puertas macizas del armario todos nuestros movimientos al acecho del descuido que les permitiera tomar impulso y saltar ávidos sobre nosotros. Yo no podía retirar la mirada de ellos hipnotizada por los dos huecos blancos y redondos de sus ojos.

Por fin aparecía mi padre, solemne y magnífico, emboscado en el pequeño bigote recortado que ocultaba la sonrisa. El padre tenía que ser severo e inspirar respeto a propios y extraños, aunque la ternura se le muriera entre las manos y atenazara los silencios. El padre imponía el orden y administraba justicia aun a su pesar.

Pocos momentos le ofrecía la vida para volver a ser el muchacho simpático y saltarín que se bebía el viento de las siete revueltas cimbreando el cuerpo sobre su bicicleta a derecha e izquierda en el baile mágico del descenso, o que subía a las cumbres más altas de la Sierra del Guadarrama desafiando los elementos. Qué feliz atravesando canchales, trepando riscos, serpenteando por trochas intrincadas, sorteando arroyos, libre como un pájaro, feliz en su elemento…

Después muy serio nos imponía silencio e iniciaba por fin el gran ritual. Se dirigía al pequeño cajón de madera y giraba la rueda...  el pequeño clic anticipaba la suave luz que aparecía en la ventanita rectangular por donde se movía la aguja hasta que se ajustaba en el dial seleccionado.

Las ondas musicales tan conocidas del Parte de Radio Nacional de España inundaban la habitación. Ante el inicio de protesta de los niños el padre mandaba callar.

-Hay que escuchar las noticias y saber qué tiempo va a hacer el fin de semana.

No había negociación posible, la recompensa que venía detrás merecía la pena. Tras lo que a nosotros nos parecía una eternidad saltaban a las ondas los admirados personajes, que a través de nuestra imaginación y en la oscuridad, agigantaban su presencia cobrando vida en el pequeño cuarto en penumbra donde empezamos a tejer nuestros primeros sueños.

  

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cada despertar


Cada despertar golpea mi cerebro con un aldabonazo de campana gorda. La realidad desenreda su bucle de negativo extenso y aparece ante mí la sucesión de acontecimientos uno detrás de otro sin piedad sin descanso sin posibilidad de olvido.

No se puede detener la vida ni se puede desandar lo andado para llegar a ninguna parte o a la otra orilla o al remanso donde no ha sucedido nada. El amanecer inmisericorde me enseña la llaga y el sufrimiento y el dolor.

No existe paliativo sino el tiempo, la esperanza de que en los despertares sucesivos vayan apareciendo hilos de luz entre las sombras, cristalitos irisados coloreando la negrura que llena mis mañanas.

Que al abrir los ojos una explosión de luz me enseñe que la vida existe plena, completa, lúdica, espaciada, en calma. Que la paz sea el sentimiento caliente y dulce que empape mis neuronas y me desenrede como un gato entre la sabanas deleitándome en el desperezo, y me olvide del salto aturdido que me saca de la cama y que me empuja apenas abiertos los ojos a abrir las ventanas, todas, deambulando por la casa a trompicones, abriendo las ventanas, todas, dando paso a la luz, dando paso a la vida, abriendo mis ventanas, todas, con manotazos torpes, todas, hasta espantar la oscuridad.

 Todavía es demasiado pronto, para asumir tu pérdida, mamá.

  

Consciencias




Soy consciente de la luz que alumbra mi camino en ráfagas artificiales o en derroche natural. Consciente del aire que respiro viciado o no, nutriendo mis pulmones. Acepto el discontinuo devenir de la vida en altos y bajos. Intrincados laberintos. Precipicios que a veces cortan el camino. Murallas que parecen insalvables. Fértiles valles. Remansos de calma. Pupilas abiertas en la alborada. Brazos que colman. Absurdas disputas enredándose cual maléficas serpientes en la sabia del alma. Torpes reflejos en noches de abusos de muerte callada.

Consciente del reflejo en las pupilas que avienta la vida y sacude con estruendo sigiloso la desgana adormecida. Me recreo en la mirada esquiva, en la mano que saluda, en el vientre de una niña que apunta hacia el infinito semillero de otra vida. En el dulce acontecer y en la sacudida que altera poniendo en alerta la fuerza que proviene de la fuente, pura energía, que abastece sin recato en fluida conducción y destierra la desidia. Trenza la solidaridad su danza y explota con horrísono estruendo la maldad desguarnecida.

En este tremolar constante que sacude el infinito, que se estira y que se encoge haciéndose a mi medida, paladeo cada momento. Degusto mil sabores, consciente de la infinitud del segundo compartido. Abarco con la mirada y me empapo permeable de la lluvia errante. Me sumerjo lúcida en la existencia, valedora de caricias, amante de la verdad, paladín de la justicia, anacoreta del alma, apasionada del mar, de la muerte y de la vida.